Coleccionar diversos elementos, que, con el paso del tiempo, tienen un valor inimaginable, no solo económico, sino cultural, rememoran épocas lejanas que traen a nuestra memoria momentos únicos de nuestra historia.
Uno de esos coleccionistas es Pedro Martín, vive en San Salvador, y entre otras cosas, se destaca por su colección de botellas antiguas de bares, pulperías, boliches y almacenes con expendio de bebidas.
En contacto con LA SEMANA, detalló el significado del coleccionismo y como se inició. Además, brindó detalles exclusivos de su colección, como fue obteniendo los envases y el significado que tienen con el paso del tiempo.
– ¿Qué significa el coleccionismo para vos?
Todo el ámbito del coleccionismo y de los coleccionistas tiene que ver con una pasión de atesorar una serie de piezas, elementos, objetos, etc. que por alguna razón nos llama la atención. Esto te lleva a investigar, estudiar, conocer sus orígenes, sus historias… porque muchas piezas cargan historias… conservarlas y luego compartirlas con amigos, conocidos o en alguna muestra o exposición.
Se entiende que coleccionar no solo es juntar y acumular (que de esto hay muchas personas), sino aplicar un criterio de selección y conservación, y de ahí ordenarlas. Y en esto vas a encontrar quienes coleccionan desde tapitas de gaseosas, estampillas o monedas hasta automóviles de época o de alta gama. Algunos tranqui y otros enfrascados y meticulosos, y muchas veces incomprendidos.
Los rubros para coleccionar superan la imaginación humana. ¡Hay quienes coleccionan vivencias, como estrechón de manos a presidentes, selfis con personalidades, o de besos, como el “besuqueiro”, el besador serial brasileño que se jactaba de su colección de miles de besos a famosos. Hasta Frank Sinatra cayó cuando fue a cantar al Maracaná! jaja!!
– ¿Cuál fue tu primera colección?
– Mi primera colección fueron los álbumes de tapitas de Coca Cola del Mundial ´78. Fueron dos. Uno tenía que ver con los equipos participantes (vestimentas típicas, bandera, flor nacional), los logos y las sedes del mundial. El otro con los escudos de los países que integraron los podios desde el mundial del ‘30 hasta el ´74, y un apartado de un concurso de habilidades que organizó la propia Coca Cola. Tengo uno completo, y otro al que le falta una tapita. Años después me anoticié que era una de las tapitas más difíciles (la flor de Túnez).
– La colección de botellas antiguas es muy especial…
– En estos días, y por ser el día del coleccionista (7 de enero) he compartido en los grupos mi colección de botellas antiguas de bares, pulperías, boliches y almacenes con expendio de bebidas.
Esta colección obedece a una categoría: botellas antiguas, líquido original, cerradas y nunca abiertas. Si bien en algunas botellas puede que exista un faltante parcial de líquido (deterioro del corcho y evaporación de parte del contenido, o también, por “traspiración” de la botella al sufrir variación de temperatura sobre el vidrio), esto no quita que la botella, siempre que no sea abierta, siga en la categoría de colección.
Esta colección conlleva un cariño especial en mucha gente, ya que las imágenes se replican en todas las regiones y pueblos. Y muchos recuerdos se comparten… ya que tienen, en este caso, vivencias en común. Ante una visita, inesperadamente notás, que resulta un consuelo más que razonable para los nostálgicos.
Hace unos veinte años, visitando con amigos (Hugo, Carlitos, Natalia, Lulo, Aníbal) los últimos remates de aquellos almacenes de ramos generales fui adquiriendo las botellas que allí se subastaban. De ahí también visitamos los boliches de campo que todavía subsistían y se sumaron las de algunos comercios locales.
Así conformé la base de la colección. En este rubro, no soy el único en el pueblo. El proceso de búsqueda para un coleccionista es también de aprendizaje y muy cultural. A los coleccionistas el tiempo no nos apura, y ocurre que en el momento y lugar menos pensado aparece una pieza nueva. Quizá el único apremio sea el tema del espacio.
– Cada botella tiene su historia…
– Las historias de estas botellas son muy curiosas e interesantes. La Hesperidina (año 1864) es la marca número uno de la Argentina y todavía está vigente, y tengo una de principio del siglo pasado.
Es admirable toda la línea de bebidas de las destilerías Guillermo Padilla Ltda. La caña quemada Legui (antigua botella con envoltorio de red) da el testimonio y vínculo con “Lunático”, el caballo de Carlos Gardel. La elegancia de las primeras gaseosas de vidrio labrado. Algunas extranjeras como la caña paraguaya Aristócrata que menciona Landriscina en uno de sus cuentos, o el aguardiente Velho Barreiro de etiqueta blanca que traían los motoristas de La Coral, empresa de camiones que veíamos detenerse en el pueblo.
Las regionales son muy solicitadas por los vecinos al momento de hacer memoria. Me gusta ilustrar la colección con afiches y revistas de época donde se aprecian los sponsoreos y publicidades, como los casos de Nicolino Loche con Peñaflor, Carlos Monzón con Fernet Branca o Susana Giménez con Tres Plumas, etc. También atesoro un par de botellas locales. Están fuera de esta categoría porque están vacías, son las de vidrio labrado de Isaac Fridman y Salmen Salud (naranjadas).
En estos tiempos las redes sociales han potenciado este arte y han abierto nuevos ámbitos de colección. Por eso, nada indica que vaya a desaparecer.
Fuente: La Semana / Fernando Rodríguez