Los entrerrianos que tuvieron que pasar una odisea para regresar al país

Son de Villa Elisa y San José y estaban varados en Cancún desde hace un mes. Tuvieron que volver a comprar un pasaje carísimo para retornar.

El miércoles, cerca de las 20.30, aterrizó en el aeropuerto internacional de Ezeiza el vuelo -mal llamado de repatriación- de Aerolíneas Argentinas con pasajeros provenientes de Cancún. Entre ellos venían Mariela Putallaz, de Villa Elisa, quien coincidió en México con Hernán Tournour y Guillermo Micheloud, oriundos de San José.

A pesar de que ya tenían pago el boleto de regreso con la aerolínea Aeroméxico, tuvieron que desembolsar 52.000 pesos para viajar con la compañía de bandera, ya que no se aceptaba el endoso del pasaje.

A sus casas llegaron recién 24 horas después de arribar a Buenos Aires, tras un insólito periplo.

Mariela contó que se había ido hace más de 40 días. Fue el 9 de marzo, cuando viajó para disfrutar de unas vacaciones soñadas en las playas de Tulum y Cancún. Dos días después, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al coronavirus como pandemia, pero pasó un tiempo para que muchos países consideraran medidas para contrarrestar su avance en distintos países: en Argentina se decretó el aislamiento social preventivo obligatorio recién el 20 de marzo, luego de implementar previamente algunas acciones de prevención; y en México, el presidente, Manuel López Obrador, todavía minimizaba el alcance de este flagelo que azota al mundo y ya causó más de 190.000 muertes.

Mariela había comprado los pasajes en junio de 2019, a través de una oferta acorde a su presupuesto, con tarjeta de crédito y en cuotas. El boleto ida y vuelta le costó prácticamente la mitad de lo que tuvo que abonar para volver esta semana. Su fecha de retorno original era el 23 de marzo. Sin embargo, unos días antes, recibió el aviso de que este vuelo había sido cancelado, ya que desde el 16 de marzo se prohibió el ingreso al país de aviones que no pertenezcan a la flota de Aerolíneas Argentinas. La joven se fue desde Tulum a Cancún para estar más cerca del aeropuerto, donde pasó su primera noche intentando encontrar una alternativa para volver a su casa.

Los días siguientes se fue a un hostel y llenó interminables formularios en la página web de la Embajada Argentina en México con la esperanza de recibir ayuda. Y durante varios días regresó al aeropuerto de madrugada intentando en vano quedar anotada en alguna lista de pasajeros que abordarían algún avión repatriando gente.

“Ya estoy en mi casa en Villa Elisa, después de 24 horas de viaje desde que llegó el avión a Ezeiza. Fue una locura”, contó a Uno, y lamentó la desinformación con la que fueron recibidos en el aeropuerto.

Según comentó, primero los llevaron hasta la terminal de Retiro, y les señalaron que tenían que esperar a otros pasajeros que llegaban desde Panamá a la madrugada, para salir todos juntos en un micro. “Nos dijeron que llegaban a las 2 de la mañana, después a la 3. La cuestión es que terminamos saliendo en un colectivo a las 6”, señaló.

En el transporte iba gente de Corrientes, Santa Fe y otros lugares. Pasó por Rosario, Santa Fe, y a los entrerrianos los dejó en Paraná, a 230 kilómetros de Villa Elisa. No les quedó más opción que pagar un taxi, que debido a la distancia social no los dejó compartir el viaje para abaratar el costo. “Éramos tres, pero no nos pudimos ir juntos en el taxi. Viajé sola y me costó 7.000 pesos. En la Terminal de Paraná no podíamos quedarnos porque no hay baños habilitados, salir de ahí tampoco, por la cuarentena”, explicó.

Ya sin dinero disponible, Mariela refirió: “A los 7.000 pesos del taxi se los dejó mi hermana a la Policía cuando yo estaba llegando a Villa Elisa. Y con los 52.000 pesos del vuelo también tuve ayuda de mi familia, si no era imposible comprarlo”.

En este marco, afirmó: “Era la única opción de volver. En Aeroméxico me habían reprogramado el vuelo para el 4 de mayo, sin costo adicional, pero a los tres días lo cancelaron. Ahí nos llamaron de Cancillería para ofrecernos comprar el pasaje con Aerolíneas Argentinas, y dijimos que sí, porque no teníamos certeza de que finalmente Aeroméxico nos trajera”.

Se estima que en México todavía quedan unos 1.500 argentinos varados. A muchos les cancelaron también el vuelo que les habían reprogramado para mayo y se lo pospusieron para julio. La desesperación es una constante en esas instancias, ya que muchos se quedaron sin recursos para solventar la estadía, y el Consulado Argentino no les brinda ninguna ayuda. “A nosotros la única persona que nos sacó del piso del aeropuerto fue Rocío Sanoja, que es mexicana. Ella, con su grupo de voluntarios, nos ayudó y nos mantuvo unidos, organizados, juntos y contenidos. La única ayuda recibida fue del pueblo mexicano”, advirtió Mariela unos días antes en sus redes sociales. Sobre este punto, manifestó: “Estuvimos varados un mes. Rocío Sanoja nos llevó provisiones unos cuantos días al aeropuerto, y a través de la Secretaría de Turismo de Cancún nos consiguió un hostel para que nos alojáramos sin cargo. Éramos 50 argentinos de distintas provincias y había 30 personas más de otras nacionalidades”.

Para comer recibían donaciones, y si no hacían un fondo comunitario para comprar provisiones, o adquirían cosas por su cuenta. “Yo usé la tarjeta de crédito los últimos días, porque ya no tenía plata, y no pude sacar dinero en ningún cajero”, comentó Mariela.

“Vivimos una historia como de Gran Hermano, éramos muchísimas personas conviviendo”, comparó, y aclaró: “Nos organizábamos para hacer el desayuno, el almuerzo, tratando de no estar amontonados para respetar la distancia social. Me traje los contactos de un grupo de gente que conocí y quedamos en visitarnos en un futuro y hasta en hacer un viaje juntos”.

La joven villaelisense aseguró que ahora que pudo volver tratará de mirarle el lado positivo a toda esta experiencia. No obstante, compartió los sentimientos que tuvo en los días de incertidumbre que atravesaron, cuando no contaban con ninguna fecha confirmada de regreso: “Al principio era desesperación, después angustia, y luego fuimos aceptando la situación. En el hostel había un chico que daba clases de yoga y hacíamos actividad, ya que en el interior de este alojamiento había una bicisenda donde podíamos caminar, y eso nos ayudaba a estar mejor”, expresó.

Acto seguido, lamentó: “Nunca hubo una comunicación ni de Embajada, ni de Cancillería, ni ayuda. Nos enterábamos de todo por los medios o las redes sociales. Eso fue lo peor: no tener una voz oficial sobre lo que estaba pasando, que nos sorprendió a todos”.

Ni bien llegó a Villa Elisa, Mariela se encerró en su casa a cumplir los 14 días de aislamiento. Recién después de dos semanas podrá volver a su trabajo, donde comprendieron la situación.

Sin poder abrazar a su familia, reflexionó: “Mi hermana me había dejado unas provisiones y me trajo mi perro y mi gato, que los cuidaba ella en mi ausencia. Mis sobrinas querían verme aunque sea desde el auto y nos saludamos a la distancia, me tiraban besos desde lejos y tuve que aguantar las ganas de ir a abrazarlas. Es terrible no poder saludar a la familia, pero ya habrá tiempo para eso”.

Por último, confió: “Todavía no caigo, es como si hubiese sido una película cuando nos fueron a buscar para llevarnos al aeropuerto. Fue muy extraña la sensación, era como irreal, con sentimientos encontrados, porque nos encariñamos con un montón gente que conocimos, pero a la vez queríamos volver a casa, aun sabiendo que no regresamos a nuestro mundo tal como lo conocemos, sino a esta versión en la que no podés abrazar a tus seres queridos y tenés que estar encerrado”.

“Esta es una nueva experiencia, que al principio cuesta comprender, pero debe dejarnos un aprendizaje a todos”, dijo, y concluyó: “Lo que rescato ahora de todo esto es la solidaridad de las personas que nos ayudaron en México. Estaré siempre agradecida”. Fuente: Uno.