A la hora de poner en marcha una cosechadora, el operario sabe que debe ser cauteloso porque nunca se puede descartar que algo aparezca en medio del cultivo que está trillando. Puede tratarse de un animal salvaje –o de sus restos-, algún pedazo de chatarra vieja o incluso un cohete espacial.
Sí, un cohete espacial. Eso fue lo que enontraron Matías Schmidt y Santiago Ucci, contratistas y socios desde hace varios años, en medio de un lote de trigo que estaban cosechando en un campo ubicado en el partido bonaerense de Lobería.
“Fue una experiencia tremenda. Estábamos cosechando, tirando melga por melga –es decir tramo por tramo- y tuvimos que parar porque encontramos eso. Casi nos lo llevamos por delante”, dijo a Bichos de Campo Santiago Ucci.
¿Pero cómo es que un cohete espacial termina en un trigal? Todo inició cuando Rafael Paredes, el encargado de la estancia La Mora, recibió la visita de unos técnicos pertenecientes a la empresa argentina Tlon Space, dedicada a la puesta en órbita de nanosatélites.
“Ellos nos habían contactado para poner una plataforma de lanzamiento. Acá tenemos un monte de 1.000 hectáreas contra los médanos y me pareció peligroso hacer un proyecto así porque se podía prender fuego. Es un monte que está forestado hace 80 años. Hablé con el dueño y no nos pareció lógico”, recordó Paredes en una charla con este medio.
Pero la empresa no se quedó con la negativa y continuó contactando a los vecinos de la estancia, hasta que uno, a unos pocos kilómetros, dio el sí.
“Su idea es hacer una base de lanzamiento a gran escala, para tener cohetes de 25 metros de longitud. El que nosotros encontramos, si bien en los datos figura que tiene alrededor de diez metros, no tenía más de tres. Estaban probando algo ambicioso pero a menor escala”, señaló Matías Schmidt a Bichos de Campo.
El cohete encontrado fue el Aventura I, la línea de cohetes principal de la empresa que, según su descripción, cuenta con dos etapas de desarme, un diámetro de 0.352 metros y una capacidad de carga de hasta 25 kilos.
Tlon Space había hecho una prueba hacía dos meses pero la misma no fue exitosa por un error en las configuraciones. Según los cálculos realizados por los técnicos, realizó un recorrido de casi 20 kilómetros y se desarmó entre la estancia La Mora y el campo lindero.
Para la empresa resultaba primordial encontrarlo, ya que servía como evidencia para los próximos despegues. Tanto es así que durante dos meses enviaron una avioneta para rastrear los restos del cohete, pero la densidad de las pasturas tapó cualquier indicio.
“Cuando apareció los llame enseguida. Me dijeron que era fundamental para corregir errores y rescatar las pequeñas cámaras que llevan los registros. Lo que pudieron ver es que llegó más alto de lo que tenían pensado. Nos dieron una recompensa que repartí entre los cosecheros”, afirmó Paredes.
-¿Alguna vez encontraste algo tan raro como esto?- le preguntamos a Schmidt.
-Una vez vi un puma saliendo de un maíz, un animal sumamente atractivo e imponente en su imagen, pero nunca nada como esto. Miré para adelante y empecé a los gritos porque vi algo. Quien iba a pensar que habíamos encontrado el cohete.