Concordia tiene un nuevo cura. Ante una multitud que colmó la Catedral, Fabricio Ponce, de 28 años, fue ordenado el viernes último. Descubrió su vocación en Infancia Misionera, en la Parroquia de Itatí.
Ni el agobiante calor del viernes último por la noche impidió que una multitud se concentrara en la Catedral San Antonio de Padua para presenciar la ordenación de un nuevo sacerdote de la Diócesis de Concordia: Fabricio Ponce.
Monseñor Luis Armando Collazuol presidió la ceremonia, acompañado de gran cantidad de sacerdotes y seminaristas, algunos venidos desde Paraná y Rafaela. El prelado Collazuol resaltó la misión de los sacerdotes, que sólo por sus manos Jesús se hace presente en la comunión y destacó al Santo Cura de Ars y al Padre Brochero como modelos a imitar.
“Recién voy en el tercer día y me parece todo tan grande y uno se siente tan chico” confesó el flamante sacerdote.
Las emociones para Fabricio no terminaron el viernes. En realidad, fue sólo el comienzo. Tras la ordenación en Catedral y una cena a la canasta en el Colegio Mitre, Fabricio Ponce celebró al día siguiente, el sábado, su primera Misa ante la comunidad en la Parroquia Nuestra Señora de Itatí, el lugar donde descubrió su vocación.
“Creemos -y así lo es- que nuestra vocación está desde siempre en el corazón de cada uno. Sólo que tenemos que animarnos a redescubrirla. Para mí fue un encontrarla y escuchar la voz de Dios dentro del grupo de la Infancia y la Adolescencia Misionera, al que pertenecí y pertenezco desde los 7 años” contó Fabricio.
El nuevo sacerdote diocesano no tiene dudas de que ya en aquellos lejanos años de su infancia alumbró su vocación: “Desde ahí yo creo que Dios fue sembrando en mi corazón este anhelo primero por amarlo y segundo por darlo a conocer más. Me fue llamando y atrayendo y hoy gracias a Dios puedo decir con certeza que ese Jesús que desde chiquito lo he aprendido a amar y conocer, hoy me quiero entregar a Él para el servicio de su Iglesia”.
En tiempos de la “modernidad líquida” al decir del filósofo Zygmunt Bauman, en que no abundan las entregas duraderas, donde hasta los compromisos con uno mismo y con los demás parecen licuarse, escurrirse fácilmente, Fabricio pide y desea mantenerse “fiel” al llamado que recibió.
“Yo espero simplemente -explicó- ser fiel a lo que Dios me pide, fiel al Ministerio, fiel a Él, fiel al pueblo de Dios, y vivir en la felicidad y en la alegría este don tan grande que es el sacerdocio, como cuando uno tiene un regalo grande y lo cuida y lo comparte y lo da a conocer. De ese modo quiero que el sacerdocio en mí lo pueda brindar con alegría, brindarme con alegría y que todos los proyectos, todo lo que vaya surgiendo y suscitando el Señor, brote de su corazón, de la experiencia profunda que cada día tengo que tener con Él, de la experiencia de cercanía con Jesús, experimentar que tengo mi oído puesto en su corazón y el otro oído en el pueblo y de esa manera servirle, serle fiel y poder vivir según lo que Dios vaya suscitando, proyectos, ideas”.
Por último el flamante cura Fabricio Ponce no dejó pasar la oportunidad para enfatizar la desproporción que hay entre la fragilidad y pequeñez humana y el sacerdocio: “Tengo el corazón realmente desbordado de la alegría y gratitud para con Dios por semejante don, que nos queda grande, pero, justamente, desde nuestra pequeñez, inclusive desde nuestra miserias, Dios quiere transformarlo todo para bien de su pueblo”. Fuente: El Entre Ríos