Tributo a Carlos “Tamayo” Joannaz: Una voz inolvidable del tango nacida en San Salvador

San Salvador rindió tributo a una voz inolvidable del tango. Carlos Joannaz, orgullo local, llevó su arte desde escenarios escolares hasta el Teatro Astral de Buenos Aires, compartiendo cartel con los grandes del género. Autodidacta, apasionado y siempre fiel a sus raíces, dejó una huella imborrable en nuestra cultura.

San Salvador rindió homenaje a uno de sus máximos referentes de la música ciudadana: Carlos “Tamayo” Joannaz, cantante de tango, artista autodidacta y entrañable vecino que dejó una profunda huella en la cultura local y nacional.

Desde muy joven, Tamayo demostró su amor por el tango. Comenzó cantando a los 13 años en la escuela, y no tardó en integrar distintos grupos locales. Su consagración llegó en el primer Festival Provincial del Tango, con proyección nacional, realizado en Rosario del Tala. Ese logro lo llevó a cantar en el mítico Teatro Astral de Buenos Aires junto a íconos del género como Edmundo Rivero y Alberto Morán. “Me temblaban los garrones”, contaba entre risas al recordar aquella noche histórica.

 

Un artista de alma y barrio

  Carlos vivió la mayor parte de su vida en la calle Primera Junta, en una época en la que San Salvador era semillero de músicos. Allí también funcionó su “Tango Bar”, un punto de encuentro de bohemios, guitarras y bandoneones. “Todas las noches había música”, recordaba con orgullo. Cantó junto a reconocidos instrumentistas de Entre Ríos y otras provincias, y también formó parte del grupo folclórico Achalay, con el que ganó diversos concursos.

Nunca estudió música formalmente, pero era “orejero al mango”, como él mismo decía. Su oído privilegiado le permitía cantar afinado aún en las circunstancias más informales. Siempre estaba dispuesto a subir a un escenario, colaborar con festivales y mantener viva la llama del tango, aun cuando esta música ya no era moda.

Carlos Joannaz en la imagen de la IA.

 

Carlos Joannaz en primera persona

De su vasto anecdotario, solía contar con humor aquella vez que, dando serenatas navideñas, un compañero se adelantó para recibir el regalo de una vecina y terminó empapado por una escupidera con orines. “Nunca más jugó de comedido”, decía entre carcajadas.

También hablaba con nostalgia de sus años en Buenos Aires, cuando trabajaba de mozo hasta la madrugada y luego se iba a cantar a cantinas llenas de vida. Vivió cinco años allí, actuó en grandes escenarios y hasta superó una prueba para el programa “Grandes Valores del Tango”, aunque nunca fue convocado.

A pesar de sus logros, siempre mantuvo la humildad. Regresó a San Salvador por su familia, y nunca dejó de cantar. “Nací, me crie y me malcrié aquí”, decía con ternura en una nota aparecida en la revista Página Abierta.

Carlos Joannaz fue, sin duda, un embajador cultural de San Salvador. En esta noche de gala, lo recordamos como lo que fue: una voz única, un artista apasionado y un hombre que llevó el tango en el alma hasta el último día de su vida.

 

EL TANGO BAR

El Tango Bar estuvo instalado en la calle 12 (hoy Primeras Junta 270). Su primer propietario fue Carlos Joannaz, que lo abrió luego de hacer el servicio militar a mediados de 1967. No me rompí mucho la cabeza pensado y lo llamé “Tango Bar” porque yo era tanguero y por la película de Gardel, recordó en una nota publicada en Historia Popular.