Historia, esfuerzo y futuro: La familia Odiard abrió sus tranqueras en una jornada del IPCVA
Bajo el lema “Nuevas tecnologías para la ganadería mesopotámica”, el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) llevó adelante el pasado jueves una exitosa Jornada a Campo en el establecimiento “La Lucrecia”, ubicado en el acceso a Jubileo, sobre la Ruta Nacional N° 18 (Km 190), en el departamento San Salvador, provincia de Entre Ríos.
Una apertura cargada de historia y emoción
El inicio del evento estuvo marcado por un momento de especial emotividad. Alfredo Odiard, productor y uno de los anfitriones de la jornada, compartió con los presentes un profundo relato sobre la historia de su familia y el arraigo con la tierra.
Odiard recordó que el campo donde hoy se encuentra La Lucrecia perteneció, a fines del siglo XIX, a una compañía inglesa. “En 1907 llegó el ferrocarril y poco después, en 1912, se fundó el pueblo de Jubileo, lo que marcó el inicio de un proceso de colonización en esta zona del departamento San Salvador”, relató.
Entre las familias adjudicatarias de los primeros lotes de tierra se encontraba la de sus abuelos, Juan José Odiard y Rosa Josefina Velzi, quienes llegaron desde la Colonia Hocker, en el departamento Colón, con seis hijos pequeños. “El lote que les correspondió estaba a dos kilómetros de aquí, y si bien hoy ya no pertenece a la familia, fue el punto de partida de una historia de trabajo, esfuerzo y compromiso con el campo”, recordó.
El productor relató con orgullo la vida de su padre, Ignacio Odiard, nacido el 26 de marzo de 1922, quien vivió 101 años y falleció en agosto de 2023. “Mi padre fue el único de sus hermanos que permaneció siempre en el campo. Con ayuda de vecinos construyó un pequeño rancho de barro y paja, donde nacimos los cuatro hijos de Ignacio y mi madre, Lilian Brunilda Migueles, que afortunadamente aún vive y el pasado 12 de septiembre cumplió 100 años”, contó emocionado.
Una familia que creció con el trabajo rural
En su repaso, Alfredo destacó la fortaleza y el espíritu emprendedor de su madre:
“Fue una mujer luchadora, trabajadora incansable. En la década del ’60 se dedicó a la agricultura, aprovechando los buenos tiempos de la producción. Llegamos a embarcar cereales desde aquí hacia Buenos Aires a través del ferrocarril. Todos los años comprábamos un lote más, unas cincuenta hectáreas, y así la familia fue creciendo y consolidándose alrededor del trabajo rural.”
Aquellos años, recordó, fueron de abundancia y transformación. “En esa época el consumo de carne vacuna superaba los 60 kilos por habitante al año, porque era la carne por excelencia; el pollo parrillero prácticamente no existía. Hoy el panorama cambió: la dieta argentina se diversificó con mayor consumo de cerdo y pollo, pero la carne vacuna sigue siendo un símbolo de nuestra identidad.”
De los primeros rodeos a la diversificación productiva
El productor también hizo memoria sobre los primeros pasos de su padre en la ganadería. “La primera inversión importante fue en 1971, cuando compró treinta vaquillonas preñadas de raza Hereford, provenientes del Ejército Argentino. Fue una época de mucho aprendizaje. Recuerdo que una de ellas murió el primer día; todo lo hacíamos con esfuerzo y sin demasiados recursos. Aprendimos a parir las vacas con lo que teníamos a mano”, relató entre risas.
Con el tiempo, la familia Odiard fue alternando ganadería y agricultura, incorporando también la apicultura en 1973 y, pocos años más tarde, la siembra de arroz en 1978. “Hubo tiempos difíciles, especialmente en la década del ’70, cuando la apicultura dejó de ser rentable. Para pagar un crédito tuvimos que vender todas las vacas, salvo algunas lecheras, pero de a poco fuimos recuperándonos y diversificando la producción”, recordó.
Esta capacidad de adaptarse y reinventarse, según destacó, fue la clave para sostener la empresa familiar a lo largo de generaciones. “A veces sembramos más, otras menos, pero nunca dejamos de producir. El trabajo constante fue siempre nuestro motor.”




