En Formosa, cerca del límite con el vecino país, al productor Eduardo Usandivaras le faenaron esa cantidad de animales en su establecimiento y llevaron la carne; denuncian un fuerte crecimiento de los robos en la zona
El martes a la tarde, el productor Eduardo Usandivaras encerró en un corral de la “Estancia Bouvier”, ubicada a solo 20 kilómetros de la localidad formoseña de Clorinda, sobre el río Paraguay, un lote de vaquillonas para comenzar ayer, temprano, con el trabajo de tacto rectal. Al día siguiente, cuando se acercó al toril, el último tramo antes de la manga, solo había quedado el esqueleto, partes del cuero y las vísceras de ocho de las vaquillonas, siete de ellas preñadas. “Fue una masacre, los paraguayos entraron durante la noche y las carnearon. No fue un caso de abigeato, esto es faena”, detalló su padre, que también se llama Eduardo.
Según alerta, no se trata de un caso aislado en la zona, ya que allí denuncian que ciudadanos paraguayos cruzan la frontera durante la noche para carnear los animales y llevarse la carne para luego comercializarla. “Hacen contrabando. Ingresan al país ilegalmente por el río Paraguay y se llevan la carne para venderla allá. Nosotros hablamos permanentemente con las autoridades, pero todo es pura promesa”, se quejó el productor.
Su estancia está ubicada entre la ruta 11 y la orilla del río Paraguay, a la altura del puerto San Antonio. Hacen producción ganadera y cuentan con 5000 animales, pero advierten que por año pierden alrededor de 100 animales por el delito. “Esta vez nos sorprendió la cantidad porque para nosotros es algo frecuente que carneen de a dos o tres animales juntos”, contó Usandivaras.
Cansados de que les maten los animales, hace tres años habían dejado de utilizar la costa del río para la hacienda, pero por la sequía se vieron obligados a ocuparla nuevamente. “El hecho ocurrió cerca del puesto de prefectura permanente que hay en el río Paraguay. Llama la atención el desinterés que tiene la Nación y la provincia en lo que ocurre en la frontera”, detalló el productor.
Algo similar sufre Laura Hertelendy, propietaria de la estancia Clarín, también ubicada en cercanías del Río Paraguay. “Sufrimos de toda la vida entradas de los paraguayos que nos hacen estragos. Amenazan al personal, nos carnean los animales, es un desastre. En 2015, en mi campo carnearon 138 animales. Después de eso hice toda una movida y la cosa mejoró. En época de Mauricio Macri bajó a 25 animales y ahora volvió a subir”, graficó.
La modalidad delictiva, explicaron los productores, consiste en que quienes carnean a la vaca durante la noche la cortan en cuatro partes y con el cuero hacen como una especie de mochila. Meten toda la carne y se la cuelgan al hombro. Llevan aproximadamente un cuarto de vaca cada uno. En la zona hablan de que hay “3000 o 4000 hectáreas a la buena de Dios”. Hertelendy indicó: “Desde el punto de vista estratégico es una catástrofe”.
El perjuicio no es solo la pérdida de hacienda. También hay daños colaterales como la disminución de la preñez, las madres abandonan a sus crías y los animales se vuelven más ariscos. Todo esto tiene un impacto negativo en la producción, denuncian.
En la zona al atardecer retiran la hacienda de las zonas cercanas al río. “Siempre tratamos de dejar a alguien cuidando, pero lo que les decimos es que si aparecen los tipos se retiren para que no los maten porque andan con armas. Yo les digo: Vos cuidá, pero en último término rajá”, dijo la productora.
En su caso, su familia para evitar ser víctimas de los robos utiliza las hectáreas del campo que limitan con el río para la cría de búfalos. “Es un animal que no les interesa tanto porque el cuero es muy pesado y les resulta un poco más difícil cargarlo. Además, la búfala, cuando tiene crías, las defiende”, graficó.
“Está prohibido el ingreso desde Paraguay a la Argentina, ni siquiera siendo argentino, pero los paraguayos cruzan en bandas, se roban 1500 kilos de carne y no pasa nada. Realmente vivimos en tierra de nadie”, se lamentó Hertelendy.
Pilar Vazquez / La Nacion.