Una multitud recibió al jinete en el acceso a la ciudad para demostrarle admiración y cariño por haber representado tan bien a su pueblo y provincia en el festival de Jesús María.
Una autobomba encabezó la caravana que se formó con una fila interminable de autos. Fue una caricia al alma de alguien que en silencio se ganó el respeto de todo el pueblo. Fotos: Silvina González.
Fue curioso y a la vez emocionante ver cómo los autos se iban acomodando como podían en torno a la rotonda de ruta 16 y avenida Urquiza en la previa de la llegada del embajador gaucho que Larroque tuvo en tierras cordobesas en el campo de jineteadas del anfiteatro José Hernández de Jesús María.
La movida para recibirlo como se merecía fue alentada por familiares y amigos que ven en “el Adán” a alguien que los representa y que respetan tanto por lo que hace arriba de un reservado como lo que es abajo, cuando es uno más de ellos, humilde, sencillo y buen tipo.
Y fue impresionante comprobar que todo eso se transformó en abrazo y beso de mamá Elena, papá Hugo y de sus hermanas Patricia y Anahí y del ejército de amigos que como él, “de boina torta frita” lo esperaban para expresarle afectos de todas las maneras posibles.
Una ráfaga de fuegos de artificio anunció la llegada del jinete, dos veces ganador en las nueve jornadas de gurupa sureña que tuvo este año el festival cordobés. Después vino la espuma, los saludos y la incredulidad de Adán de ver a tanta gente apretada queriendo llegar a él, hasta que se subió a una camioneta y con la mano en alto, como cuando dominó a cada uno de los pingos que le tocó en suerte, saludó a los vecinos que esperaban su paso por las callecitas larroquenses.
El recorrido de más de media hora terminó en la estación pero sigue en el corazón de Adán y de los que lo quieren por como se entrega a su pasión, cuando arriesga todo sobre el lomo de un caballo sin pretender nada a cambio, y eso lo hace grande. (fuente: Acción Larroque)