“La pandemia nos ha mostrado la fragilidad de la humanidad”, apuntó el Padre Daian Vasilchuk

LA SEMANA cumplió su 40º aniversario el 14 de mayo de 2020, el mismo día en el que nació Daian Vasilchuk, pero 9 años después, el sacerdote más joven que tiene en la actualidad San Salvador.

En diálogo con LA SEMANA habló de su infancia y adolescencia que lo encaminaron hacia el sacerdocio, la experiencia de la pandemia y sus desafíos. Además, habló de las metas como sacerdote, a poco de recibirse como Licenciatura en Filosofía.

Al cumplir un nuevo año como sacerdote qué sentimientos te genera este nuevo camino que te ha deparado el Señor.

La experiencia de la vida sacerdotal ha sido muy variada en estos cuatro años. He ejercido mi ministerio como Vicario de la Parroquia Inmaculada Concepción de la ciudad de Concordia, he trabajado como Asesor de la Pastoral Juvenil Diocesana, he sido Asesor del Área Pastoral de la Junta Diocesana de Educación y Capellán en el Colegio San José Adoratrices de la misma ciudad. En los últimos tres años estuve cursando la Licenciatura en Filosofía en la Universidad Católica de Santa Fe.

Actualmente me encuentro a las puertas de mi trabajo de tesis, por lo que, en diálogo con mi Obispo, Monseñor Luis Armando Collazuol, hemos discernido la necesidad de un tiempo especial, sin tantas ocupaciones pastorales, con el objetivo de abocarme al estudio. Es por esto que en estos días se ha dado a conocer mi traslado a la Parroquia Nuestra Señora de Fátima, de la Bianca, donde estaré abocado a la investigación y a la tesis de Licenciatura.

¿Que recuerdos tenes de tu infancia y adolescencia en San Salvador y los sueños que acunabas?

Desde muy temprana edad descubrí una inquietud interior que me movía a estar inventando siempre algo nuevo para hacer: ¡Dios me ha regalado un corazón inquieto! Esto lo pueden testimoniar mi familia, mis docentes, mis catequistas, etc. Para expresar en pocas palabras como me recuerdo de niño y adolescente, diría: siempre tuve un corazón inquieto. Cuanto se presentaba, yo quería hacerlo: por ejemplo, en el ámbito social participaba en concursos, competencias, bailaba folklore, participé en el Senado Juvenil, etc. Y en el ámbito eclesial, participaba de convivencias, campamentos, misiones, encuentros, retiros y todo lo que surgiera. Quería vivirlo todo. La vida me parecía una aventura impresionante y quería explotarla. Recuerdo que, cuando era chico, mi mamá me mandabaa dormir la siesta y yo respondía: dormir es perder tiempo. Hoy no digo lo mismo, pero sí permanece el deseo de vivirlo todo intensamente y no perder tiempo.

Para un corazón inquieto como el mío, lo peor que le puede pasar es tener que quedarse quieto. La pandemia ha sido un tiempo difícil porque me obligó a frenar a todas las actividades a las que estaba acostumbrado (Misión, retiros, charlas, viajes, etc.), pero por otro lado fue una gracia para mis estudios.

También, la pandemia me ha ayudado a volver a lo esencial de la vida. A veces las personas pensamos que nuestro valor está en las cosas que hacemos, cuando en realidad está en lo que somos.

¿Cómo viviste este año de la pandemia y el desafío que se le planteo de adaptarse a otra “normalidad”?

La pandemia nos ha quitado muchos quehaceres desde los cuales nos valorábamos, y nos ha enfrentado con nuestra existencia más simple, la que somos nosotros mismos sin nuestro ritmo habitual. La nueva normalidad de la que se habla, puede ser una oportunidad para hacer más humana la vida del hombre: valorar los encuentros personales, no dejarnos absorber en el activismo, tomar conciencia de la responsabilidad que tenemos los unos sobre la vida de los otros, etc. Creo que hay muchos valores que hemos descubierto y que deben quedarse en nuestra vida de ahora en adelante.

La pandemia nos ha mostrado la fragilidad de la humanidad. Ha sido un golpe duro a la pretendida omnipotencia del hombre, lo ha devuelto a la conciencia de su ser criatura, pequeña, limitada, frágil y sobre todo le ha mostrado que debemos cuidar la vida. Hemos escuchado todo el año cuídate, quedate en casa, etc.

¿Qué posición tenes sobre el tratamiento del proyecto sobre el Aborto que se está debatiendo en nuestro país? (N de la redacción: La Entrevista fue realizada días antes de la aprobación del aborto en Argentina – Igualmente creemos interesante tener su pensamiento sobre el tema).

Me pedís unas palabras acerca del debate sobre la legalización del aborto: es paradójico que en un contexto donde la vida de la humanidad peligra por el COVID-19, los argentinos estemos pensando en destruir la vida del ser humano más débil e indefenso. El debate por la legalización del aborto, sobre el cual me preguntás, me suscita muchos interrogantes. Sigo pensando y orando las razones de cada uno.

He tenido oportunidad de escuchar los debates y los argumentos. Lo que me preocupa es la insistencia en querer quitarle entidad a los bebés en la panza de la mamá: ¡el bebé no es un “fenómeno”!

Me preocupa tanta demagogia, tanta manipulación del lenguaje, tanta irracionalidad. Estas son las estrategias de la ideología: inventar un relato, cambiar las palabras, cambiar los nombres de las cosas, porque sabe que, si llama las cosas por su nombre, confiesa su propia responsabilidad en un acto homicida.

Estos días escuchaba que un sacerdote hacía un comentario sobre la legalización del aborto yalgunas personas comentaban la noticia diciendo cosas como “por qué no habla de la pedofilia”, etc., etc. Seguramente lo que estoy diciendo suscitará comentarios de ese tipo, pero quiero aclarar que no pretendo entrar en polémicas, no me interesa en absoluto, lo que sí quisiera es dialogar. El discurso único, totalitario y totalizante no puede o no quiere escuchar al que piensa diferente. Parece que solo algunos pueden hablar y otros se tienen que callar. Esto no me parece justo. Los pecados de los miembros de la Iglesia  tendremos que pagarlos, pero no nos quitan el derecho de expresión. La Iglesia puede expresarse como cualquiera puede hacerlo.

Las ideologías nos han hecho incapaces de sentarnos a dialogar desde nuestras diferencias. Por eso, cuando alguien expresa una opinión diferente, la ideología agrede con violencia nefasta. Incapaz de diálogo, entra en un movimiento dialéctico para eliminar al que piensa diferente. Esta irracionalidad violenta es la que caracterizan los debates contemporáneos. Por eso vemos y escuchamos insultos, destrozos, agresiones, y discursos armados y aprendidos de memoria que se repiten una y otra vez.

Daian-1¿Cuáles son tus metas o sueños en este camino que tenes por delante como sacerdote?

Para finalizar, me preguntás qué sueño tengo para mi vida sacerdotal en adelante… sueño, anhelo, deseo, contribuir a pequeños cambios tanto en la Iglesia como en la sociedad. Sobre todo, quiero seguir aprendiendo a escuchar al que piensa distinto y poder dialogar en el respeto mutuo. Creo que es posible la paz, y quiero ser instrumento de paz.

Me gusta mucho pensar en Jesús. Él es la Palabra de Dios hecha carne, que se pronuncia en la historia para entrar en diálogo con la persona humana. Dios ha querido dialogar con el hombre. En nuestra capacidad dialógica está nuestra imagen y semejanza con Dios. La persona que se cierra voluntariamente al diálogo renuncia a su humanidad. La ideología busca que la persona no piense, sino que repita un discurso armado y destruya al que piensa distinto. Dios, en cambio, quiere que los hombres piensen juntos, dialoguen en paz y busquen los caminos del bien común. Para eso nos hizo inteligentes.

Agradezco a “La Semana” por hacerme esta entrevista e imploro la bendición de Dios con motivo de los 40 años de su fundación. Permanezco a su disposición para seguir dialogando.

 

DATOS PERSONALES

Daián Vasilchuk, nació en la ciudad de San Salvador, el 14 de mayo de 1989.

Realizó los estudios primarios en la Escuela Privada N° 113 “San José” y la secundaria en la Escuela Técnica N° 45 “Félix Bourren Meyer”.

Tiene 31 años y es Sacerdote de la Diócesis de Concordia.

El pasado 17 de diciembre cumplió el 4° aniversario de su ordenación presbiteral.

Fuente: La Semana – Anuario 2020