“Me salvó la vida”, contó el paranaense que recibió un riñón de su amiga

Una mujer le ofreció su riñón a su amigo. Los estudios revelaron que eran compatibles “como hermanos”. “Fue increíble y milagroso”, dijo Walter. La operación se realizó la semana pasada en Santa Fe y hace horas, el hombre recibió el alta.

“Recién me dieron el alta, ya estoy en Paraná”, cuenta Walter Ardinson a sus cuarenta y tres, feliz, a las puertas de una nueva vida. El martes 24 de abril, en la Clínica de Nefrología de Santa Fe, el paranaense recibió un riñón que le donó su amiga, Cristina Giménez, una chaqueña que se afincó en la capital entrerriana hace unos cuatro años: un tiempo que le bastó para mostrar de sobra de qué está hecha.

“Donar te salva la vida. TE SALVA LA VIDA”, insiste Walter, a quien le cuesta un poco hablar, pero se esfuerza en remarcarlo porque lo quiere dejar bien claro. Y después de un silencio y un suspiro, agrega: “A ella se la salvó, porque dice que donar es un acto de ella, que no lo hace pensando en otra cosa; y en ese acto, ella me salvó la vida a mí”. “Es un ser maravilloso. La adoro”, intenta resumir la grandeza de su amiga para que la imaginemos.

Todo comenzó alrededor de 2013, cuando los unió la ONG espiritual El Arte de Vivir en Paraná. Walter estaba en proceso de diálisis porque sus riñones ya estaban fallando demasiado, y fue allí en busca de meditación, sobre todo para cuidar que no enfermara también su mente. Ahí la conoció a Cristina, recién llegada del Chaco, quien no tardó demasiado en preguntar de qué eran esos pinchazos.

“Yo tengo un riñón y es tuyo”, cuenta que lanzó la mujer, sin más. Y lo repitió las veces que fue necesario, firme. Tanto así, que el hombre tardó tres años en procesarlo y aceptarlo: ella realmente quería hacerlo, de corazón, y él no le estaría quitando nada -como pensó por mucho tiempo-.

Y después vino lo “increíble”, porque no basta con la voluntad de donar. A fines de 2017, los estudios médicos confirmaron que los tejidos de Cristina eran compatibles con los de Walter, “como si fuéramos hermanos, o primos”, recalca.

Tras un breve proceso judicial -necesario para que se produzca una ablación cuando no hay parentesco cercano entre paciente y donante-, llegó la intervención quirúrgica y sobrevino lo “milagroso”: “Fue instantáneo. Apenas me injertaron el riñón, ya pude orinar, ahí mismo en la camilla de operaciones”, relata.

Ahora, ya con su alta, recién llegado a Paraná y a seis días de la operación que le dio una nueva oportunidad, Walter busca generar conciencia acerca de la importancia de donar órganos.

“Se necesita tanto… Sólo en esta ciudad, en los tres centros -donde realizan diálisis- hay cerca de 260 personas que necesitan un riñón. Y no es que la gente no se muera, sino que no dona”, afirma. “Son 260 personas que están esperando un ángel. Porque Cristina para mí es eso: mi ángel, mi salvadora. Ella me salvó la vida”, subraya en diálogo con Ahora.

EN PRIMERA PERSONA

Habremos cruzado dos palabras. Ella me vio los pinchazos de la diálisis y me preguntó qué era. Cuando le conté me dijo: ‘Yo tengo un riñón y es tuyo’. Así, de la nada

Tengo mis problemas renales desde antes de cumplir el año de vida. A los 37 ingresé en diálisis, lo que demanda un ritmo que te cambia la vida. Estás conectado a una máquina día por medio, cuatro horas, con cuidados muy estrictos con el tema de la comida y demás.

Hace más o menos cuatro años empecé a meditar en el grupo del Arte de Vivir, más que nada para que el dolor físico no me afectara la cuestión psíquica. Ahí la conocí a Cristina, una voluntaria del Arte de Vivir que es de Chaco pero se vino a Paraná, estaba tomando algunos cursos y ya se quedó.

Habremos cruzado dos palabras. Ella me vio los pinchazos de la diálisis y me preguntó qué era. Cuando le conté me dijo: ‘Yo tengo un riñón y es tuyo’. Así, de la nada.

Hay mucha gente que te ofrece cosas, y uno lo toma como esas frases del estilo: ‘Cualquier cosa que necesités, llamame’, ‘estoy para lo que quieras’, pero que te ofrezcan un riñón no es lo mismo, y además en mi cabeza pensaba: ‘Le estoy sacando un riñón a alguien’; como que no era un acto de donación sino como que le estaba quitando algo a alguien.

Con Cristina nos veíamos todas las semanas y siempre era lo mismo: ‘Tengo un riñón y es tuyo. Tengo un riñón y es tuyo’. Hace tres años más o menos de esto.

Hasta que el año pasado, se ve que era el momento en que lo pensé un poquito más, dije: ‘¿Por qué no?’. Así que le pregunté si estaba dispuesta a hacerse todos los estudios, porque iba a ser un camino largo y no sabíamos si éramos o no compatibles. Me dijo que sí, más convencida que yo, más que nunca. Ahí empezaron las idas y venidas.

Tuvimos que pedir autorización a un juez porque éramos familiares, y el estudio de compatibilidad nos dio como que éramos primos o hermanos, realmente increíble.

El proceso legal fue rapidísimo. En menos de 15 días estuvo la resolución, en el Juzgado del Dr. Roberto Croux -Civil y Comercial-. Nos hicieron ir a audiencias con terapista ocupacional, un psicólogo, con gente del Cucaier, con fiscales de Estado, y después a audiencias particulares, Cristina por un lado y yo por el otro, con una psicóloga y un psiquiatra. Después de eso, estuvo la autorización el juez, Iosper autorizó el módulo del trasplante y eso salió en 20 días también.

A principios de 2018, Cristina tenía un viaje, así que esperamos a que volviera y así fue. La clínica del trasplante, la Clínica de Nefrología de Santa Fe, nos dio turno para el martes pasado. Nos internamos el lunes porque había que hacer todos los prequirúrgicos el día antes, y el martes nos operaron.

El martes a la noche ya estábamos cenando, el miércoles a la noche ya caminamos, a Cristina le dieron el alta el viernes y a mí me lo dieron ayer -domingo 29 de abril-.

Mi familia estuvo todo el tiempo, mi papá y mis tres hermanos. Y los familiares de Cristina llegaron el miércoles del Chaco. Pero la Cris es una más de mi familia: mis hermanos ya le dicen ‘hermana’“.