La provincia producirá esta campaña 54% menos de soja y 38% menos de maíz. Entre ambos cultivos, la baja es de 2,5 millones de toneladas. En plata, la pérdida es de unos 665 millones de dólares. Los cálculos corresponden a un trabajo de la Bolsa de Cereales de esa provincia.
El técnico del Sistema de Información Agrícola (Siber), Pablo Fontanini, describió que la campaña en marcha es la tercera “más seca en los últimos 90 años” si se compara la precipitación acumulada entre noviembre y febrero en relación a una serie histórica que cubre ese mismo período. “Si marzo sigue como hasta ahora, casi sin lluvias, será la más seca”.
El 32% de la superficie agropecuaria entrerriana (2.095.000 hectáreas) -no se cuenta el área del Delta- entre noviembre y febrero registró lluvias inferiores a los 200 milímetros. Sólo en el 0,2 % hubo precipitaciones “normales o levemente inferior a lo normal”. Los números confirman el “severo déficit hídrico” que atraviesa la provincia.
También el calor golpea a la producción. Las temperaturas máximas de esta campaña en relación a la anterior están muy por encima. Hubo 34 días en que se superaron los 35 grados “generando un escenario de estrés térmico”. Los datos corresponden siempre al lapso noviembre a febrero.
Fontanini explicó que hubo una jornada de estrés térmico cada tres. En la campaña anterior, fueron 13 días en total con esas máximas. “Esa cantidad está dentro de lo regular, de lo esperable”.
En el caso de la soja, la baja es de 1.818.045 toneladas en relación a la campaña precedente, lo que en dólares implica una pérdida de alrededor de 545 millones. La soja de primera tuvo lluvias “aceptables” entre noviembre y diciembre (aunque no alcanzaron los valores históricos, pero aportaron 32% y 34%, respectivamente, del agua), pero la sequía posterior redujo “drásticamente” el rendimiento potencial. Los problemas son para la soja de segunda (el trigo consumió gran parte de las reservas hídricas).
Por el bajo potencial de rendimiento, en algunos casos los lotes que fueron destinados al pastoreo y en lo que está sembrado existe el riesgo de que se vea afectada la calidad comercial. “La sequía acortó el período reproductivo y los rendimientos son muy bajos”, señala un reporte de la Bolsa.
En el caso del maíz, se cosechó el 58% (154.570 hectáreas) de la superficie de primera; el rendimiento promedio provincial fue de 4500 kilos/hectárea, lo que implica una baja del 32% en relación al ciclo 2016/17 que tuvo un rendimiento promedio de 6.607 kilos/hectárea.
De mantenerse este rendimiento promedio provincial y considerando que el aproximadamente 11% (30.000 hectáreas) se destinó al consumo animal, la producción disminuirá alrededor del 38% respecto a una campaña atrás.
“El citrus y la ganadería también están afectados. Los animales ya se comieron todo el pasto -agregó-. No hay reservas para el invierno y los rollos de alimento subieron fuerte desde fin de año. Además, la falta de lluvias ahora ya empieza a golpear la siembra de trigo y el rendimiento podría caer entre 20 y 30 por ciento”.