Luego de permanecer bajo un profundo sueño que se extendió por más de un año, una muerte natural, serena y pacífica encontró a Rougier en la madrugada de este martes, en Colón, a pocos días de haber cumplido sus 92 años de edad.
Confirmada la noticia, nadie que lo haya conocido pudo seguir adelante sin más. Quienes habían sido bautizados, comulgados por primera vez, confirmados y hasta casados por él, a lo largo de sus casi 70 años de labor sacerdotal. O quienes habían tenido posibilidad de tratarlo y compartir -en la circunstancia que fuere- tan solo un momento, leer sus libros o ser alumnos del colegio religioso elisense. Sin olvidar, quienes alguna vez fueron consultados por él acerca de su apellido o “¿hijo de quién?”, interesado de inmediato en conocer su árbol genealógico.
Mensajes de agradecimiento y despedida se multiplican por estas horas en las redes sociales, inundadas de recuerdos y homenajes a un ser con vocación y vida religiosa, que corriéndose de lo estrictamente católico -pero sin dejar de lado lo espiritual- supo dejar un enorme legado en lo social, cultural e institucional, vinculado a la historia de su Villa Elisa natal pero también con visión regional hacia el resto del Departamento Colón.
Atravesada por las restricciones de la emergencia sanitaria declarada ante la pandemia del Covid-19, su despedida comenzó en el templo de la Parroquia Santos Justo y Pastor de Colón, donde transcurrió sus últimas dos décadas de vida. Allí, fue el padre Néstor Toler quien ofició una misa de cuerpo presente, a media mañana, con la asistencia de un contado grupo de personas y transmisión en vivo de la parroquia.
A las 11, los restos mortales de Juan Esteban salieron de Colón con destino a Villa Elisa, donde un breve responso lo esperaba en la Parroquia Natividad de Nuestra Señora, con la presencia de algunos de sus familiares más cercanos y autoridades municipales. El cortejo fúnebre, con todos los honores del caso, salió del templo que lo tuvo como cura párroco la mayor parte de su vida religiosa, para trasladarse hacia otro lugar especial para él, que supo gestar y acunar en todos los sentidos: la Capilla San Francisco de Sales, ubicada en la zona noroeste de la ciudad.
A medida que el cortejo avanzaba por calles, avenidas y bulevares, muchos elisenses salían de sus viviendas o lugares de trabajo para darle un último adiós, antes de que su cuerpo fuera sepultado en uno de los panteones centrales del cementerio municipal de la ciudad jardín, en cercanías a la cruz mayor de la necrópolis local. Fuente: El Entre Ríos