Sequía, inflación y retenciones complicaron el escenario del productor
Todo estaba dado para que este sea el año del agro. Pese a las inundaciones ocurridas entre abril y junio de 2017, el campo pudo salir airoso y se encaminaba a tener un récord en la cosecha. Los precios lo acompañaban. Pero doce meses atrás se dio lo que todos no querían ver: sequía.
Las pocas lluvias en enero pasado y peor aún las ausentes en febrero terminaron por anticipar que se iba hacia una campaña para el olvido. Luego vinieron las megas devaluaciones y con ellas el aumento de los costos y el alza en las tasas. La frutilla del postre fueron las retenciones. Nuevamente había que hacer un esfuerzo, aunque esta vez deberían poner todos el hombro.
La soja es la que más perdió. De los 54 millones de toneladas estimadas sólo quedaron en pie 37,7 millones. Había que pagar los gastos de campaña. Sin embargo las deudas de tarjetas fueron canceladas sin mayores problemas señalaron las entidades bancarias. El productor pago? con lo ganado dos ciclos anteriores y quedo? en cero.
“Se gano? y se perdió”, dijo a BAE Negocios, Gabriel De Raedemaeker, presidente de la Confederación de Asociaciones Rurales de la Tercera Zona (Cartez), una entidad con principal foco en Córdoba, que recoció que el productor “quedo? prácticamente desfinanciado” el cual tuvo “que recurrir a préstamos con cooperativas y acopios para encarar la nueva campaña, porque nadie se acercó a los bancos dada las tasas impagables”.
En la misma línea, el titular de la Confederación de Asociaciones Rurales de la provincia de Santa Fe (Carsfe), Carlos Castagnani advirtió “que en esta provincia la situación es delicada dado que el clima golpeo mucho, por lo tanto el productor invirtió con lo poco que tenía y hoy necesita que las cosas mejoren”.
Efectivamente, un tema que complico? al sector pasa por el aumento de los costos. Llámese insumos como semillas y fertilizantes o gasoil. El alza del combustible respecto de 2017 es del 102 por ciento.
Para colmo de males los precios no acompañaron mucho. “La soja termina con un balance negativo respecto de 2017. Si bien todas las cotizaciones en pesos subieron a partir de la mejora del tipo de cambio, los costos en dólares siguieron aumentando. Pensando en la próxima campaña, es necesario tener buenos valores”, afirmo? la analista Lorena D’Angelo.
Un claro ejemplo pasa por ver las cotizaciones. En octubre de 2017 en pleno inicio de la siembra, la oleaginosa se pagaba a mayo de 2018 en u$s265 la tonelada. Hoy este es de u$s253. La baja es del 4,5 por ciento. De ahora en más dependerá de lo que pase con la guerra entre China y Estados Unidos. Si este se soluciona los precios internos se mantendrán, si la pelea continua, la Argentina se verá beneficiada. Vale recordar que se esperan 55 millones de toneladas.
A valores FOB representan ingresos para 2019 en el orden de los u$s18.700 millones. Este año rondaran los u$s19.800 millones, un 7,1% inferior al anterior periodo.
Para el director de Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR); Julio Calzada, “el impacto negativamente en el sector y en sus expectativas fue el aumento en los derechos de exportación del complejo sojero. Si bien el nuevo régimen tiene vigencia hasta el 31 de diciembre de 2020, nadie puede asegurar que luego de esa fecha no se sigan aplicando los mismos”.
De esta forma “el Estado de mano de las retenciones, se ha convertido en el principal poseedor del PBI agrícola. Si se mantiene el impuesto se verán afectadas las futuras siembras”, manifestó el economista jefe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, Agustín Tejeda.
Por lo tanto todo dependerá de cómo continúe la economía en los próximos meses. De no cumplirse las metas con el FMI, nada impedirá que las retenciones aumenten o se modifiquen hacia un nuevo esquema. El Gobierno lo hizo en dos instancias.
En definitiva, el cierre de 2018 fue malo para el campo. También para el Gobierno. Lo reconoció el mismo secretario de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere al sostener que la sequía se sintió en el PBI. Según Hacienda, la sequía tuvo un impacto directo de u$s3.000 millones y de manera indirecta un costo total de u$s5.000 millones.
BAE Negocios – Marino Soto