El delantero que pasó de San Lorenzo a la Academia protagonizó la segunda transferencia más cara entre dos clubes de la Superliga en el presente mercado de pases. De origen humilde, llegó a vivir 15 días en La Masía.
-Nico, ¿qué te pasó en las manos, por qué las tenés así?
-Es que estoy trabajando
-¿De qué?-Armando cajas de naranjas
Nico es Nicolás Reniero. Su interlocutor, Hugo Magnani, su descubridor. El joven delantero, que había sido elegido para pasar por el filtro de La Masía, la escuela de talentos del Barcelona en la que se formaron Xavi Hernández, Andrés Iniesta y Lionel Messi, había colgado los botines, momentáneamente, aunque todavía no lo sabía.
-Tenés que pensar bien qué es lo que querés para tu vida. Si dedicarte a trabajar en tu pueblo o ser jugador de fútbol. Yo creo que podés llegar.
Unos días después, a instancias de Magnani, Reniero se probó en San Lorenzo. «En la primera pelota, la paró de pecho y la clavó en un ángulo. Alberto Fanesi, coordinador de las inferiores en ese momento, se paró y me dijo: ‘No tengo nada más que ver'», cuenta el detector de talentos. Hoy, con 24 años, el atacante se transformó en la segunda transferencia más onerosa entre dos clubes argentinos del mercado de pases de la Superliga: Racing le pagó al Ciclón 4.000.000 de dólares brutos por la ficha (3.300.000 netos para la tesorería de Boedo).
Una enmienda en la historia: aunque esté extendida la versión de que a Nicolás le dicen Príncipe porque su juego ofrece algunos detalles de la calidad de Enzo Francescoli, en realidad el origen del apodo es accidental. El acompañante de Magnani en la excursión a Entre Ríos en la prueba en la que observó sus condiciones tenía problemas con la pronunciación del apellido. Y la analogía con Rainiero, el Príncipe de Mónaco, surgió natural.
En esa prueba, Magnani (27 años como formador, pasado en Quilmes, Arsenal, Argentinos, Rosario Central y San Lorenzo) detectó a Reniero jugando en una canchita de 7, cerca de su Chajarí natal, para una escuelita llamada «La Mano de Dios». «Se destacaba mucho. Terminó el partido y se acercó a hablarle gente de Colón. Después fui yo, que estaba a cargo de la categoría 94 de Argentinos. A los 15 días lo traje para que lo observaran, pero no llamó tanto la atención», contó el formador. Pero la semilla ya estaba en la tierra, era cuestión de dejarla germinar.
A la semana, Magnani comenzó a trabajar con el proyecto de Barcelona en Argentina, que primero hizo base en Arsenal, y luego generó el lazo con Jorge Coqui Raffo y Atlético Luján en La Candela, en busca de encontrar nuevos Messi en la tierra en la que nació. Tal alcance tuvo la iniciativa que en 2006, Joan Laporta, presidente del club blaugrana, viajó al país para una prueba en Arroyo Seco, se hizo presente Jorge Messi, papá de Lionel, y el astro rosarino «apadrinó» la movida.
Y la primera promesa en ser elegida para viajar a España fue Reniero. Magnani no se olvidó de él, lo convocó al proyecto y lo fichó de una manera muy peculiar. «En el momento de llenar la ficha, se había hecho de noche y nos habíamos dado cuenta de que no teníamos almohadilla para tomar su huella digital. Entonces, pedí que me levantaran el capot del auto, le mojé el dedo con aceite y así pudimos tomar la huella”, relató el descubridor.
Así, como parte del desembarco de Barcelona en Argentina, el Príncipe estuvo 15 días en La Masía, donde observaron sus cualidades. Luego, regresó a La Candela, donde desde el club culé prometieron continuar con el seguimiento. Pero al poco tiempo Reniero decidió volverse a Chajarí. Y su incipiente carrera quedó en pausa.
En el medio, antes de que se olvidara de la pelota y se enfocara en su tarea fabricando cajones de naranjas, intentó incursionar en Rosario Central, adonde había recalado su mecenas. «Lo llevé a probarse, pero Hugo Galloni me dijo que no tenía lugar en la pensión para que se quedara. De ahí me fui a la estación de micros, a sacarle el pasaje de vuelta, y vi que el muchacho de la ventanilla tenía colgado un escudo de Central. Entonces me salió decirle: ‘No saben el jugador que se están perdiendo’. Y le dejé mi tarjeta, con el nombre de Nico escrito en el reverso», comentó.Quiso el destino que en marzo de este año, San Lorenzo venciera 1-0 al Canalla sobre la hora, con gol de… Reniero. Y el teléfono de Magnani recibió un llamado de un número con característica de Rosario. «No lo podía creer, era el muchacho que me había vendido el pasaje. Había guardado la tarjeta», completó Magnani la anécdota.
No le resultó simple el camino en San Lorenzo. «Enganche o mediapunta», según su detector, o delantero centro, jugó a préstamo una temporada en Almagro, en la B Nacional, y la aprovechó al máximo: convirtió 15 goles en 37 partidos, hecho que le permitió regresar a Boedo con otro aplomo. Y en la ventana de pases se transformó en una de las grandes vedettes: Eduardo Coudet insistió tanto para contar con él en Racing que la dirigencia aceptó realizar una inusual inversión por adquirir su pase. Por las dudas, después de hacerlo firmar un contrato por cuatro años, Víctor Blanco, presidente de la Academia, le puso una cláusula de salida de USD 18 millones.»No me fui de la manera que me quería ir de San Lorenzo, pero estoy contento. Estoy muy feliz de llegar a Racing. Elegí venir por las ganas que el club tuvo de contratarme. Valoré mucho eso y estoy contento con esta oportunidad. Estoy en el último campeón y eso contagia. Quiero ganar muchas cosas y dejar una huella acá», declaró Reniero en sus primeras horas con residencia en Avellaneda. El sábado, en el clásico ante River, por la tercera fecha de la Superliga, todo indica que integrará el banco de suplentes, por lo que está latente la chance de su debut.
Tal vez sea otro paso en su camino por cumplir el anhelo que quedó trunco cuando estuvo en Barcelona. «Su sueño es conocer a Messi y a Ronaldinho, pero no pudo. Ya se le va a dar», aseguró Magnani. En el tránsito, para no olvidar sus orígenes ni los recursos que eligió para crecer, lleva tatuadas en los dedos de sus manos ocho letras que lo definen: son las que conforman la palabra humildad. Fuente: Infobae