A propósito del caos logístico que se está registrando en la Argentina.
En los últimos días se gestó una rebelión municipal en la cual muchos jefes comunales de diferentes zonas de la región pampeana dispusieron restringir o directamente bloquear el paso de camiones cargados con granos en sus jurisdicciones con el pretexto de que tales medidas contribuyen a prevenir la expansión del virus Covid-19.
Las autoridades municipales actúan como si gobernasen territorios independientes, sin advertir que el artículo 194 de Código Penal de la República Argentina establece penas de tres meses a dos años de prisión para aquellos que impidan el normal funcionamiento del transporte.
Además, el decreto presidencial 297/20 es extremadamente claro al indicar que, en el arco del “aislamiento social, preventivo y obligatorio”, están exceptuadas de la prohibición de circular las personas que trabajan en actividades vinculadas con la producción, distribución y comercialización agropecuaria y de pesca, las actividades impostergables vinculadas con el comercio exterior y el transporte público de pasajeros, de mercaderías, petróleo y combustibles, además de la producción y distribución de biocombustibles.
Los intendentes y jefes comunales, que están tomando decisiones en caliente con algunas fotos en la mano sin poder advertir la trama completa de la película, deben saber que los camiones que transportan productos agroindustriales son tan importantes como las ambulancias, dado que, por ejemplo, la mayor parte de la integración estructural de esos vehículos y del instrumental médico que contienen, se pagan con divisas generadas, en su mayor parte, por el sector agroindustrial.
Si, por alguna razón, los camiones cargados con granos no pueden llegar en los plazos previstos –o directamente no pueden llegar– a las agroindustrias y terminales portuarias, el proceso de generación de divisas necesario para comprar todo lo que no se produce en la Argentina –como es el caso de los reactivos para detectar el Covid-19– se ralentiza justo en un momento de una profunda crisis económica en la cual, por el contrario, se requiere que el mismo se acelere.
Ese es el aspecto macroeconómico. Pero también es vital lo microeconómico, es decir, comprender que cada camión con granos que ingresa a una fábrica o puerto, activa una liquidación que luego se empleará para abonar sueldos, honorarios, labores, fletes, combustible, agroinsumos, cuotas de arrendamientos y, por supuesto, impuestos, algunos de los cuales son también de orden municipal.
Por tales motivos, si bien los políticos de bazar pueden llegar a creer que bloquear los accesos viales a camiones cargados con divisas es una acción que ayuda a sumar puntos entre sus vecinos, en realidad, aunque por ahora no sea algo visible, constituye una estupidez que terminará provocando un daño mucho mayor del que se pretendió evitar.
Ezequiel Tambornini – Valor Soja.