Silvia Marrama es abogada-mediadora, doctora en Ciencias Jurídicas, magíster en Desarrollo Humano, profesora superior en Abogacía, especialista en Derecho Tributario, y miembro del Instituto de Bioética de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. La entrerriana brindó su opinión sobre el polémico tema de la despenalización del aborto.
Nací y vivo en Entre Ríos, tierra de vanguardia donde en 1933, 20 años antes que a nivel nacional, se nos reconoció constitucionalmente a las mujeres nuestro derecho de votar. A la par, mientras a nivel mundial reinaba la intolerancia y el exterminio, especialmente contra los judíos, Entre Ríos les daba una calurosa bienvenida con la Constitución de 1933, progresista y de avanzada, surgida del acuerdo de las fuerzas políticas provinciales. Pero no solo los acogimos en nuestras normas, también los ayudamos concretamente con cien mil hectáreas para que pudiesen vivir y forjarse un futuro, y así los colonos judíos convirtieron nuestros montes en tierras productivas, dejando una marca indeleble y rica en nuestra cultura.
En el año 2008 demostramos nuevamente nuestra impronta progresista, al reformar nuestra Constitución, garantizando los derechos a la diversidad, al pluralismo, y a la igualdad de oportunidades para todas las personas, desde su concepción y hasta su muerte. Porque para nuestros constituyentes la dignidad de la persona y sus derechos inalienables son el fundamento del orden político y de la paz social. Porque Entre Ríos fue y es una tierra de oportunidades para todos, desde su concepción y hasta su muerte.
Hay quienes afirman que un Estado laico no debe proteger la vida desde la concepción, por ser una cuestión religiosa. Sin embargo, nuestra Constitución entrerriana es laica desde 1933, precisamente para garantizar a todos una vida pacífica en tolerancia. Este carácter laico se conservó en la reforma del año 2008, porque nuestros constituyentes sabían muy bien que para proteger la vida de todas las personas desde la concepción no es necesario basarse en ninguna religión: es una evidencia científica.
Precisamente por ser una evidencia científica, se usa el subterfugio de distinguir entre “ser humano” y “persona”, para otorgar la condición de persona solo a algunos seres humanos, y negársela a otros en algunas etapas de su vida o por su estado de salud: los niños antes de nacer y las personas que sufren discapacidades. Al privarlos de personalidad, los privan de sus derechos humanos, el primero de los cuales es vivir. Son ideas eugenésicas y discriminatorias, que nos retrotraen a la época del nazismo, cuando la ley otorgaba derechos a los arios —considerados una raza “superior” — y se los negaba a los judíos. Y también en aras de la pureza de la raza aria, los médicos nazis practicaban abortos de niños que padecían discapacidades.
Lo curioso es que quienes niegan la condición de persona a los niños antes de nacer afirman que los animales son personas. En defensa de la personalidad de los animales, Eugenio Zaffaroni explica: “El argumento de que no es admisible el reconocimiento de derechos [al animal]porque no puede exigirlos (ejercer las acciones, hacerse oír judicialmente) no se sostiene, porque son muchos los humanos que carecen de capacidad de lenguaje (oligofrénicos profundos, fetos) o que nunca la tendrán (descerebrados, dementes en los últimos estadios) y, sin embargo, a nadie se le ocurre negarles este carácter, so pena de caer en la tesis genocida de las vidas sin valor vital” (cita tomada del artículo “La Pachamama y el humano”).
Es incoherente reconocer que los animales son personas, y —al mismo tiempo— negarles personalidad a los niños antes de nacer. Es la negación de la teoría evolucionista de Darwin. Y, en palabras de Zaffaroni, es caer en la tesis genocida de vidas sin valor.
Las consecuencias de negar arbitrariamente el carácter de persona a algunos seres humanos son graves. La Declaración Universal de los Derechos del Hombre las denuncia en su preámbulo: “El desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”. Es una alusión a los crímenes del Holocausto. Por eso, este tratado afirma, en su artículo 6: “Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad”. Y el Pacto de San José de Costa Rica claramente reconoce en su primer artículo: “Persona es todo ser humano”, y en su artículo 4, que toda persona tiene derecho a que se respete su vida, y que este derecho debe ser protegido por la ley a partir del momento de la concepción.
Nací en la dramática y cruenta década del 70, que ha teñido de sangre nuestra historia. Qué paradoja que promovamos, 40 años después, la muerte de los argentinos más indefensos.
Hago votos para que nuestros legisladores, en lugar de promover la muerte de niños en el vientre materno, acompañen con políticas efectivas a las mujeres embarazadas, y sancionen leyes verdaderamente progresistas, que les permitan a ambos vivir y forjarse un futuro en nuestra tierra. Fuente: Infobae