Susana Benítez sufrió la peor agresión por parte de quien menos lo espera una madre: sus dos hijos de 25 y 30 años. Fue golpeada cuando entraba a su casa por el mayor, mientras el otro le arrojaba agua caliente en el cuerpo. Está desalojada de su casa junto a su hija de 19 años y mientras tanto espera con impotencia.
Cada tanto se conocen historias de violencia de género que sacuden la normalidad con la que desgraciadamente la sociedad ha naturalizado su existencia. Los reclamos de las mujeres en cada 8M y 3 de junio no son en vano. Se deben a los años y años de abuso del hombre sobre lo que siempre se consideró el sexo débil; y a pesar de que se ha ganado mucho terreno en los últimos tiempos, quedan resabios alarmantes.
Susana Benítez es un claro ejemplo de ello. El domingo 11 de marzo al mediodía, cuando entraba a su casa ubicada en Goldaracena entre Montevideo y Churruarín, frente a la UP2, fue atacada por el mayor de sus hijos. Pero no todo quedó allí, porque su otro hijo aprovechó la agresión para vaciarle en la cabeza un termo con agua hirviendo.
Todo esto se inicia en agosto, cuando la mujer le pidió el departamento a su hijo mayor, que le había prestado cuando atravesaba una situación económica difícil. Una vez que consiguió trabajo le solicitó que se buscara otro lugar para vivir junto a su familia, pero esto no fue bien visto por el hombre de 30 años.
Pegarle a mamá
“Llego de hacer un mandado y delante mío entra mi hijo mayor. Yo tengo un pasillo de 20 metros de largo y noto que él iba disminuyendo la velocidad, empiezo a hacer lo mismo para evitar problemas y cuando llegamos al patio en donde él tenía que irse a su departamento y yo al mío, escucho que su concubina le dice algo que no alcancé a interpretar. Cuando llego a la puerta de mi casa, lo que traía se me cae y cuando lo voy a levantar, empiezo a sentir agresiones verbales cada vez más fuertes. Cuando me doy vuelta automáticamente recibo un cachetazo. Continuó con las agresiones verbales y me vuelve a dar otro cahcetazo. Yo respondo, pero se atravesó su pareja y se lo doy a ella. Ahí se enfureció más y me tomó del cuello y aparece mi otro hijo desde el fondo, que me tiró agua hirviendo. Tenía la cara, el cuello y la espalda quemada, incluso en el cuero cabelludo tenía ampollas”, relató Susana a ElDía refugiada en la casa de un familiar, y sentada junto a su hija. Pero lo que todavía no deja de retumbarle en la cabeza fue cuando su hijo mayor le dijo al hermano: “che boludo, me estás quemando”, y descargó el resto del agua la frente de su madre.
Susana intentó entrar como pudo a la casa, pero su hija Sofía de 19 años, que estaba dentro del departamento, escuchó que algo estaba sucediendo. “Lo primero que atiné a decir cuando salí fue preguntar qué estaba pasando, porque en sí nosotros no nos comunicábamos el uno con el otro. No teníamos relación, y ahí ella me dice que la habían quemado”, contó la joven. Su madre estaba tirada en el piso y cuando ella intenta auxiliarla, recibió un empujón contra la puerta a la que le habían roto el vidrio y se cortó el labio superior, el hombro, el codo y el antebrazo.
Lo que se hereda no se roba
Los tormentos de Susana Benítez no empezaron este año, ni el año anterior. Se iniciaron dos décadas atrás, cuando recibía los golpes de su marido delante de su hijo mayor. “Con el padre de ellos yo tuve este inconveniente, e incluso el tratamiento de la Justicia a lo que yo viví hace 21 años atrás no ha variado en nada. El más grande vivió todo eso, pero el del medio no porque era más chico. Esto hace pensar que la violencia puede ser generada por esa situación, no así con el más chico, porque tiene problemas de adicción desde hace tiempo”, manifestó.
Los problemas con sus hijos llevan al menos tres años, cuando el que actualmente tiene 25 “le pedí al padre que se lo llevara porque en un momento, estando drogado, ya me había atacado, me estaba ahorcando” y fue su hijo mayor el que la defendió. Con este último las diferencias son por convivencia, porque “se cree que al ser el mayor tiene autoridad sobre sus padres, perdió el límite y el respeto que siempre se le debe tener a los padres. Es imposible seguir conviviendo con él porque grita, insulta, empieza a las trompadas”.
Sin protección
“Cuando la entro a ella, porque la veo ensangrentada, trato de socorrerla. Llame a una familiar que nos fuera a buscar para llevarla al Hospital. Después llamé a la Policía y conté la situación. Pero mientras esperaba encerrada, veo que en el pasillo está mi hijo mayor y su pareja con un policía. Veía la escena desde la puerta y le grito al policía qué hacía que con ellos porque yo lo había llamado, porque mi hija se estaba desangrando. Ellos habían llamado a la Policia e incluso llamaron al Hospital diciendo que había una menor que se había intentado suicidar”, indicó la mujer.
Ese domingo 11 de marzo, cuando madre e hija regresaron a la casa se “encarcelaron bajo llave” para evitar otra situación como la vivida. Poco después llegaron dos patrulleros y llevaron detenidos a sus hijos porque la fiscal Lucrecia Lizzi había solicitado la exclusión del hogar, pero según informó Benítez, “el juez Figueroa determinó que no era necesario porque nos dejó sin ningún tipo de seguridad”.
“El martes cuando vamos al Centro de Salud donde nos están haciendo las curaciones, nos avisan que no volviéramos a la casa porque ellos estaban ahí. Estuvimos hasta el viernes con lo puesto, viviendo en un refugio, deambulando entre Tribunales, la abogada y todos los tramites que esto lleva y pidiendo explicaciones al Juez por qué consideraba dejarme sin protección y me decían que yo podía volver a mi casa, porque nada me lo impedía, ‘ellos saben que no pueden meterse con usted y usted con ellos’ me dijeron, pero de qué me estás hablando, yo no me metí con nadie y estoy así, toda herida, no puedo volver a mi casa. Me estas pidiendo que ponga la cabeza en la guillotina y que mire esperando a que caiga”, señaló.
Susana Benítez siente “impotencia de que nadie te escucha” y aseguró que lo que vio esta semana yendo a Tribunales la sorprendió: “la enorme cantidad de casos de violencia que hay que no son atendidos, es escalofriante. No llegas a calcular cuántos hay. Basta con ir a Tribunales, sentarse y esperar”.
Asegura sentirse desamparada y espera que se resuelvan medidas de seguridad, “que los desalojen de mi casa, porque a uno yo lo había autorizado en un momento, pero el otro usurpó el departamento donde vivía ella. Sofía debería estar en Buenos Aires adaptándose para cursar la universidad y no se puede mover porque todas las cosas, su ropa, sus libros estaban ahí, que comprobamos que están vendiendo todo por internet”.