Deporte y política: Para juzgar a un deportista los estándares son más exigentes que para juzgar a un político 

Imagen simbólica. Gran parte de la conducción de la UCR arropó esta semana a Facundo Manes como posible candidato radical. | NA

Por Beatriz Sarlo.

Recorría, en Berlín, el Museo de la República Democrática Alemana, cuya tarea es reunir los objetos que muestran cómo era la vida cotidiana en la parte comunista de Berlín y reflejan el estricto régimen de la RDA entre 1949 y 1990. El museo tiene una colección de ropa de aquella época y fui a esas salas. Al entrar, pensaba más en la división alemana que en la ropa exhibida, cuando, desde lejos, me pareció ver a la canciller Angela Merkel. Por supuesto, la visión era de esas que producen los museos, ilusiones de realidad. Se trataba de un maniquí. ¿Por qué lo confundí con Merkel?

La respuesta era sencilla: el maniquí estaba vestido con ropa de los años 60 cortada y cosida en Alemania Oriental, donde nació y creció Merkel. Y esa ropa era idéntica a la que ella sigue usando hoy: trajecito sastre cortado con poca gracia, de solapas estrechas y un entalle ni suelto ni ajustado, en un verde o un rojo sin personalidad cromática. Lo que se diría una nada de estilo. No me sorprendió que esos fueran los trajes de Alemania Oriental. Mi sorpresa venía de otro lado: Merkel, la mujer más poderosa de la Unión Europea y una de las más poderosas del mundo, no ha cambiado de estilo.

Es difícil imaginar tanta austeridad y tanta reserva en la Argentina, donde hablamos de la ropa de las políticas como si se tratara de un desfile de modelos y algunas políticas se preparan afanosamente para salir primeras en el examen de verdadera o rebuscada elegancia y alto maquillaje.

Para juzgar a un deportista los estándares son más exigentes que para juzgar a un político 

No hace falta tanta originalidad en el vestuario cuando juzgamos las cualidades intelectuales de quienes son dirigentes o aspiran a serlo. ¿De qué nos ocupamos cuando miramos a un político? Nos interesa la voz, la fonética que nos evoca una clase social alta o baja, los tropiezos del mal orador o la fluencia del bueno. Pero también miramos su ropa. ¿Cómo podría ser juzgada Merkel si nos fijamos en sus trajecitos sastre sin cualidades? Por suerte, Merkel no pierde el tiempo en eso. A la mitad de los alemanes y a casi todos los dirigentes europeos les gusta así.

Se trata de la perspectiva desde la que se evalúa y de los rasgos que parecen importantes. Con otro criterio, la UCR le ofreció a Facundo Manes ser candidato. Es un gran médico sin la experiencia política que quizá le trasmita su hermano, que suele acompañarlo como baqueano.

Procesos de selección. Para juzgar a un deportista los estándares son más exigentes que para juzgar a un político. Se toma en cuenta la performance anterior, los informes que fueron llegando desde los clubes donde actuó, las opiniones de entrenadores y periodistas. Cuando se descubre un jugador con futuro, que pocos conocían antes, no se trata realmente de un descubrimiento sino de una suma de informaciones y datos parciales que han circulado en la prensa local o en el boca a boca. Los deportistas no firman contrato ni consiguen patrocinantes en la primera movida. Son probados, calibrados, comparados y, finalmente, adoptados o desechados.

Cuando en una gran universidad nacional se nombra a un docente, es normal que haya un proceso de selección previo, ya sea por antecedentes o por comparación de sus capacidades concretas en el aula y la investigación. La UBA, que ha sido colocada como la primera universidad de América Latina, conoce la larga secuencia de pruebas,  impugnaciones y recursos hasta llegar al nombramiento. No todos quedan felices, pero es lo mejor que se ha logrado hasta ahora. Y es probable que este proceso sea una de las bases del renombre de la Universidad de Buenos Aires, la de Rosario, La Plata y Córdoba. Los rankings pueden ser consultados en la web y comprobar el prestigio de la institución que los estableció.

Existen otros criterios para elegir universidad, que son también atendibles: la distancia del lugar de residencia del futuro estudiante; si esa universidad es privada o pública; si se paga y cuánto; si ofrece becas. Pero, cuando los estudiantes terminan una carrera, sea medicina o filosofía, saben bien que su universidad tiene mucho peso en quienes lo seleccionan para un trabajo o una beca de posgrado.

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Doble vara. Reapareció Cristina Kirchner para decirnos que no hagamos lo que ella suele hacer. (Foto: NA)

El entramado de todos estos factores puede recibir el nombre de elitismo o meritocracia. Me inclino por el segundo, sin desconocer que llegar a los puestos superiores de la tabla exige todavía hoy pertenecer a las capas medias con recursos o, en casos excepcionales, tener un protector, que provenga de alguna organización laica o religiosa. La situación todavía es poco igualitaria.

El deporte es tan exigente como las ciencias. Los jóvenes que han aspirado a ser seleccionados para un club profesional conocen un largo camino, donde no faltan las humillaciones, las ofertas inaceptables, el desdén frente a las que se juzguen pretensiones infundadas, el acoso sexual y otras peripecias insultantes.

La política es mucho más considerada con los ignorantes, con los que no saben pronunciar una frase más larga que quince palabras, con los malos modales y la superioridad infundada. Sobre todo, en la actualidad, parece no pesar la falta de experiencia. Se alcanza más rápido la candidatura a presidente que lo que le costó a Raúl Alfonsín la de diputado nacional.

Hoy no parece importar la falta de experiencia en la política, la  ignorancia o los malos modales

¿Vale la experiencia previa? Desintegrados los partidos, la política es hoy una permanente simulación de igualitarismo. Se puede llegar a Presidente de la Republica por el camino corto de ser alcalde de Buenos Aires, como lo demostró la carrera de Macri. Y se puede llegar a ser alcalde de Buenos Aires, desde la nada, solo con plata para pagar asesores y acompañantes que se entusiasmen con las encuestas de popularidad. Se puede llegar a gobernador de Tucumán, sin carrera política anterior, porque se brilló en el pop criollo, como Palito Ortega.

No voy a comparar esta gente con las luchas de Sarmiento, Yrigoyen o Perón. Basta pensar en la larga carrera política de Antonio Cafiero para llegar a gobernador de la provincia de Buenos Aires. O en la del propio Carlos Menem. Nadie podía ganarles en el tablero de juego que eligieron. Y si quieren figuras casi olvidadas, piensen en Juan Carlos Pugliese, César Jaroslavsky, Antonio Tróccoli y los que hicieron carrera en la UCR partiendo, como adolescentes del movimiento estudiantil o de una segunda línea en las intendencias. Llegaron a ser importantes porque hicieron bien las cosas que sus jefes necesitaban de ellos. No cambiaron de partido para llegar a un puestito.

La política hoy parece ser uno de los pocos trabajos que no exige mucha experiencia previa. Pero, sin esa experiencia, el camino es el declive de Reutemann o de Palito. Poco cambiaron en sus distritos y poca herencia dejaron a sus seguidores que están en busca de quien los dirija. A diferencia del deporte o la ciencia, la política no premia el pasado sino un futuro nebuloso, hecho solamente de promesas gestionadas por jefes de campaña. A diferencia del arte, la política, no premia la calidad, como también la reconoce el deporte.
Pero algunos políticos han logrado construir su escenario. En estos meses, todos esperaron que Cristina Kirchner pronunciara la palabra “pandemia”. Se esperaba de ella, no de quienes la repetían todos los días en los medios. Durante un acto en La Plata, Cristina propuso “repensar todo el sistema de salud” porque “dicen los que saben que tal vez vengan otras pandemias. Lo peor que puede pasarnos es negarnos a discutir la realidad.” Muchas veces, ella se ha negado a discutir la realidad, cuando los datos afectaban la imagen de su propio gobierno. Se manipularon índices y se acusó a la oposición de exagerarlos.

Frente a las próximas elecciones de medio término debemos reconocer que la política no es hoy pasión de multitudes. No es imprescindible el carisma, pero hay que ser capaz de suscitar algunos sentimientos colectivos. Como en el arte o el deporte, la política exige condiciones que no se compran en la boutique de los asesores de imagen Algunas se aprenden, otras se tienen antes de dar el primer paso.

Después quien tiene las condiciones puede ser, como Cristina, alguien incapaz de abandonar su propio centro, sus intereses y sus obsesiones. Alguien que, en nombre de los ideales permita la corrupción. Pero lo que está claro es que, en la Argentina, ninguna candidata ganaría con los sobrios trajecitos de Angela Merkel. Los asesores de imagen tienen trabajo para rato.

Nota al pie. Uso el masculino como universal de género sin repetir palabras ni escribirlas con un impronunciable signo final. Desde los 17 años, no obedecí órdenes ni de padre ni de madre. A todys pido que respeten mi vieja rebeldía a las órdenes como yo respeto el derecho de todys a rebelarse. Fuente: Perfil.