Juan Pablo Oppen hace ganadería agroecológica en Gualeguaychú: “Hoy estoy con la misma rentabilidad que cuando arrendaba los campos”

Hace 163 años que el campo San Luis de Oppen, de 2.260 hectáreas, pertenece a la familia. La mitad tiene monte nativo donde siempre se hizo cría de Angus y hasta hubo cabaña. La otra mitad durante mucho tiempo se abocó a generar comida para los animales hasta que llegó el boom sojero y durante 18 años la arrendaron para agricultura convencional, con uso de agroquímicos incluido.

Hoy el campo lo maneja de Juan Pablo Oppen, que es arquitecto y no tenía relación con lo productivo, pero que un día de pronto se tuvo que hacer cargo. Esta es su experiencia:

“Hace unos 5 años, debido a circunstancias familiares, me tocó comenzar a administrar el campo y vi que había modelos productivos alternativos a aquellos que usan agroquímicos y como nunca me gustó mucho la agricultura, eso me llevo a tomar la decisión -con el consenso familiar- de ir cambiando hacia la ganadería”, cuenta Juan Pablo.

“Paulatinamente fuimos recuperando el campo que estaba arrendado y ahora se destina a producir pasto y comida para hacienda propia (y capitalizada). En esta transición tomamos el doble desafío de producir ganadería agroecológica, sin insumos químicos como fertilizantes ni herbicidas, y estamos conforme con los resultados”, añade.

Dado que el campo estaba erosionado y con muy poca fertilidad, Juan Pablo dice que generar pasto en cantidad suficiente es un proceso largo. Hoy trabajan con pasturas y la idea es trabajar con el banco de semillas que sabe que está en el campo y que “aparece cuando se lo deja descansar el tiempo suficiente”.

“Hasta ahora se ha implantado lotus, cebadilla, festuca, raygrass, trébol rojo y trébol blanco. Para mí este planteo es un desafío porque en otros campos donde trabajo sí utilizamos fertilización”, explica Luis María Luciano, médico veterinario y asesor en el establecimiento. “Aquí la producción de materia seca es un poco inferior ya que estamos en 6.000 kilos por hectárea Implantamos al voleo, en siembra directa, en convencional y con avión. Usamos una sembradora vieja de directa que anda bien. Cada pedazo del campo tiene un trato diferente según la historia del lote y cómo me lo entregaron”, comenta.

En cuanto a cifras, en recría los animales entran con 160 kilos y se van con 340, y la carga es de 1000 cabezas en 500 hectáreas, que son las que hasta ahora han pasado de agricultura a esta ganadería regenerativa. Se trabaja con pastoreo racional, que son parcelas que se van rotando según la disponibilidad del pasto, y se respetan los tiempos de descanso. Tienen un 86% de preñez, hacen entore y también comenzaron a inseminar.

“Hoy estoy con la misma rentabilidad de la que tenía arrendando los campos. La diferencia es que requiere trabajo diario y mucha planificación”, describe Juan Pablo. “Pero estoy recuperando las tierras y hemos entrado en un circulo virtuoso, así que estamos verificando que cada año que pasa es mejor que el anterior”, destaca.

En este planteo hay que hacer “calles” y redes hidráulicas para llevar agua lo más cerca posible de los animales. Estas son esenciales porque al haber muchas parcelas hay que llegar con la hacienda desde la parcela actual a la óptima para comer, que quizás está a dos kilómetros. Para ello arman callejones eléctricos que es lo más operativo y versátil porque se pueden ir cambiando, moviendo y facilitan el trabajo.

“Es más fácil andar por los callejones, se maneja mejor la hacienda porque una sola persona puede hacerlo y los animales se acostumbran y obedecen”, explica Nicolas Dezorzi, que es el encargado del campo. “Se trabaja menos y la hacienda se amansa”.

“Hoy estamos logrando fertilidad con la naturaleza, sin comprar insumos. Siempre pienso en el pobre productor que se embarcó en fertilizantes y agroquímicos que tienen precio en dólares y después está ahorcado para poder pagar lo que compró”, reflexiona Juan Pablo.

“Yo sé que si le pongo urea a la pastura va a estar mucho más alta, pero así no se sanea el campo ni tu bolsillo… Creo que esto al final es cosa de sentido común. Lo que pasa es que durante 20 años nos dijeron que sólo se podía producir si usabas el paquete tecnológico y eso estaba en la cabeza de todos. Por mi parte, estoy dispuesto a devolverle al campo lo que la agricultura convencional le sacó… y sé que eso lleva tiempo”. Por Lola López – Fotos: Laura Secchi