La Escuela Nº 4 “Bicentenario de la Patria” recordó en la mañana de este martes el Día del Periodista con un acto en la Plazoleta del Centenario de San Salvador.
Allí, la directora Susana Burgos, brindó la bienvenida, agradeciendo la presencia de todos, y haciendo hincapié que la Escuela tiene la orientación en Comunicación, felicitando a los estudiantes y docentes por esta iniciativa en el Día del Periodista.
Luego, el presidente municipal Lucas Larrarte, saludo a todos y cada uno de los periodistas de la ciudad de San Salvador que ejercen a diario una tarea importante para llevarnos a cada uno de nosotros la información de lo que acontece en nuestra localidad y en los alrededores y la provincia, que nos permiten en base a esa información tomar decisiones, elaborar nuestro pensamiento, llevar una línea para quienes ejercemos la actividad de conducción política y la dirigencia política de pensamiento y debate, forjando poco a poco el camino de la ciudad.
También resaltó la importancia de tener en nuestra ciudad una escuela con la orientación hacia la comunicación social.
Acto seguido, habló la estudiante Paula Dos Santos, de 6º año de comunicación.
Primero hizo mención al mes del Ambiente que se celebra en junio instando a cuidarlo, mediante la plantación de árboles como sucedió en este lugar años atrás, donde años atrás algunos periodistas se juntaron para homenajear al reportero gráfico José Luis Cabezas, plantando un árbol.
“Hoy, a 25 años de aquel crimen queremos recordar aquel momento y decir que: como dice Gabriel García Márquez, ser periodista es tener el privilegio de cambiar algo todos los días.
Por eso desde nuestra ciudad como comunicadores creemos firmemente en esta posibilidad y alentamos a todos a trabajar en pos de la igualdad y el cuidado del medio ambiente para desarrollarnos como una sociedad libre y más sana.
Por último, la docente Mariela Silva, recordó el Día del Periodista destacando el crimen de José Luis Cabezas, por medio de un texto escrito por el periodista Jorge Knoll.
No hay mejor manera de tener memoria que plantando un árbol.
Al momento de meterlo en la tierra él es una pequeña rama.
Apenas un gajo desafiante y desafiado.
Un pedacito de otro árbol que ponemos en un simple hueco en el suelo.
En ese agujero que hicimos en la tierra.
En una cicatriz que abrimos para marcar el punto exacto de
eso que está pasando en ese preciso instante y que es imperativo NO OLVIDAR.
Y en ese momento habían asesinado con crueldad al periodista gráfico JOSÉ LUIS CABEZAS.
Lo secuestraron, lo balearon en la cabeza, lo quemaron y lo dejaron tirado en un descampado de General Madariaga en la provincia de Buenos Aires.
Lo mataron.
¿Por qué le hicieron eso?
Cabezas no tenía un micrófono en la radio, ni una columna en un diario, ni un espacio en la televisión.
Cabezas hablaba por sus fotos.
Cada vez que disparaba el obturador de su máquina Nikon F4 él estaba haciendo periodismo.
Cabezas te contaba en imágenes lo que el redactor ponía en palabras.
Y una toma de esas le costó la vida.
En el verano de 1996 en el balneario de Pinamar sacó la fotografía condenatoria.
Hasta ese momento Alfredo Yabrán era un nombre sin rostro, un tenebroso empresario acusado de moverse en la turbiedad de los negocios mafiosos.
Nadie sabía si era gordo, alto, canoso, de ojos claros.
Desconocíamos su voz. Era un fantasma.
Y allí andaba Yabrán caminando por la playa junto a su esposa, en cueros y con un pantalón de baño a cuadritos rojos y blancos.
Se deslizaba lentamente, como un cocodrilo camuflado alrededor de los animalitos que van a la orilla a tomar agua para calmar la sed.
Hasta que Cabezas lo enmarcó, lo puso en foco y lo congeló en la imagen que sería tapa de la revista Noticias.
¡Apareció Yabrán! Lo conocimos. Por fin tuvo cara ese enigmático poderoso al que el ministro Cavallo en el gobierno había denunciado como jefe de una mafia.
Pero así como se develó la cara oculta de los negocios de la
corrupción en el poder también comenzó a apagarse la vida
del fotógrafo.
No lo sabíamos, pero en ese mismo instante en que Cabezas apretaba con su índice derecho el botoncito de su cámara estaba firmando su propia sentencia de muerte.
Tuvo tiempo aun cuando reveló la imagen en el laboratorio de dar marcha atrás, pero no lo hizo.
Porque un periodista nunca da marcha atrás con la información.
Y la Mafia no lo perdonó.
No nos perdonó a nosotros.
No perdonó a la democracia.
La Mafia no quiere la Verdad.
Un año después a Cabezas lo mataron.
Lo secuestraron luego de una fiesta que había ido a cubrir y
troncharon su futuro.
Su máquina quedó colgada, con esos rollos que iban a usarse en otras imágenes.
Desde entonces su familia ha pedido justicia, junto al resto de la sociedad.
En aquel momento apareció un volante, un afiche, una imagen del rostro del fotógrafo junto a una consigna que se hizo carne en todos nosotros: NO SE OLVIDEN DE CABEZAS.
¿Cómo nos íbamos a olvidar si su muerte era una amenaza
para el resto?
No era él solo el problema, éramos, somos y seremos todos los que queremos la VERDAD siempre.
Y NO NOS OLVIDAMOS.
Ni ayer, ni hoy, ni nunca.
Y plantamos este árbol que creció aquí detrás del mural de la producción y el trabajo, aquí a un costado de la ruta 18, de la plaza central y del edificio El Luchador.
Aquí estuvimos los medios de comunicación de San Salvador hace 25 años para dejar este mojón de la Memoria.
Este pino que busca el cielo donde Cabezas anida con su recuerdo.
Estas ramas que se transforman en escenario del recital de los pájaros todas las mañanas.
Por eso es bueno plantar árboles que nos permitan no
olvidar.
Cabezas no murió en vano.
Su foto es la marca indeleble de un pueblo que siempre busca su verdad.
Y esa búsqueda colectiva es y será siempre con MEMORIA, IDENTIDAD y JUSTICIA.