Sospechan que los responsables de los recientes ataques en iglesias fueron narcos

Una del barrio Franco y otra del 348 sufrieron asaltos con el mismo modus operandis. Tanto el clero como los vecinos sostienen que fueron ordenados por vendedores de drogas. “Lugares como el Hogar de Cristo están trabajando muchísimo, y eso está empezando a molestar”, denuncian.

Amílcar Nani

Entre el barrio Franco y el barrio 348 hay toda una ciudad de distancia: cada una ocupa un rincón diferente de Gualeguaychú, sin embargo hay un común denominador en ambos: son dos de las zonas más precarias, donde el narcotráfico además tiene sus bases de operaciones más firmes.

Ante este panorama, hace ya varios años que la Iglesia Católica comenzó a ocupar un lugar cada vez más preponderante desde lo social, donde se lucha contantemente para recuperar a los chicos adictos a las drogas. Uno de los ejemplos más firmes es la labor que realiza el Hogar de Cristo Nazareth, un centro barrial creado para el acompañamiento de personas con problemas de adicciones y que desde hace tiempo ha ayudado a cientos de jóvenes y adultos, hombres y mujeres, a abandonar el camino de las drogas.

Sin embargo, al parecer esta labor pastoral ha comenzado a molestar y dos hechos, al parecer aislados, indicarían que los vendedores de drogas están dispuestos a hacer lo que sea para que la iglesia no les haga tambalear el negocio.

Según miembros del clero y vecinos, los dos ataques que sufrió la iglesia Sagrado Corazón (en el barrio Franco) en los últimos días, y los dos que vivió la capilla Asunción de María (en el barrio 348) prácticamente durante el mismo lapso de tiempo, estarían motivados por un mismo sector, en este caso el narcotráfico.

Las primeras sospechas surgieron con la capilla del barrio Franco: ubicada a tan sólo 250 metros del Hogar de Cristo Nazareth, el trabajo mancomunado entre ambas es indisimulable. Y los dos asaltos sufridos en menos de una semana a principio de este mes encendieron las alarmas: en la humilde capilla jamás hubo algo que valiera la pena robar, mucho menos como para hacerlo dos veces en siete días.

Pero un detalle no menor unió ambos casos: desde hace unos dos meses, el Hogar de Cristo Nazareth trabaja duro para abrir un nuevo centro, esta vez en el barrio 348, y desde que se hicieron públicas las intenciones de comenzar a recuperar los adictos de la zona oeste de Gualeguaychú, la capilla Asunción de María sufrió también dos ataques idénticos, al mismo tiempo y sin disimular el mismo modus operandis: ingreso forzado, destrozo y nada para robar.

“Son dos barrios que tienen una realidad bastante parecida y que por eso está actuando el clero en ese sentido. El que no la quiera ver que no la vea, pero es por este motivo que están atacando a las iglesias”, afirmó ante ElDía uno de los trabajadores de la Diócesis de Gualeguaychú, que al igual que todos los que prestaron testimonios prefirieron el anonimato por temor a las represalias de los vendedores de droga.

“Al pibito que entró a robar en la iglesia del Sagrado Corazón el 2 de julio lo agarró la Policía, y según me comentaron algunos vecinos, fue mandado por los narcos para amedrentar”, informó una vecina del barrio Franco, quién además agregó: “Siempre mandan a un perejil a que vaya y rompa… por un poco de droga les hacen hacer lo que sea a esos pobres chicos”, se lamentó.

“Todos sabemos que en la iglesia de Sagrado Corazón no hay nada y que sólo fueron a hacer daño”, replicó por otra vecina de la zona norte de la ciudad, quien se describió indignada por la impunidad con la cual se manejan los vendedores de drogas.

La convivencia entre el narcotráfico y los sectores más pobres de la ciudad no es nueva, y de hecho el año pasado, cuando visitó Gualeguaychú, lo había denunciado el padre “Pepe”, el mayor exponente del movimiento conocido como “curas villeros”. “El gran problema de 20 años a esta parte es el narcotráfico. Se estableció, está muy presente y eso es lo que más molesta y que perjudica a la vida de los chicos”, había resumido en una charla con ElDía donde no hizo ningún esfuerzo por disimular la bronca en su voz antes de explicar los pasos de su lucha: “Más que denunciar, lo que hacemos ahora en este momento es generar en los barrios dispositivos de prevención”.

Por último, tanto los que viven en el barrio Franco como en el 348 se mostraron indignados por la labor policial: “La Comisaría Tercera está a 150 metros de la Iglesia del Sagrado Corazón; y la Comisaría Sexta, a 160 metros de la capilla Asunción de María.  Y nosotros, que somos simple vecinos sabemos bien lo que está pasando, así que no puede ser que ellos no conozcan también esta realidad”, reclamaron.