Este 24 de marzo se cumple un nuevo aniversario del golpe de Estado de 1976, cuando llegó la más sangrienta dictadura militar en nuestro país.
Hubo miles de desaparecidos en todo el país, entre ellos cuatro jóvenes que habían nacido en San Salvador.
PERFILES DE LOS DESAPARECIDOS DE SAN SALVADOR
MÉNDEZ,ORLANDO RENÉ.
Nace en Entre Ríos, localidad de San Salvador, el 10 de noviembre de 1946. En abril de 1970 se casa con la neuquina Leticia Margarita Oliva (ver su registro). Orlando René “Toto” Méndez, trabajaba en una fábrica de acondicionadores de aire. Era integrante del Movimiento de Inquilinos Peronista (MIP) en el Barrio de San Cristóbal de Capital Federal. El 21 de octubre de 1976, es secuestrado cuando se dirige a una reunión de dicha organización. Su hija Laura de tan solo 11 meses de vida iba con él. Los llevan a ambos a la ESMA; Orlando llega muerto ya que se toma la pastilla de cianuro para no entregarse con vida. La beba es recuperada por su madre, a posteriori también secuestrada-desaparecida.
CAZACHKOP SITCOFF, GREGORIO 8 de agosto de 1932 en San Salvador, Entre Ríos, trabajaba en una fabrica donde era delegado sindical. Fue detenido y desaparecido el 25 de noviembre de 1976 en San Fernando, provincia de Buenos Aires.
CAZACHKOP SITCOFF, PEDRO Nacido el 9 de enero de 1936 en San Salvador, Entre Ríos. Casado, comerciante. Detenido y desaparecido el 25 de noviembre de 1976 en San Fernando, provincia de Buenos Aires.
VELZI, ALBERTO TOMÁS nació en Villa Elisa, Entre Ríos, el 25 de marzo de 1945. Su infancia transcurrió en la localidad de San Salvador. Era el mayor de quince hermanos. A los ocho años sus padres lo hicieron ingresar en la Abadía del Niño Dios, en Victoria (Entre Ríos) , donde permaneció hasta los 18 años, edad en la cual deja la Abadía e ingresa a la Facultad de Ciencias de la Educación de Paraná, mostrando ya su inclinación por las carreras humanísticas.
Luego de conocer al Pbro. Ernesto Leyendecker, a quien apreciaba como a un padre, comienza la carrera de Filosofía en la Universidad Católica de Santa Fe. También se desempeña como docente en la misma casa de estudios, dado que por su formación anterior, dominaba el latín y el griego.
Habita para entonces en el Colegio Mayor Universitario. Integra la Comisión de Reformas de la Universidad, así como el MEUC (ver más adelante), de una manera activa y comprometida. Habiendo egresado en 1971, fue Secretario de Prensa de la Universidad, regente por un corto período de la Escuela Industrial Superior, e integró posteriormente la Comisión Directiva del MODUL (Movimiento de Docentes de la Universidad del Litoral).
Así mismo fue profesor en la Universidad Católica, en la Universidad Tecnológica y en la Universidad del Litoral, como así también del Instituto Superior del Profesorado de Coronda. Quienes lo conocieron profundamente –tal el caso de su hermana Silvia- afirman que Alberto tenía el temperamento del hombre de campo, tranquilo, bueno, honesto y muy trabajador.
Este temperamento se vio complementado con la formación filosófica y cuando la realidad lo demandó en forma acuciante, como toda la generación de la época respondió desde esa totalidad como algo natural surgido de la sensibilidad del hombre. El idealismo y el compromiso surgieron de manera espontánea.
Fue secuestrado a la edad de 32 años el domingo 21 de agosto de 1977. Se lo llevaron de su casa del Barrio Sargento Cabral de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Alrededor de 15 represores actuaron impunemente en el hecho.
La compañera de Velzi en aquel momento –Liliana Mabel Díaz, luego jueza con el tiempo- tenía 26 años y un embarazo de dos meses a cuestas aquella noche. Entre los represores reconoció al que luego llegó a Mayor del Ejército y como civil fue un empresario inmobiliario exitoso: Benito Guglielmone (ver el matutino “Rosario12” del 20-12-2015). Lo reconoció por el anillo de sello que tenía en el dedo meñique, anillo que había visto en otras ocasiones anteriores ya que este sujeto, noviaba con una amiga suya. Cuenta además Liliana que los invasores se robaron una colección de libros y un kilo de oro entre otras pertenencias. Velzi nunca más apareció con vida.
La versión de otro represor dice que “se les quedó en la tortura”. Según datos aportados por el investigador de DD.HH. Sebastián Álvarez –hijo de desaparecidos-, Alberto Tomás Velzi “había iniciado su militancia en el Movimiento Estudiantil de la Universidad Católica (MEUC) en los ’60 y se mantuvo siempre ligado a las agrupaciones de Montoneros.
En 1977, trabajaba junto con su pareja, Liliana Díaz, en el registro de la Propiedad y era integrante del Sindicato Judicial (Asociación Tribunales).
Hacía trabajos de imprenta en su casa. Por esos días había recibido un nuevo equipamiento de imprenta entre el que se encontraba un mimeógrafo. Quienes lo detuvieron estaban en conocimiento de la existencia del mismo”.
Esta línea narrativa de Sebastián Álvarez tiene sustento si se recuerda que en tres días, entre el 19 y 21 de agosto de 1977, en la zona, fueron secuestrados-desaparecidos 7 integrantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (brazo secundario de Montoneros), su responsable asesinada (Elsa Raquel Díaz) y Velzi como se dijo antes también “desaparecido”.
Parecería que todos estos hechos están ciertamente concatenados. A fines del año 2017, Velzi, excelso profesor, fue homenajeado en la Facultad de Filosofía junto a otros estudiantes de esa disciplina también secuestrados y asesinados. También, hoy, una calle del pueblo de su niñez, San Salvador, lleva su nombre.
Y en esa misma localidad, el 24 de marzo de 2015, en nuevo aniversario del golpe, se llevaron adelante proyecciones audio-visuales alusivas a la fecha, y la presentación de: “Alberto Tomás Velzi: Un trabajador del lápiz”, un avance de la investigación sobre su historia de vida, llevada a cabo por “Jóvenes X la Memoria 2014”, ISAL.
QUE PASO EL 24 DE MARZO
El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas realizaron un golpe de Estado. Derrocaron a la entonces presidenta constitucional María Estela Martínez de Perón y dieron comienzo a una dictadura.
El mismo día del golpe, la Junta tomó varias medidas: declaró el Estado de sitio; suspendió la actividad de los partidos políticos; intervino los sindicatos; prohibió el derecho de huelga; instaló la pena de muerte para delitos de orden público; impuso una férrea censura de prensa y removió los poderes ejecutivos y legislativos nacionales y provinciales.
En suma: clausuró todas las instituciones fundamentales de la vida democrática.
Entre 1930 y 1983, la Argentina sufrió seis golpes de Estado.
Sin embargo, la expresión “terrorismo de Estado” sólo se utiliza para hacer referencia al último de ellos porque en aquella oportunidad existió un plan represivo sistemático para disciplinar a una sociedad que venía de una fuerte movilización y organización social y política. Además de encarcelar, perseguir y condenar al exilio a militantes políticos, la dictadura aplicó una metodología de terror específica: la detención y desaparición forzada de personas, las torturas sistemáticas —entre ellas los delitos sexuales— y el secuestro y apropiación de menores. Para esto se utilizó la fuerza pública estatal de manera ilegal y se instalaron más de 500 centros clandestinos de detención, muchos de los cuales funcionaban en instituciones públicas como comisarías, escuelas y hospitales.
Por otro lado, la dictadura implementó un plan económico que erosionó fuertemente el modelo industrializador que desde la década de 1940 había permitido el desarrollo del mercado interno y la generación de empleo que le dio fuerte protagonismo al movimiento obrero organizado.
El reverso del terror estuvo en la lucha y la denuncia emprendida por los organismos de Derechos Humanos que, incluso, durante los años de la dictadura, resistieron y reclamaron por la vida de los desaparecidos y las desaparecidas, construyendo lo que con el tiempo sería la demanda por memoria, verdad y justicia.
Desde los primeros años de la democracia, comenzó un largo proceso de justicia que, aún con sus momentos de impunidad, logró sostenerse hasta nuestros días. Aún hoy en muchas provincias argentinas siguen siendo juzgados algunos de los responsables de cometer delitos de lesa humanidad, que por esa condición nunca prescriben.