El emprendimiento de reciclaje era ilegal, sin ningún tipo de control fitosanitario. El plástico picado era vendido a distintas fábricas para realizar juguetes, artículos de bazar e incluso caños de agua.
La policía ambiental descubrió en Mar del Plata una planta de reciclaje ilegal en la que se molían bidones de agroquímicos sin ningún tipo de tratamiento y los vendían por kilo a distintas fábricas para realizar juguetes, artículos de bar e incluso caños de agua, lo que puede resultar muy nocivo para salud. Un hecho criminal, sin lugar a dudas.
Los habitantes cercanos al lugar donde funcionaba la planta, una vieja cantera, empezaron tiempo atrás a presentar algunos trastornos en la piel y enrojecimiento en los ojos. Muchos se atendieron en guardias, otros se encargaron de hacerlo saber, hasta que empleados municipales de Defensa Civil decidieron verificar lo sucedido.
Así empezó una historia que terminó este viernes con el descubrimiento de una planta ilegal de reciclaje, sin ningún tipo de control fitosanitario, con centenares de bidones utilizados para agroquímicos, fertilizantes y pesticidas, informó el diario local La Capital. Los bidones fueron secuestrados y destinados a un Centro de Acopio Transitorio (CAT).
Investigación
La investigación desarrollada por la policía ambiental y recogida por la fiscalía de Delitos Culposos y Medio Ambiente arrojó que el plástico picado era vendido a distintas fábricas para realizar juguetes, artículos de bazar e incluso caños para agua.
Dos hombres responsables del emprendimiento quedaron a disposición del fiscal Rodolfo Moure por infracción a la Ley de Residuos Peligrosos, al tiempo que tanto el depósito de bidones como el galpón en el que estaban las máquinas, quedaron clausurados.
En las instalaciones se acumulaban los bidones, los cuales previamente eran recuperados de campos de la zona. Cabe señalar que los envases para fertilizantes, pesticidas y otros agrotóxicos deben ser enviados a plantas especializadas.
Sin embargo, estos bidones llegaban a la planta de “reciclaje” y eran acopiados en un lugar, para ser conducidos a 100 metros donde funcionaban las “picadoras”. Esas dependencias tenían la energía eléctrica enganchada y no contaban con ningún tipo de control fitosanitario. (DIB)