La Policía descubrió cinco puntos de venta en San Salvador. Dos albañiles, un gomero y un changarín fueron sentenciados
En la ciudad de San Salvador, según el último censo poblacional de 2010, hay 13.228 habitantes. Una investigación de Toxicología detectó, en 2016, que había cinco kiosco de droga regenteados por cuatro personas en forma coordinada, con proveedores de Concordia. Es decir, un punto de venta de marihuana y cocaína cada unos 2.600 habitantes. Los imputados (todos ellos de condición muy humilde) fueron condenados a penas de prisión tras un juicio abreviado.
En la sentencia del Tribunal Oral Federal de Paraná, se detalló que la causa fue investigada por la Delegación de Toxicología de la Jefatura Departamental San Salvador, bajo instrucciones del Juzgado Federal de Concepción del Uruguay.
Se supo que un hombre y su grupo familiar comercializaban estupefacientes en esa localidad. El devenir de la pesquisa y las intervenciones de los teléfonos permitieron ir descubriendo las actividades y el funcionamiento de un grupo de personas dedicadas al tráfico de tóxicos, particularmente de marihuana la que era adquirida en la ciudad de Concordia y posteriormente redistribuida. Luego se constataron otros puntos de venta de estupefacientes en distintos barrios de la ciudad, y también había un nexo con un joven que hacía lo propio en Villa Clara, localidad del Departamento Villaguay, con 2.790 habitantes según aquel relevamiento oficial.
El 24 de mayo de 2016, en horas de la siesta, los policías allanaron los domicilios donde se sospechaba que se llevaba adelante la actividad ilegal. En todos encontraron marihuana y cocaína en diferentes cantidades, y también dinero proveniente de las ventas. En una de ellas era donde más había: uno de los imputados guardaba en la camioneta dos ladrillos de marihuana envueltos en cinta de embalar ocre que pesaron 784,1 gramos y 840,9 gramos, respectivamente; y allí había también una bolsa de nailon negra con 53.000 pesos. En otro de los domicilios, uno de los acusados intentó impedir el ingreso de la policía y golpeó con una silla a los uniformados.
Luego de las requisas, detuvieron e imputaron a los hombres de 29, 32, 47 y 48 años, quienes, además de la venta de droga, se ganaban la vida como changarines albañiles y uno era gomero. Otro, padre de cinco hijos, tenía un carro para trasladar leña.
Según la investigación, quienes proveían la droga eran tres muchachos concordienses.
Entre los mensajes de texto hallados en los celulares, se destacaron: «Verde a 4.500»; «Faso riko»; «Voy a buscar un baguyo»; una persona le dice a una mujer que le pregunte a su pareja «cuánto el gramo de la más rika»; hay otro llamativo en el que un cliente le pregunta a la misma mujer: «Hola M. soy F. no querés cambiar ropa por unas bolsitas». En el mismo tenor, otro les dice: «Che vieja ahora salgo, no me aguantás 100 xq no llego pa la nafta» .
En un intercambio de mensajes con el proveedor, este le dice a uno de los acusados: «Hola viejo para mañana quedaron en traerme verde, te aviso si querés», y el otro le contesta «Ok viejo cuando tengas me avisás así voy?», a lo que respondió el concordiense: «Mañana a la mañana t aviso xq trajeron poco, así venís xq se van rápido».
Según sostiene el fallo, los investigadores de Toxicología explicaron el desarrollo de sus tareas y las pruebas encontradas «lo que permitió la comprensión de la dinámica de una organización dedicada a la venta de estupefacientes».
Los cuatro condenados acordaron cumplir penas de hasta cuatro años y cinco meses de prisión, que fueron aceptadas al confesar en el juicio abreviado. Pero en la sentencia, la jueza Lilia carnero decidió bajarle la pena a uno de los acusados, que había pactado cuatro años y tres meses, debido a que «en la audiencia demostró su nula instrucción, que viene acompañada de escasa inteligencia y agudeza, conformación subjetiva que le impide realizar los cursos o estudios que oferta el servicio penitenciario. No solo lo advirtió (la jueza) en la audiencia de visu, sino que así lo trasluce el psicólogo cuando informa que al momento de la entrevista se presenta con colaboración formal, escasa lucidez, con orientación en tiempo y espacio con dificultades en su memoria de evocación (mediano plazo). Además, describe el profesional que se observa una evidente precariedad en el pensamiento y es analfabeto. Finalmente concluye que es consumidor de cocaína desde la adolescencia».
Por esto, le impuso el mínimo de la pena por comercio de drogas, que es cuatro años de prisión.
Además, uno de los condenados fue culpado por su participación secundaria en la actividad delictiva, por lo que recibió tres años. Fuente:Uno.