Octubre es un mes muy especial para San Salvador, en particular para dos familias que han sufrido la pérdida de un familiar y han tenido mucho que ver en la concientización de la donación de órganos.
LA SEMANA dialogó con María Eugenia Juannaz, hija de Hugo Juannaz, que hace 32 años fue el primer trasplantado en San Salvador, y que nos dejó físicamente hace un par de años.
«Para nosotros como hijos es un día especial porque en vida se ocupó mucho, junto a otras personas de San Salvador, en concientizar sobre la donación de órganos, y hoy con su ausencia toma más relevancia. Además él pudo vivir esos 30 años gracias a otra persona, en este caso mi madre, que le dio la posibilidad de tener una mejor calidad de vida», empezó diciendo María Eugenia Juannaz, hija de Hugo, a LA SEMANA
«En el caso de él y quienes hoy están necesitando una donación, que él haya trabajado por esa causa me mueve a seguir por ese camino, junto a la gente de San Salvador», indicó su hija.
María Eugenia tenía 5 años «cuando él se enfermó y mucho tiempo después pude entender de que se trataba lo que le había pasado. Ya tenía tres hijos y se había enfermado muy joven, a los 30 años. La mitad de su vida fue trasplantado», recordó.
En la adolescencia «uno va tomando conciencia y relevancia. En nuestro caso es como siempre había tenido una patología, pero como lo veíamos bien y hacía muchas cosas, y nunca dejó de hacer actividades, más allá de algunas limitaciones que podía tener, me costaba verlo como una persona enferma. Uno lo va procesando con el tiempo, y cuando él falleció uno toma conciencia que vivió 30 años con un promedio de vida mucho más alto del que pueda tener una persona que ha tenido un trasplante renal como fue en su caso», dijo María Eugenia.
El siempre trataba de restarle importancia a los prejuicios que existían con relación a los trasplantes. Al principio costaba mucho, pero con el paso del tiempo, se lograron erradicar prejuicios y miedos de la gente de cómo era el tratamiento de una persona que donaría sus órganos. Para eso se trabajó mucho a nivel nacional, y en especial en San Salvador con Lilí Oroño, cada uno desde su vivencia, trabajaron mucho para la concientización de la importancia de donar órganos, apuntó.
Trabajaron mucho en las escuelas para que se tome conciencia de lo que se puede ayudar donando órganos. En el caso de mi papá recibió una donación de un donante vivo. En otros casos, el dolor que padecen las personas se puede transformar en dar vida a otros que lo necesiten. Incluso acá en San Salvador hay mucha gente que está en la misma situación que estuvo mi papá, agregó.
Tenemos que agradecer que lo pudimos disfrutar 30 años, porque yo tenía 5 años cuando tenía una enfermedad bastante complicada y no era común el trasplante y era una operación difícil y riesgosa. Nosotros tuvimos a nuestros padres sanos y pudieron vivir plenamente, agregó.
Al referirse a cómo lo afectó el fallecimiento de Hugo, dijo: «En lo personal cuando lo llevamos a la internación sabíamos que no era su primera complicación límite. Sentí que era una más, lo veía más afectado físicamente y había vuelto a hacer diálisis después de 30 años, no es sano para nadie, pero pensaba que iba a salir. Lamentablemente no pudo salir».
«Creo que en San Salvador se ha logrado que se hable del tema mucho más de lo que pensaba. Se ha tratado el tema con mucho respeto. Lilí Oroño es una docente que ha tenido mucho contacto con niños y su experiencia. Por eso es importante dejar en claro que hay que tener empatía en estos casos y saber que se puede prolongar la vida de otros con la donación de órganos. Eso quería especialmente mi papá al llegar a los chicos. Además, hacía deportes y participaba en los eventos de los trasplantados por el hecho de estar bien y disfrutarlo».