Hace muchos años que estamos en situaciones lamentables y los resultados eleccionarios nos vislumbran que no podemos sostener un proyecto de país a largo plazo.
*Por el Dr. Maximiliano Vinacur
Desde la independencia, ocurrida a principios del siglo XIX, hasta la Constitución de 1853, la Argentina tuvo muchas guerras civiles, dictaduras y preludios de democracia, una cantidad de próceres malogrados que se fueron a la muerte con una tristeza y profundo dolor en el corazón, como fue el caso de Belgrano, San Martín o Moreno.-
Pero sin hacer historia, lo que nos pasa hoy es que tenemos una declinación cultural galopante, es espeluznante la pérdida estrepitosa de valores que tenemos como sociedad, nuestro problema es axiológico y moral.
Argentina demuestra que es exitista y no exitosa, ha hipotecado la esperanza que el mundo tenía en la recuperación de su seriedad institucional, tristemente volveremos a ser un circo sino empezamos a construir visión a largo plazo.-
Hemos pasado de la cultura del esfuerzo a la cultura de la queja, esta generación contemporánea destinataria de las políticas populistas y la vida ajena al sudor da como fruto ser “vivo”, la patria no es el otro, la patria es “vivir del otro”, este ciudadano necesita triunfos urgentes, es un existista, no existoso. El exitista sufre ansiedad y necesita controlarla con veloces proteínas al autoestima, se conforma con dádivas porque no puede esperar, la ventaja del “vivo argentino” es a corto plazo, ahora, ya, las soluciones que aporta para satisfacer sus necesidades están lejos de ser una solución, sino su apariencia.
Este individuo es resentido, su pequeño triunfo es la desgracia del prójimo y su meta es vivir a costa del estado y del esfuerzo ajeno, la envidia es la pasión del mediocre. Muchas prebendas se han disfrazado de derecho y son “conquistas sociales”, todo debe ser gratuito y solventado por la “Oligarquía Argentina”.
En este país, ser productor agropecuario/ transportista/ industrial/ empresario/ comerciante/ profesional próspero o trabajador austero y previsor, es sinónimo de ser “rico” y a éstos hay que sacarles al estilo “Robín Hood” para la causa nacional y popular.-
El piquetero y militante de calle es una víctima social que tiene derecho e inmunidad para hacer lo que quiere, pintar el cabildo, romper plazas y lugares públicos, debe tomar la calle al costo que sea para defender “las conquistas sociales”.-
Si quien produce y solventa el país cambia su vehículo muchas veces por cuestiones tributarias o de amortización fiscal es oligarca, el político roba escandalosamente y sin antifaz pero hace por el pueblo y le “cobra una comisión al país por hacer las cosas bien” y obviamente lo votamos de vuelta!!!!.
La política de domesticación social populista le enseñó a la sociedad a depender de lo que su líder le daba, de lo bueno que era. Se usa mucho decir la “jefa”, el “conductor” es la palabra que aplicó también Hitler y el Duce Mussolini.
No debemos ser más hipócritas y reconocer que en nuestra mentalidad ha penetrado tanto ser “vivo”, vivir a costillas del vecino o del estado que hasta parecería humillante carecer de esta condición. Es intolerante no ser “vivo” en Argentina, este sujeto no cree en la justicia, la ley es un escollo que deber sortearse a cualquier costo, esta viveza criolla implica dar el zarpazo primero sin que importe la ley, ni la constitución ni nada, y obviamente sin que la víctima pueda devolver el golpe asestado.
Es común escuchar entre los “vivos” decir: “corruptos somos todos” como excusa absolutoria propia del rufián argentino, como si pagar menos impuestos sea igual a malversar fondos públicos para vivir como un rey.-
Lastimosamente la economía ésta antes que todo, es una concepción de valores, privilegiamos el tener por el ser, no importa robar, importa hacer a costa de lo que sea, preferimos ir de vacaciones a Mar del Plata a sacarnos una selfie con un lobo marino que pagar el almacén, o comprar la Motomel, o cambiar el celular que pagar la luz o el gas, para eso está el subsidio nacional, no es necesario estudiar y esforzarse es mejor intentar sacar el docente que nos aplaza, ¿pagar en término los impuestos que beneficio tiene? solo aspirar a ganar una licuadora en un sorteo municipal, las moratorias es para el que no paga, la refinanciación bancaria también. No queremos salir de la calesita Argentina. Es una sociedad sin premios ni castigos.
La república y las instituciones poco importan, hay que hacerse amigo del juez y no que éste imparta justicia, no interesa estudiar y formarse es mejor tener un “contacto” y entrar por la ventana, es de zonzos ir por la excelencia académica, el mérito o el concurso, es preferible el burro que el gran profesor como el tango de Santos Discépolo, para que tener todo en regla si nadie controla la nada, así mejor el estado va a cazar al zoológico con el contribuyente.
Hay que ser rico para ser exitoso dicen los “vivos”, el “tren pasa una vez”, hasta llegar al tranquilizador diagnóstico “por fin te avivaste” al que se inició en el atajo y la viveza criolla.
No queremos pagar ningún esfuerzo, nos olvidamos de las enseñanzas de nuestros ancestros inmigrantes, que no solo se cosecha lo que se siembra, también hay que regar y saber esperar; no se trata de un partido político, se trata de una concepción de la vida, de los valores, es el legajo de quienes no han visto a sus padres trabajar.
El que trabaja 4 horas quiere vivir igual al que trabaja ocho y éste igual al que hace horas extras, el que derrocha quiere vivir igual al austero; estos ejemplos dejan los modelos populistas, la castración de la cultura del trabajo y la oportunidad de vivir succionando la rica ubre del estado a expensas de los que producen.- Todos debemos tener igualdad de oportunidades pero no somos iguales.
En la Argentina de la concepción populista anti republicana ganar las elecciones implica pretender hacer lo que se quiere, no importa otra cosa, a no perder el tiempo con las instituciones y de la mano de seres despreciables como Hebe de Bonafini, Luis D’ Elia y otros cráneos hay que usar el “sicariato estatal” para ir por todo.-
La “cultura del esfuerzo” tiene que ver con la madurez, la dignidad, y el respeto, pero es un golpe extremo a la mandíbula de quienes creen en la salvación milagrosa, el facilismo, la irresponsabilidad, la pasividad, por eso es odiada por el “asesor político”, el “alcahuete”, “el lenguaraz de turno”, “el militante rentado”, “el vivo”, “el acomodado”, éste prefiere el paternalismo demagógico y vivir de la ubre del estado.-
Por eso se dice y con mucha razón en la Argentina “lo urgente impide atender lo importante”.-