En la imagen Oleg (hijo), Pedro Martín (redactor de la entrevista) y Vasyl
Charla exclusiva con Vasyl Kovalskyy, ucraniano, de 60 años; que por motivos familiares, ha visitado en estos días San Salvador.
El 26 de abril de 1986 el mundo se conmovía por la tragedia de Chernobyl, ciudad ubicada en la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El reactor número 4 de la Central Nuclear Vladimir Ilich (Lenin) instalada en el norte de Ucrania colapsaba durante una simulación de acciones de seguridad llegando a ser el peor accidente nuclear de la historia.
La catástrofe se produjo a causa del sobrecalentamiento descontrolado de uno de los núcleos produciendo dos explosiones sucesivas que volaron la tapa de dicho reactor, seguidas de un incendio que expulsó gases con altos niveles de radioactividad a la atmósfera y encendieron de inmediato la alarma internacional.
De inmediato se inició una operación de emergencia que llevó la vida de los primeros en llegar entre personal de la planta, rescatistas y bomberos que intervinieron con un manifiesto heroísmo ya que los trabajadores que no tenían protección adecuada recibieron dosis mortales en menos de un minuto. En horas se evacuaron alrededor de 135.000 personas de la zona inmediata incluyendo los 50 000 habitantes de Pripiat, la ciudad más cercana.
Con urgencia, después del accidente, se construyó un “sarcófago” para cubrir el reactor y aislar el interior que continuaba emanando la letal radiación. En la tarea de descontaminación, limpieza de la zona y construcción del sarcófago se desempeñaron en forma escalonada en los siguientes meses aproximadamente 600 000 personas denominadas “liquidadores”. Para esto, se construyó una villa que albergó a estos trabajadores que día a día fueron recibiendo altas dosis de radiación. Hasta la fecha existen controversias de la cantidad de muertos que esta catástrofe se llevó, ya que muchos de los trabajadores de limpieza continúan sufriendo consecuencias tardías como cáncer y otras enfermedades.
Vasyl Kovalskyy, de entonces 24 años, aficionado al futbol e hincha del Dynamo Kiev, vivía en la ciudad de Chortkiv, de aproximadamente 30.000 habitantes y distante unos 450 kilómetros de Chernobyl. Trabajaba de chofer de camiones para una empresa estatal que distribuía materiales de construcción. A pocos días de aquella tragedia recibió la orden a prestarse a transportar materiales (ladrillos, cemento, piedra, etc.) a la zona del accidente. Sabedor de lo que todo el mundo sabía: “me despedí de mi esposa que llevaba el octavo mes de embarazo de nuestro primer hijo, Oleg, y partí por primera vez en esa dirección y destino” nos dice en un medio español y ayudado con el idioma por, precisamente, su hijo Oleg, hoy de 35 años.
La remera que tiene Oleg (izquierda), con el escudo de Ucrania, es personal, donde resume la tragedia de Chernobyl (1986), y su nacimiento que se dio pocos días después del hecho. La remera resume los dos acontecimientos.
– ¿La disposición a ir fue voluntaria, existió la posibilidad de eludir esa tarea, su señora estaba embarazada?
“La orden fue terminante, con día y hora de partida. Los camiones de la empresa eran los Gaz-53 rusos con acoplado, y llevábamos unas treinta toneladas de carga, todo tipo de materiales de construcción que se industrializaba en nuestra región o que se acopiaba de regiones más distantes. De la empresa que yo pertenecía eran tres camiones, pero innumerables los transportistas que llegábamos de distintas regiones a la zona del accidente y descargábamos en distintos sectores, ya sea con destino a la construcción de la villa de los trabajadores o al blindaje (sarcófago). Permanecíamos quince días realizando distintas maniobras entre los obradores, luego regresábamos nuevamente a nuestra región. No regresábamos a Chernobyl inmediatamente los mismos choferes, debíamos descansar otros quince días de la exposición a la radiación, y luego volvíamos con otro viaje”. (Nos relata Vasyl, siempre con la asistencia de Oleg con el idioma)
– ¿La villa distaba unos 25 o 30 kilómetros de la planta. Tuvo la oportunidad de ver el avance de la construcción del blindaje?
“No. Nunca llegué hasta la planta nuclear, descargábamos y movíamos el material en una zona cercana, pero no por eso libre de contaminación. Luego la tarea más próxima la continuaban los trabajadores allí establecidos, y quienes se sacrificaron”.
¿Al emprender esta tarea de transporte, recibieron instrucciones de cómo manejarse con la radiación en lo que hace a su propia protección, ropa, o el mismo camión considerando sus componentes metálicos?
“Antes de regresar de la zona del accidente, y tras permanecer quince días, nos testeaban el nivel de radiación. Nos recomendaban descartar la ropa antes de ingresar a nuestra casa. Nunca me impidieron tener contacto con mi hijo, lo podía alzar, abrazar… solo el cambio de ropa”.
– ¿Durante cuánto tiempo realizó estos viajes? ¿Sufrió algún tipo de consecuencias físicas?
“Viajé a Chernobyl durante un año. En los primeros meses se me disminuyó considerablemente la vista y comenzaron a aflojarse los dientes, y perdí varios…. Otra consecuencia no sufrí, por suerte. En todo ese tiempo conocí choferes de distintas regiones… varios de ellos enfermaron y murieron, otros acarrearon enfermedades crónicas… yo vine a la Argentina diez años después con toda mi familia, en 1996. Aquí realicé distintos trabajos, especialmente relacionados a la industria metalúrgica”.
– ¿Por realizar esta tarea, los kilometrajes, el sacrificio… recibieron algún pago extra?
“Siempre cobramos el mismo sueldo. A esa edad e iniciando una familia con la llegada de un hijo, prefería quedarme en mi ciudad y no viajar al horror de aquella zona… También, hoy a la distancia, de mi parte, y creo que mis colegas lo deben sentir igual, considero que fue un aporte… un servicio solidario acorde a nuestra profesión y tarea”
– ¿Alguna intención de volver a su país?
“A visitar familiares, amigos, la ciudad… pero hoy está muy difícil” (y nos hace el tradicional gesto de frotarse el pulgar con el índice)
Luego la charla, inevitablemente, viró en otros temas apasionantes de la ex URSS… Yury Gagarín, Nikita Kruschev, y las cejas pobladas de Leonid Brezhnev
Pedro Martín