El trabajo de los peritos de cereales tiene particularidades desconocidas y su conocimiento les permite abrir muchas puertas. Este es el caso de la Perito en Cereales, María Evangelina Malarín, quien en diálogo con NUESTRO HOMBRE DE CAMPO nos cuenta su experiencia, las puertas que se le abrieron y la pasión de recorrer miles de kilómetros sumando más de 30 ciudades para cumplir con su trabajo de inspecciones de cereales en empresas y puertos. El esfuerzo, la tenacidad y venciendo a los miedos le han permitido en poco tiempo empezar a hacer realidad sus sueños.
“Estudié en el 2003 en el Instituto Ceres de San Salvador como todos los estudiantes de la zona. Enseguida conseguí trabajar en algunos molinos arroceros de San Salvador. Luego durante 10 años en el Instituto Ceres dicté una materia de la carrera. A raíz de un contacto logré ingresar a trabajar en Cotecna Inspección Argentina”, indicó.
Logré emigrar “porque habían realizado una convocatoria a peritos de Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, mandé un mail y me convocaron en marzo de 2019”.
“Estuve haciendo inspecciones desde mayo en Nogoyá, en Concepción del Uruguay, donde se hacen en el puerto y me pude poner el tanto de la actividad portuaria que es fascinante. En julio me trasladaron a San Martín de las Escobas (Santa Fe), un pueblo que no es muy conocido, pero es hermoso y está a 350 km de San Salvador, y muy cerquita de San Vicente y Susana que es conocido por las cosechadoras”.
“En esos lugares hacía inspecciones sobre soja. En octubre me llamaron para ir al Puerto de San Pedro donde tuve que controlar maíz Flint, orgánico y de muy buena calidad. Se cargaron 7.200 tn en el barco Crecida de bandera liberiana que se fueron a China. Para que tengan una idea en el barco se cargaron el equivalente a 241 equipos completos”, mencionó.
El Puerto de San Pedro se está por declarar como uno de los puertos orgánicos de Sudamérica. Allí hay mucho movimiento de la producción, al igual que en Villa Constitución.
NUEVOS DESAFIOS
Después de estar un mes cargando el barco en San Pedro me convocan para realizar una gira por Córdoba. Una gira de 8 días donde recorrimos 2.200 km. Después fui a Zenón Pereira, San Francisco, Almafuerte, Río Tercero, Córdoba y Sinsacate, donde realicé la última auditoria y regresé el 3 de diciembre.
Para mí era todo nuevo porque no conocía y entrar a Córdoba manejando era un obstáculo difícil, pero lo pude hacer y cuando quise acordar estaba en el centro a la vuelta del Arzobispado.
Después vine a San Salvador y tuve que viajar a Buenos Aires en los primeros días de enero a las oficinas de la empresa que no las conocía. Me estaban esperando porque esa noche entraba un barco de cebada cervecera para maltería. Pero tenía que volver a San Salvador porque estaba con mi mamá, y una amiga, en su último viaje que realizamos juntas. Así que después del mediodía vinimos a San Salvador e inmediatamente regresé a San Pedro. Estuve una semana trabajando, donde controlé la calidad de la cebada, pero en la marra del puerto porque ya le habían hecho un primer control de calidad. El barco se llamaba Asia Spirit, de bandera de Hong Kong, y la cebada tenía como destino Colombia.
Como el río estaba muy bajo se cargaron tres bodegas y después el barco fue hasta el puerto de Las Palmas y se llenaron las otras dos bodegas que restaban. La particularidad de ese barco que era de origen chino y había traído fertilizantes hasta Río Grande (Brasil) y estaba todo sucio y no se lo podía habilitar. Estuvimos con los chinos en discusión hasta que lo limpiaron, pero después de tres días.
Luego viajé a Santa Fe, donde recorrí 19 ciudades y visité 25 comercios para hacer auditorías de soja. Ese viaje fue muy lindo desde el 20 de enero hasta el 7 de febrero, cuando me llamó mi papá con la triste noticia que había fallecido mi mamá. Después volvió a Rosario y pude conocer pueblos preciosos como San Justo, Videla, Santo Domingo, un pueblo muy chiquito donde era la única persona en el Hotel y tenía la llave de ingreso y de la habitación. Pasé por Felicia, Pilar.
LA CULTURA DE LOS PUEBLOS
Además, me gusta conocer el lugar y visitar las Iglesias donde siempre hay cosas interesantes. En Videla, por ejemplo, el fundador y la señora están sepultados en el medio de la Iglesia. Nuevo Torino fue fundado por Guillermo Lehmann, con la particularidad que todos los pueblos de la zona tienen nombre de mujeres porque dicen eran amigas de Guillermo Lehmann y el único pueblo fundado por Lehmann que no tiene nombre de mujer es Nuevo Torino, porque había llegado una inmigración de Turín. Son pueblos muy metedores, destacó.
Estuve en Humboldt, en San Carlos Centro, que tiene una enorme cantidad de fábricas, como la de caramelos Lerhitier, la de campanas Belini, la famosa cristalería de San Carlos, la malta El Pocillo, y la mayoría tiene uno o dos trabajos. Pasé por Santa Clara de la Buena Vista, María Susana, Carlos Pellegrino, Monje y Díaz, donde hay una agropecuaria que tiene más de 100 años y viene de varias generaciones. Estuve en Carcarañá y Bustinza, donde me quedó el aroma del aceite de soja y está la fábrica de cauchos.
Otros pueblos que visité fueron San Gerónimo Sur, donde fui a ver la estación de trenes vieja, que está hecha todo a nueva y funcionan varias oficinas. La gira la terminé en Rosario haciendo un total de 3.200 kms.
Luego a fines de febrero me fui a Córdoba, donde estuve en cuatro ciudades, Luque, Calchin, Villa María y Arroyo Cabral, haciendo mi trabajo. En Luque, un pueblo de 6.000 habitantes donde está la fábrica de Drean y ocupa 1600 puestos de trabajo. Enfrente al Hotel está el parque industrial, donde hay fábricas de galletitas, de envases de polietileno, de pilares de alta densidad, de pastas y una empresa que estaba armando un robot que hacían unas piezas que después las ocupan en los lavarropas. Es impresionante el movimiento económico.
La particularidad de Arroyo Cabral es una zona maicera donde hay aceite de maní, prensadoras de aceite y hacen el maní para confiterías. Ese aroma que tiene el pueblo donde hay fábricas de aceite es muy lindo, agregó.
TRABAJO EN MEDIO DE LA CUARENTENA
La cuarentena la tomó en San Salvador, “donde estábamos pendientes del trabajo porque sabíamos que teníamos que salir en la época de la cosecha de la soja. Gracias a Dios me tocó ir a Concepción del Uruguay, donde a la mañana trabajo en el puerto y a la tarde en la oficina, con todos los recaudos necesarios con el permiso para circular, barbijos, guantes, anteojos de seguridad. Al entrar al puerto te toman la fiebre y te toman todos los datos. Yo no tuve problemas, cosa que no sucedió con otros compañeros adonde no los dejaban entrar a los pueblos”, apuntó.
El trabajo de Perito me ha posibilitado conocer mucha gente y tener amigos en distintos lugares, sobre todo en San Martín de las Escobas y en San Pedro, donde la gente se saluda amablemente, y en San Pedro con una costanera muy hermosa.
La actividad portuaria es fascinante y aunque por la cuarentena se suspendieron varios cursos voy a hacer otros cursos para seguir superándome. Por ejemplo, para inspeccionar las bodegas de los buques, y otro por el que se determina la carga que tiene un buque en base a la línea de flotación y a las mediciones que se realizan en base a las reglas de los barcos, indicó Malarín.
Acerca de las particularidades de la actividad portuaria destacó “el movimiento, la organización y si bien uno puede saber mucho de teoría, no hay como la práctica. Lo mismo sucede con el arroz, donde se estudia la teoría, pero lo bueno está en entrar en un molino arrocero donde podés ver el tipo de pulido, hasta qué punto puede estar pulido, el quebrado que es tan sensible. Con el maíz pasa lo mismo, que como era orgánico no se podía fumigar. Pero a veces venían infectados y teníamos que mandarlo para atrás para colocarlo en silo y ponerle tierra de diatomea que es un insecticida orgánico. También aprendí mucho de cebada, a la que se la hace un análisis para determinar la capacidad germinativa. En el análisis tenía que cortar perfectamente por la mitad 50 granos de cebada y eso lo hacía cada dos horas, y me acostumbré a ver el detalle. Esto lo había estudiado, pero no la había implementado en la práctica”.
El barco debía llevar entre el 98 y el 100 por ciento de la calidad germinativa, agregó.
Finalmente, a modo de consejo a los jóvenes les pidió que “estudien y traten de hacer su sueño realidad. Que corten por lo que no les gusta y se inclinen por lo que desean hacer. Si uno es mujer puede pensar que hay cosas que no podría hacer, pero no, los miedos te paralizan, entonces hay que cargar la mochila y salir porque el título y la chapa en la puerta, como decían mis padres, no te la saca nadie, lo que hagas después no importa. El estudio me abrió muchas puertas y me ha permitido vivir muchas cosas que ni imaginaba vivir, por eso estoy orgullosa de mis padres, y aunque a veces es más costoso para las mujeres, les recomiendo que estudien el curso de recibidores de grano que es de un año y te abre un montón de puertas”.
Siempre que llega un barco al puerto empiezo a ver de qué bandera es, es donde viene, a investigar sobre ese país, que en definitiva, hace a la cultura de una persona. Y hay que dejar de lado los miedos porque yo me fui a San Pedro sin saber adónde quedaba y tenía que estar al otro día a las 8 en el puerto, venciendo obstáculos y con un objetivo definido, terminó diciendo María Evangelina Malarín. Entrevista: Fernando Rodríguez.