“Fue como un trompo negro que subía y bajaba”

Luciano es albañil y vive en el barrio Pompeya con Tamara, su compañera. Luciano Sosa fue testigo de la voladura del techo de su familia

En la madrugada del miércoles vio con sus propios ojos, a través de su ventana, cómo las ráfagas de viento se llevaban por el aire, íntegro, el techo de la casa de su hermana, y corrió a asistirla a ella, su marido y sus sobrinos en medio del vendaval. EL PUEBLO comparte a continuación uno de los numerosos testimonios del inédito temporal que se abatió sobre Villaguay.

“Un trompo negro que subía y bajaba”

“Lo que viví fue horrible. Horrible. En mis 30 años, nunca vi una cosa así”, comienza su relato “Luchy”, que vive en Concordia y Saldaña Retamar, en la zona sur de la ciudad. En el mismo terreno, se encuentra la casa de su mamá, y también la de su hermana Rosario, que habita junto a su esposo Rolando y sus 4 sobrinos: 3 niñas de 14, 7 y 6 años y un bebé de 2 meses.

“Me desperté a las 4 de la madrugada con una sensación rara. Media hora después, tronaba bien arriba. A eso de las 5.15 los dos perros que tenemos estaban escondidos, y empezaron a caer gotas gruesas. El viento se ponía cada vez más fuerte y mi señora se paró sobre la puerta porque se movía, parecía que la iba a abrir”, relata, aun asombrado.

“No se veía nada, el viento era muy fuerte y muy lento, no sé cómo explicarlo. Todo se puso blanco, brillante, y empezaron a moverse los postes de luz. La veíamos a mi mamá por la ventana que nos miraba desde su casa y lloraba, en shock”, continúa Luchy.

Fue entonces cuando ocurrió lo inesperado, y cuando lo cuenta se le anuda la voz: “Miro para el costado y veo que el árbol se empieza a mover, el viento lo levanta, ¿me entendés?, lo levanta y cae en el medio de la casa de mi hermana Rosario”. Con el impacto, los tirantes cedieron y las chapas, literalmente, volaron.

La desesperación fue total. Quiso salir corriendo y Tamara no lo dejó, tal era el peligro que percibían. Pero no se contuvo. Vio a su otra hermana correr desde la casa de su mamá hasta lo de Rosario, y entonces él salió por detrás.

Entraron a la vivienda y la vieron junto a Rolando sosteniendo un colchón de dos plazas con el que cubrían a los 4 niños. Ya sin techo, el agua caía por todos lados.

Envolvió a su sobrina de 6 años con lo que encontró a mano y corrió hasta su casa, se la dejó a su señora, y volvió por el bebé. “La casa tembló. Jamás vi una cosa así, eso no fue una tormenta, fue otra cosa. Vi la nada y no fui la única persona que sintió eso. Fue como un trompo negro que subía y bajaba”, repite, aún impactado.

De a poco, y en el medio del vendaval, consiguió reunir a toda su familia bajo su techo. Tuvo que cortar la luz junto a su cuñado porque los cables estaban pelados y chispeaban bajo la tormenta, sumiéndolos en un riesgo aún mayor.

“Yo me dedico a la albañilería”, cuenta, y explica que construyó su casa con 6 tirantes de 2 x 6. Cree que eso la hizo más resistente a la feroz tormenta. “La casa de mi hermana también la hice yo, de 4 metros de altura. Estoy convencido de que el viento bajó hasta esa altura, no más, porque si seguí bajando no nos salvábamos”, afirma.

Las horas siguientes

“Lo primero que hice fue llamar a Valentina Vinzón (N. de la R. La directora de Derechos Humanos, Género y Diversidad). Ella se acercó a las 7 de la mañana con pañales, leche, frutas, comida, ropa y abrigo para los chicos y mi hermana, que perdieron todo”, cuenta, y que horas después llegó la asistencia de Desarrollo Humano. Les llevaron chapas y clavadores, aunque aún les faltan los tirantes para poder comenzar la reconstrucción. Lo que no pudieron conseguir todavía, amplía, son colchones.

“Pasaron todos la noche en mi casa. Mucha gente se acercó a darnos una mano y estamos muy agradecidos”. Agrega que una persona les va a donar un televisor para los chicos, y que si alguien puede colaborar con ellos, toda ayuda será bien recibida.

En reiteradas oportunidades, Brisa, de 6 años, quiso ver su casa. Finalmente, la tarde de la tormenta, junto a su cuñado la llevaron. Cuando ingresaron tuvieron que explicarle, con palabras que no encontraban y el dolor que no podían mostrarle, lo que había ocurrido.