Con menos sonrisas que antes y un perfil llamativamente bajo, Sergio Daniel Urribarri sigue siendo un hombre poderoso en Entre Ríos. La suma de lealtades compradas a fuerza de contratos y dineros públicos lo mantienen como protagonista de la vida política entrerriana, aunque su cuota de poder es residual y la justicia lo olfatea.
Contarle las costillas
El dolor de cabeza más grande para el exGobernador es la causa por Enriquecimiento Ilícito que enfrenta, en la que no sólo investigan a su persona sino a todo su entorno familiar. Es que los viajes frecuentes de su esposa en el avión que pagamos todos los entrerrianos, las mansiones que florecieron al pie de Salto Grande y, especialmente las acciones en nuevas Sociedades de las que los Urribarri son parte no pueden ser explicadas con salarios de funcionario público. Además de las propiedades (todavía no hay un detalle definitivo de casas, campos y departamentos), se suma el crecimiento patrimonial de su cuñado, Juan Pablo Aguilera, que convirtió su pyme gráfica en un imperio tecnológico que coloca a la firma al tope de la lista del sector en el país.
En esa senda, la Justicia está abocada a contarle las costillas a la familia Urribarri. Y los pedidos a AFIP, Registro de la Propiedad, Registro Automotor y otras tantas dependencias devuelven cada tanto nuevos hallazgos que inicialmente no estaban en la mira de la investigación judicial.
El exgobernador está imputado por el delito de peculado, que no es otra cosa que destinar fondos públicos en beneficio propio. Y con esta investigación, la Justicia ya tiene claro que los Urribarri acumulan una fortuna millonaria que incluye bienes suntuosos (como autos de alta gama, embarcaciones), propiedades (desde una mansión hasta casas, departamentos y grandes extensiones de tierra) sino también un montón de “papeles” con mucho valor como propietarios de diversas Sociedades Anónimas, Contratos, y participación accionaria en diversas firmas.
Poder residual
Además de esta causa, Urribarri enfrenta otras tantas investigaciones judiciales: contrataciones irregulares por cientos de millones de pesos en la Cumbrecita del Mercosur; la causa por Dádivas que investiga la cesión del uso del AUDI A1 que le cedió la firma Kaskira; las negociaciones incompatibles con la función pública en las que favoreció a su cuñado Juan Pablo Aguilera; o el contrato con la Productora Nelly Entertainment con “Corcho” Rodríguez y el hijo de Julio De Vido como protagonista cuando pagó 28 millones de pesos por unos pocos segundos de publicidad.
A pesar de todo, Urribarri sigue ocupando un lugar protagónico. Recientemente (con diferencias internas de por medio en Cambiemos) fue ratificado de forma unánime como Presidente de la Cámara de Diputados, una designación que fue hecha a propuesta de Gustavo Bordet. El dato demuestra que Urribarri aún retiene una cuota de poder que lo mantiene a resguardo de la justicia. Por su inmunidad como Diputado, no puede ser detenido por ejemplo. Y el dato no es menor cuando la escena nacional muestra a Julio De Vido preso, a Lázaro Báez en prisión, la detención en su momento de Amado Boudou y otros nombres destacados de la Era Kirchnerista que ahora ya no pueden mostrarse altisonantes. Sin embargo, Urribarri se mantiene a flote por el momento.
Camino al aislamiento
Atrás quedaron los vuelos semanales en avión privado a Buenos Aires o Punta del Este, los viajes relámpago al Caribe, o la soberbia del poder de este personaje que en algún momento se pensó alto, rubio y de zapatos negros. De los “amigos” que tenía, tampoco quedan muchos. Sólo aquellos que dependen de su lealtad para no hundirse junto con él, como es el caso del exMinistro de Comunicación, Pedro Báez, o el artífice de su campaña para la aventura presidencial, el propagandista Sergio Gómez. O el empresario “visionario” Germán Buffa (que se inscribió como proveedor del Estado entrerriano unos meses antes de que su empresa existiera formalmente), quien recibiera una torta importante de pauta oficial para Global Means antes que la firma estuviera creada.
Entre los que se fueron “distanciando” lentamente y en silencio se cuentan varios empresarios que participaron del festival del urribarrismo. Este es el caso de Jorge Aníbal Pérez, el dueño del juego (Kaskira / NeoGame) que creció al calor de los negocios del poder. Pérez incluso desplazó a su mujer (Ximena Velázquez) del directorio de Canal 9 para bajar aún más su nivel de exposición. De todos modos, el grupo mediático nacido en Mar del Plata sigue comandado por su socio Gabriel Aimé Blanco, ahora el nuevo presidente de Productores Independientes Asociados SA (PIA SA), la firma que maneja Canal 9 Litoral y Canal 10 de Mar del Plata.
Los empresarios de la Patria Contratista han tenido suerte diversa en este festival de causas judiciales. Aquellos de alto perfil como Miguel Marizza de Caballi Construcciones optaron por bajar el perfil. Marizza sabe que su suerte en el aluvión de causas depende, en gran medida, de la suerte que siga Sergio Urribarri. El empresario Iván Szczech (Szczech&Szczech) sigue cercano al poder. Y es que Bordet eligió sostener en el cargo de Vialidad a Alicia Feltes, una de las responsables que firmó los descabellados contratos de la Cumbrecita del Mercosur. Y junto con Alicia Benítez de Feltes, los empresarios de la obra pública siguen de parabienes. De todos modos, tanto Marizza como Szczech y Hereñú (de Oicsa) están imputados en la causa del Mercosur. Hereñú, por ejemplo, suma la escandalosa contratación de la obra de asfalto de Larroque en la que Oicsa no tiene un panorama alentador. La investigación involucra al ex intendente denunciado por sobreprecios, ahora diputado (con fueros) Raúl Riganti.
Los próximos pasos de la Justicia entrerriana, que ya tiene sobrados elementos para iniciar los juicios en varias de las causas que involucran al exGobernador Urribarri parecen estar próximos a acorralar en su guarida al Presidente de la Cámara de Diputados. Es que los hombres de la toga y el martillo identifican claramente que Urribarri tiene un poder residual que se va apagando, como el brillo de la sonrisa impostada que supo mostrar hasta noviembre de 2015. Adrián Pino – El Entre Ríos