Las altas temperaturas generaron caídas de hasta el 35% en la producción de leche

Si bien hubo pocas muertes de vacas de tambo, la ola de calor en los últimos 10 días de enero implicó una fuerte caída de la producción de leche. Las temperaturas mínimas muy altas conspiraron para que la vaca no pueda descansar e incluso para que se ralentizara a niveles nunca vistos la recuperación.

Un productor del norte de Córdoba, muy afecto a los números indicó a TodoAgro: “En los 9 días que duró la última ola de calor, desde el 21 de enero al 30 de enero bajamos 26% la producción”. Cifras similares se repitieron en sistemas pastoriles o híbridos con poca sombra y con poca infraestructura para refrescar o colaborar con el bienestar de las vacas.

Una decena de tambos consultados por TodoAgro dieron cuenta de caídas desde el 9% al 35% por el impacto de la ola de calor. Un tanto mejor le fue a los sistemas estabulados (con techo) que perdieron producción en el orden del 10 al 15% de la producción, y en mucho de ellos se hizo refrescado de vacas.

Un profesional veterinario puntualizó que “después de los 10 días continuos de calor, el tiempo comenzó a refrescar y las vacas comenzaron a recuperarse, aunque no llegamos a la producción que teníamos antes”.

A los efectos de prevenir el impacto del estrés calórico en vacas lecheras, el  Senasa señala algunas recomendaciones a los productores tamberos, a fin de prevenir los efectos adversos del estrés calórico en sus animales productivos, como consecuencia de las elevadas temperaturas.

El estrés calórico en la vaca lechera se produce en condiciones de calor excesivo, humedad relativa ambiente elevada y radiación solar intensa, y trae aparejados diversos problemas sanitarios y una disminución del rendimiento productivo.

De este modo, el Senasa aconseja tomar las siguientes medidas preventivas para minimizar los efectos del calor:

-Crear sombras estratégicamente ubicadas en el corral de espera preordeñe y los comederos.

-Posibilitar una ventilación adecuada en la sala de ordeñe.

-Tener agua en cantidad y calidad suficiente, contenida en bebederos con capacidad de satisfacer los requerimientos después de cada ordeñe (80 a 100 litros de agua por día en vacas de alta producción).

-Darle al animal una dieta que cubra los requerimientos nutricionales, pero con una baja actividad fermentativa, a fin de reducir el calor producido en la digestión.

Recuerde que una adecuada adaptación de las instalaciones, que proteja a los rodeos lecheros del calor excesivo, se traduce en una mejor calidad de vida y un mayor rendimiento productivo.

Debe considerarse que la temperatura de bienestar para la vaca lechera, con un valor de humedad relativa ambiente del 60%, oscila entre los 7 y los 28 °C. Si los valores de temperatura y humedad superan su límite de confort la vaca tiene dificultad para disipar el calor corporal.

En este caso, los signos del estrés calórico pueden ser jadeo, salivación excesiva, aumento de frecuencia respiratoria, hipertermia (temperatura mayor a 38,5°C), menor consumo de alimentos, resistencia a desplazarse, problemas digestivos, inmunodepresión y en terneros de crianza artificial también trastornos respiratorios y/o digestivos.

Cuando el estrés calórico se prolonga en el tiempo se puede observar además una disminución de los valores de producción de hasta un 20% y problemas reproductivos tales como bajas tasas de preñez, mortalidad embrionaria y menor fertilidad en las vacas.