El mainumbí llegó contigo, para aletear sobre mi pecho en calma. Después durmió su diminuto sueño guaraní entre las tinieblas de mi almohada.
Vos, caminadora risa de las mañanas blancas, como el picaflor de las alturas, te echaste a volar sobre mi sombra, hasta encontrar todos los colores de la gracia, que esperaban en mi cielo de ternura.
Ya nada fue igual en la tranquila peatonal de los encuentros; ni en la grieta otoñal de las distancias.
Cada uno trabajó la resolana del abrazo, del silencio y de la pena. Cada uno buscó la leña de los antepasados y encendió, como pudo, la hoguera del amor.
Y en eso andamos. Con los ojos lluviosos de la espera, con las manos agitando la vida; y con el alma empujando las certezas.
Mientras un camión de bomberos, desde el alba, abre caminos en mi piel, rumbo a la eternidad de tu sencilla elocuencia, donde callas y me besas.
ROBERTO ROMANI
(Del libro “Resurrección de las campanas”, Ediciones del Clé, 2020). Gentileza: El Templo del Libro (Uruguay y San Juan, Paraná).