El boxeador de Villaguay Brian Arregui en las finales de los Juegos Olímpicos de la Juventud

Los Juegos de la Juventud comienzan el 6 de octubre en Buenos Aires y participan atletas nacidos de 2000 en adelante.

Ganarle al destino por nocaut. Son, por día, 25 sentadillas, 25 dominadas, 25 aperturas de pecho con peso máximo, 50 ejercicios de brazos y 375 abdominales. Esta rutina es el mantra físico del boxeador Brian Arregui. Su fuerza muscular es hija de una voluntad hercúlea y nieta del instinto de subsistencia: “Mi sueño es ser campeón del mundo y poder vivir del deporte. Terminar la casa que estoy construyendo para mi familia, comprarme un auto. Si me golpeo así es para algo”, argumenta este entrerriano de 18 años.

Brian tiene claro el destino final y el camino a seguir, pero los primeros pasos fueron circunstanciales: entró en el boxeo por influencia de sus primos que entrenaban en el Club Barrio Sud de Villaguay. Tenía 9 años y su madre se resistía a que su hijo menor peleara. El encuentro con Darío Pérez, su actual entrenador, fue crucial. Un vínculo que se estrechó hasta convertirse en familia: Brian hoy está en pareja con la hija de Darío Pérez y juntos son padres de Briana, una nena de un año: “Ahora lo más difícil de sobrellevar es estar lejos de mi hija. Son duros los entrenamientos en Buenos Aires y los viajes por el mundo que no me permiten estar en los cumpleaños de mi beba o en el Día del Padre. Hacemos muchas videollamadas y eso me motiva bastante”, se consuela.

Antes de competir, Brian nunca se había subido a un avión y el deporte lo convirtió en un viajero frecuente: “Tenía muchas ganas de conocer los Estados Unidos, pero al final no me sorprendió tanto. Me impresionó Alemania como un lugar adonde me gustaría vivir. Daría cualquier cosa por compartir eso con mi familia o con los vagos de mis amigos de Villaguay, que son como mis hermanos”, cuenta. Con ellos comparte las anécdotas del brasileño que le complica cada pelea o de aquel ruso que le dio un gancho y le dejó doliendo la nariz durante dos semanas. Pero tiene muy claro que la peor paliza que recibió fue debajo del cuadrilátero: “La muerte de mi papá cuando tenía ocho años fue el golpe más feo”.

En los Juegos Olímpicos de la Juventud le tocará pelear de local. Pero no cree que eso implique una ventaja: “En el ring me siento en casa, esté en el país donde esté, me olvido de todo. Quiero ganar, es lo único que pienso. Cuando suena la campana es el mejor momento: te sentís libre y disfrutás”.