«En el pueblo no debe haber otra familia a la que le hayan carneado más animales que a nosotros», dice Ricardo Eizmendi, un productor de 66 años de la zona de San Jerónimo Sud, en la provincia de Santa Fe. Hace poco más de un mes, le carnearon dos vaquillonas Holando y con ellas sumó un total de 198 animales carneados en 30 años. Por si fuera poco, ayer se encontró con dos silobolsas rotos en donde guardaba parte de la cosecha.
Eizmendi trabaja y vive en el campo con su familia. Se dedican al tambo y la agricultura y, esta vez, «como tantas otras», afirma, está preocupado ante el escenario crítico de inseguridad rural creciente.
«Estoy cansado de los robos. Pasó durante todos los gobiernos y siempre hice las denuncias y siempre queda en la nada. No agarran a los ladrones y dicen que no los encuentran; yo no he sentido que hayan agarrado a nadie», asevera.
Ayer, después de descubrir que había sido víctima de vandalismo, decidió hacer la denuncia y llamó a la patrulla rural de la zona para que quedara un registro del hecho. Sin embargo, sostiene que «siempre queda en la nada y no agarran a los ladrones».
En la zona, añade, constantemente hay casos y en las últimas semanas la situación viene agravándose.
«Recién hablé con el contador y me dijo que era el tercer productor que lo llamaba con el mismo problema», cuenta.
Según el productor, la policía rural fue, tomó fotos y miró si había huellas. Como en la mayoría de los casos, y este no cree que será la excepción, sostiene que no se terminará de esclarecer quién cometió los últimos delitos que sufrió.
«La policía hace patrullajes, pero la región y el departamento son grandes y se reparten las camionetas por turnos para trabajar», detalla. Remarca que «las leyes son muy benévolas en este país y cuando agarran a alguien sale más rápido que la carne secuestrada» .
«La mentalidad de la gente es que el campo acumula riquezas, grandes fortunas y no, están equivocados. Laburamos como todos los demás. En mi caso estoy nivelado y no me sobra nada», asevera.
«Hay algunos productores que ponen cámaras, pero no sirven de nada. Y no creo que vaya a ser tan fácil que se termine, porque los argentinos cada vez nos estamos metiendo en un pozo más grande», agrega.
Entre los gastos extra por la rotura de los silobolsas, tuvo que afrontar la contratación de emergencia de maquinaria para evitar que la cosecha se perdiera por las lluvias, además del acopio. «El maíz no se echó a perder. No hubo grandes pérdidas de grano, pero tuve que salir a las corridas a contratar maquinaria para entregarlo y llevarlo a una planta de cereales para el acopio. Lo tuve que hacer ahora por este vandalismo», agrega.
Por último, Eizmendi habló de lo que le provoca encontrarse con un escenario ya sea de robo o vandalismo. «Yo tengo que seguir, tengo que juntar maíz, el que quedó en el suelo para dárselo a los animales. Cuando me pasa esto siento una impotencia, indignación, bronca. Qué más se puede sentir. Porque es peligroso, por ahí uno reacciona mal y puede cometer una macana, por eso hay que contar hasta mil», concluyó.
Por: Belkis Martínez / La Nación