Explorando el río Paraná en búsqueda de pejerreyes

Dentro de la provincia de Santa Fe, fuimos por las flechas de plata pero nos tuvimos que conformar con la variada que se mantiene presente con las temperaturas aún benévolas.

Ausentes los pejes, nos conformamos con manduvas, chafalotes y dorados.

Días atrás realizamos una recorrida por el rio Paraná, a la altura de Figueira, en la provincia de Santa Fe. A muy pocos kilómetros de San Nicolás y frente a Entre Ríos. Allí fuimos en busca de pejerreyes, con la precaución previa de reforzar los equipos, ya que las temporadas se mezclan y las especies que asociamos con temperaturas más cálidas aún están al acecho bajo el agua.

Hay que decir que esta parte del Paraná es muy rica en distintas estructuras para practicar cualquier modalidad de pesca durante todo el año: hay playas de arena, islas, deltas y entradas a distintos arroyos como la boca del Pavón. Sectores en los que habitan todas las especies y donde pensábamos encontrarnos un pejerrey bien activo.

Salimos bien temprano con la experiencia del guía Ariel Figueroa y utilizando los equipos clásicos para la especie, con cañas de 4 metros con dos boyas y bigotera, con anzuelos n° 1/0, y la precaución de bajadas terminadas en un líder o cable de acero de 40 libras (1 l = 0,453 g). La presencia de muchos peces cazadores nos hizo prevenirnos en este tema, evitando las mordidas. Algo que más tarde celebramos porque nos permitió tener éxito contra los violentos piques que encontramos.

Así arrancamos las pasadas, equilibrando la navegación con el motor eléctrico para quedar a favor de la corriente y dejar derivar las boyas. La carnada fue mojarra viva, a la que le sumamos una sutil calle de ceba con aceite de pescado. Bien abrigados, quedamos atentos a la espera de los primeros piques, moviéndonos con la embarcación por el centro del cauce sin resultados, lo que nos llevó a arrimarnos a la costa y garetear sobre un fondo de arena con unos 4 metros de profundidad promedio. Ahí sí tuvimos las primeras llevadas.

Una de esas primeras corridas fue violenta, de costado, en un típico movimiento del pejerrey, pero que después fue hacia abajo, como si quisiera asegurar la presa. Suponiendo lo que había del otro lado, clavamos y emergió tal como esperamos un dorado muy enojado que saltó enredando la línea de varias boyas. La precaución dio frutos, la energía de la fuerte mordida nos hubiera dejado sin anzuelo y sin captura.  

Con ese pique comenzó la jornada, a los que se fueron agregando poderosas manduvas que llegaban a los dos kilos de peso, de gran fuerza y llevadas muy enérgicas. Estas se dieron más abajo y con línea paternóster sin ningún peso para que flotara libremente. Además, se sumaron también pequeños chafalotes que nos desorientaron por su color,confundiendo su plateado a lo lejos con un pejerrey.

La jornada fue pasando y no pudimos dar con lo que buscábamos, aunque nos llevamos una nueva experiencia en lo que se refiere a pesca de flote. Según charlamos con los que saben, el próximo mes puede llegar el pejerrey firmemente a esa zona y, por supuesto, estaremos para comprobarlo.

Fuente: Weekend / por Horacio Pascuariello.