En la madrugada de este martes 27 de abril dejó de existir Liliana Gaillard, a los 58 años de edad. Era la esposa del actual director de LA SEMANA, Fernando Rodríguez, con quien tenía dos hijas, Guadalupe y Constanza.
Nos deja después de padecer una enfermedad que en poco tiempo apagó su luz.
Liliana fue una mujer que siempre entregó todo en cada actividad que supo llevar adelante, sobre todo su amor por la misión y su entrega a Dios.
Vivió su niñez y adolescencia en el campo, donde se dedicó a ayudar en las tareas habituales del lugar. “A mí me tocaba ir a pastorear a los animales, por lo que libro en mano y a caballo cumplía con responsabilidad mi tarea, y mientras esperaba que los animales pastaran yo aprovechaba y leía, observaba la naturaleza…” expresó en las charlas de Encuentro Matrimonial, movimiento del que formó parte hasta sus últimos días.
En su adolescencia el P. Luis Benetti la invitó a dar catequesis en la Escuela de la Colonia San Gregorio, y así asumió la catequesis de los niños yendo a caballo todos los sábados por la tarde.
Después de un tiempo en Buenos Aires, en el convento, regresó a la colonia y luego a San Salvador, donde pasó por el Movimiento de Jornada Cristiana hasta llegar a la Infancia y Adolescencia Misionera donde marcó su camino en la misión.
Junto al P. Daniel Petelín fue de las primeras misioneras en llegar a las tierras aborígenes con la palabra de Dios y el afecto que tanto necesitaban. Luego continuó con las misiones en El Soberbio, donde toda su familia la acompañó y siguió sus pasos misioneros.
Formó parte de la Pastoral de la Parroquia Santa Teresita durante muchos años y añoraba con volver a la catequesis.
Fue una mujer que se ganó el cariño de los niños y adolescentes de la IAM por su carisma y amor a la obra.
En la Capilla San Cayetano trabajó incansablemente junto a los Amigos de la Capilla para hacer realidad SU construcción y darle su lugar a Infancia y Adolescencia Misionera (IAM) y a Catequesis.
También marcó la formación de sus hijas inculcándoles los valores cristianos y de la vida para que hoy puedan caminar solas los nuevos desafíos.
Con su desaparición varios proyectos quedaron truncos, pero su entrega en esta vida fue plena, sin pedir nada a cambio. Al contrario, lo que recibió, bueno o malo, fue producto de su sabiduría y de decir las cosas que pensaba con un concepto muy claro de la vida.
Liliana descansa en paz y desde el cielo nos acompaña con su ángel por el resto de nuestras vidas.
Sus restos descansan en el cementerio de San Salvador.