El caudillo que lideró la autonomía provincial

Hoy se conmemora el 232º aniversario del nacimiento de Francisco Ramírez, quien en el siglo XIX proclamó la República de Entre Ríos, una organización estatal autónoma pero unida a un país federal.

Corría el año 1786 y habían transcurrido tres años desde la fundación de Concepción del Uruguay por Tomás de Rocamora. En esa villa nació el 13 de marzo quien con el tiempo llegaría a dominar con perfil propio la escena litoraleña, con fuerte incidencia nacional.

Tercer hijo del matrimonio formado por Juan Gregorio Ramírez y Tadea Jordán, Francisco creció en un medio rural, donde formó su carácter viril conectado el amor a la tierra y a la libertad.

Según sus biógrafos, Francisco heredó el carácter enérgico, valiente y altivo de su madre, quién además incitaba a sus hijos a hacer política.

La vida pública del personaje empezó a los 17 años, cuando fue nombrado alcalde del ayuntamiento del Uruguay. Luego adhirió a la Revolución de Mayo y se mezcló en la guerra civil argentina del lado de la causa provincial.

Según los expertos, Ramírez se convirtió en un gran guerrero de la época. Fue un verdadero conductor de tropa y llegó a dominar una táctica y modalidad propias en la batalla.

“Su caballería llegó a ser la más fuerte del país. Sus maniobras se transformaban y sus ataques eran fulminantes con mucha acción”, relatan las historiadoras Confortti de Ratto y Zaffaroni de Gómez.

Fue lugarteniente de José Artigas, el Protector de los Pueblos Libres, cuyo ideario federal compartió, hasta que en 1820 rompió con el líder de la Banda Oriental, y entró en guerra con él.

‘Pancho’ Ramírez fue el gaucho rebelde que, junto a los paisanos de su patria chica entrerriana, enarboló los derechos de esta provincia. Por eso se propuso, junto a otros líderes federales, restablecer la igualdad civil entre los pueblos desafiando al poder porteño.

Quizá nada define con más claridad al caudillo que aquel “Naides es más que naides”, inscripto en su sello personal cuando fundó la República de Entre Ríos, en noviembre de 1820.

Con su lema, Ramírez mandaba un claro mensaje: el pueblo que él representaba no podía tolerar la prepotencia ni la arrogancia de otros. Por eso él, un diestro militar, y su implacable caballería entrerriana –que heredaría luego Urquiza- fueron rivales de peso frente al avance porteño.

A Ramírez lo animaba la idea federal orientada a la confederación nacional con los otros Estados similares a Entre Ríos. Para él, como lo fue luego para Justo José de Urquiza, el país no se podía organizar sobre la base del sometimiento de las provincias rioplatenses a un poder central.

El entrerriano tuvo una muerte violenta. El 10 de julio de 1821, cerca de Río Seco (Córdoba), sus adversarios lo emboscaron cuando sólo lo acompañaban la Delfina, la bella rioplatense con la que convivía, y una docena de hombres.

Según la historia, al intentar huir a caballo observa que su amada ha quedado rezagada y es apresada por los perseguidores. Ramírez vuelve grupas y se lanza contra ellos. El leal Anacleto Medina logra rescatar a la Delfina, pero un trabucazo certero termina con la vida de Ramírez.

El historiador César Pérez Colman recuerda así la figura del Supremo Entrerriano: “El hombre, que durante una década había ocupado los más altos cargos en el ejército y gobierno de su provincia; no tenía en propiedad ni un centímetro de tierra para dejar como herencia (…) En cambio legó a su pueblo el caudal de su limpia foja de servicios a la Patria por cuya grandeza, cohesión y unidad luchó hasta el último aliento de su vida”.