La separación de siameses: una hazaña con aporte de un médico oriundo de Villa Clara

Este reciente hecho científico-médico en Buenos Aires requirió planificar un procedimiento aceitado que permitiera la participación sincronizada de más de una docena de especialistas. Al frente de esa responsabilidad estuvo el doctor Paikovsky, egresado con diploma de honor de la Facultad de Medicina de la Unne, en 1994 y oriundo de la localidad de Villa Clara en el departamento Villaguay.

Medico de Clara

Vuelta. “Afortunadamente volveré después de mucho tiempo a Corrientes en noviembre, para festejar los 25 años de graduados”, anticipó el doctor Paikovsky.

Sergio Javier Paikovsky, 49 años, especialista en obstetricia y ginecología, es uno de los médicos que estuvo a cargo de la coordinación y logística del equipo de 44 profesionales que realizó una intervención quirúrgica inédita en el país: la separación de unos siameses isquiópagos, que estaban unidos por el periné y compartían genitales, aparato digestivo y sistema urinario.
La operación tuvo lugar en la Fundación Hospitalaria de Capital Federal el pasado 22 de junio, una noticia de este hecho científico-médico que estuvo en las últimas horas en las páginas y en los espacios periodísticos de los medios nacionales, por tratarse de una cirugía de alta complejidad con el resultado exitoso de tener a los dos pequeños en su casa en perfectas condiciones.
Esta hazaña de la medicina requirió una organización y coordinación logística previa tan importante como la intervención quirúrgica en sí misma. Había que planificar un procedimiento aceitado que permitiera la participación sincronizada de cuatro cirujanos pediátricos, dos cirujanos plásticos, tres urólogos, un cardiólogo, tres anestesiólogos, enfermeros y médicos legistas.
Al frente de esa responsabilidad estuvo Paikovsky, un médico graduado en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional del Nordeste (Unne) en 1994 con diploma de honor (con promedio superior a ocho y sin aplazos). En su rol de subdirector de la Fundación Hospitalaria (FH), centro sanitario donde se realizó la separación de los siameses, el doctor Paikovsky pensó a lo largo de dos meses cada paso a seguir para que el proceso quirúrgico fuera exitoso.
“Pensamos cada paso, cada situación posible, hicimos brainstorming para que no se nos escapara nada. A veces puede suceder que lo más banal lo pases por alto y lo das por hecho: eso es lo que puede complicar un plan”, expresó Paikovsky.
El procedimiento para la separación de los siameses Gianluca y Santino Figueroa tenía veinte etapas minuciosamente previstas. “Ese paper con las definiciones y logística se la hicimos llegar a cada uno de los profesionales intervinientes era una suerte de libreto de la obra teatral, en la que se describía la coreografía y el momento en que debía entrar cada uno”.
Los detalles que describe Paikovsky con matiz de divulgador esconden un escenario complejo marcado por dos camillas de cirugías montadas y con cambios de equipamiento de microbisturíes, microscopios y hasta lámparas cialíticas alquiladas para la ocasión.
El equipo de 44 profesionales se entrenó durante varias jornadas con muñecos que simulaban ser los pequeños Figueroa. De esa manera se ajustaba cada paso planeado y la circulación de los diferentes equipos de especialistas. Una vez separados los niños, medir los movimientos, por donde desplazarse para no tocar un equipo, no complicar el trabajo del otro, por dónde hacer entrar un equipo, etcétera.
“Salió tal cual estuvo planeado porque afortunadamente no nos encontramos con ninguna complicación. Digo esto porque a pesar de haber estudiado a los chicos con los mejores instrumentos de diagnósticos por imágenes, a veces la anatomía se revela y es otra, y en esos casos hay que improvisar, pero gracias a Dios eso no ocurrió”.

Consentimiento informado
Junto con el doctor Paikovsky, la coordinación estuvo bajo la responsabilidad del doctor Pablo Marantz, director de la FH y de la coordinadora de Cirugía Pediátrica de FH, doctora Carolina Millán.
El marco legal de la intervención de separación fue un tema que se tuvo en cuenta. El jefe de cada especialidad interviniente detalló y quedó asentado en un documento legal las eventuales complicaciones a corto, mediano y largo plazo.
Esta consideración tiene su fundamento en el cumplimiento de la Ley de Derecho del Paciente, en cuyo marco se pone en conocimiento (en este caso a los padres de los chicos) de todos los detalles hasta los más mínimos de la cirugía a los que serían sometidos. Esas apreciaciones quedan asentadas en lo que se conoce como “Consentimiento informado”, que es firmado por el paciente o tutores en este caso previo análisis de los asesores legales del centro sanitario y obra social.
“Se asume una responsabilidad muy grande. Imagínese si dentro de 20 años aparece uno de estos chicos y manifiesta una anomalía en su salud, y que de haberle informado a su madre que esto le podría suceder no habría tomado la decisión de la cirugía, generaría toda una complicación con connotaciones impensadas”, explicó Paikovsky.
Previendo esta circunstancia no deseada, el matrimonio Figueroa fue informado y estaba al tanto de todo el procedimiento al que iban a ser sometidos sus hijos, respaldaron a los profesionales y autorizaron el operativo quirúrgico que se transformó en inédito para la medicina argentina.

De Villa Clara a Corrientes
El doctor Sergio Paikovsky nació en Villa Clara, un municipio que pertenece al Departamento de Villaguay, en la provincia de Entre Ríos. Tiene unos 2.500 habitantes. “Yo digo que mi pueblo es de primera, porque si pones segunda ya se termina”, dice con picardía.
Tuvo la oportunidad de ser becado para estudiar en la UBA, pero eligió Corrientes por temor a no adaptarse a la gran ciudad “y agradezco a Dios que Corrientes y su gente se hayan cruzado en mi vida”.
Hijo de un empleado de comercio y una docente, Paikovsky llegó a la Facultad de Medicina de la Unne, con un solo objetivo: recibirse en el menor tiempo posible, “porque el bolsillo de los viejos no daba para mucho”. Y así fue nomás, logró graduarse en el año 1994, seis meses antes de lo estipulado para una carrera hecha en tiempo y forma.
“Hoy que tengo hijos y también a los de mis amigos, les sugiero que no hagan lo que hice, me perdí de muchas vivencias. Imaginate, los sábados en lugar de ir a bailar, me iba a la guardia del Hospital Escuela porque eran los días más intensos y se podía aprender un montón… pero bue… no soy normal, ya está”.
Señala uno a uno los docentes que lo marcaron: Bogdan Popescu; Esteban Ibañez, los recientemente fallecidos Antonio Terraes y Julio Domingo Civetta. A todos los agrupa como profesionales con unos valores morales que lo marcaron en la profesión.
“Me acuerdo el primer día de clases con el doctor Terraes en el aula de la Morgue donde había 400 sillas y otros 800 estaban parados, y nos dijo después de hacer un paneo: lamento comunicarles que de ustedes se va a recibir el 10 por ciento. Se equivocó el doctor, ¡nos recibimos menos del 10 por ciento!”.
“Imposible de olvidarme del doctor Civetta que nos decía: ‘Mientras ustedes no tengan en la cabeza que el paciente no va al consultorio a buscar una receta sino a tener un profesional que lo escuche, no van a ser buenos médicos’”.
“Busqué internalizar el ejemplo de esos señores médicos y profesionales que reafirma el valor moral que cada uno trae de su casa. ¡Cómo no voy a estar agradecido a la Unne y a la educación pública y gratuita! Afortunadamente volveré después de mucho tiempo a Corrientes en noviembre próximo para festejar junto a todos mis compañeros 25 años de graduados, oportunidad que aprovecharé para saludar a mis tíos y primos con quienes me une una estrecha relación”, concluyó. Por Juan Monzón Gramajo para El Litoral