Ignacio Odiard cumplió 100 años de vida el pasado 26 de marzo y lo celebró con familiares y amigos. Llega a esta edad con buena salud y muy feliz de la familia que logró formar. En diálogo con LA SEMANA recordó su vida en el campo, hasta que vino a la ciudad, y el secreto para llegar al centenario de vida.
Nació en la Colonia Jubileo, donde vivió 52 años, momento en el que decidió seguir su vida en San Salvador.
Ignacio Odiard se casó a los 25 años con Lilia Migueles, a quien conoció en un baile. Había ido a unas carreras cuadreras donde corría el caballo de Chapuis con “Luz Mala” del Chino Migueles. “Después esa noche había baile y me quedé y ahí la conocí, un 25 de Mayo, el día del cumpleaños de su padre”.
Tuvieron cuatro hijos, dos varones que siguieron con la tradición de sembrar arroz, y las mujeres, que con el tiempo se trasladaron a Paraná, donde actualmente residen.
LA VIDA EN EL CAMPO
“En la Colonia siempre trabajamos con lo que se hace habitualmente en el campo para poder vivir porque eran pocas las hectáreas que teníamos. Todo el tiempo estuvimos en el mismo lugar. En el campo hacía de todo, desde una huerta hasta, que con el tiempo, empezamos a sembrar arroz. Cuando ya éramos casados teníamos una desgranadora con la que desgranábamos el maíz de los vecinos para luego venderlo”.
“Cuando era chico iba a la escuela del campo a la mañana y la pasamos bien porque después hacía las tareas del campo. Entre otras cosas, mis padres tenían un criadero de gallinas, llegando a tener unas 2000, que estaban diseminadas en todo el campo. Nos levantábamos muy temprano, a la salida del sol y nos íbamos a dormir cuando oscurecía, tipo gallinas”, recordó don Ignacio Odiard.
Cuando se trasladó a San Salvador para continuar su vida, nunca dejó de trabajar en el campo, al que iba con su hijo Eduardo y volvía para el mediodía. Cuando empezábamos a sembrar arroz yo iba para cocinarles o hacerles un asado cuando sembraban o trillaban. También manejaba algún tractor en el campo, pero poco, porque cuando se sembraba arroz en la sociedad ya contábamos con personal, agregó.
Don Ignacio nos contó que dejó de trabajar hace unos 30 años (a los 70) y se dedicó a descansar y disfrutar de la vida junto a su esposa.
SE SALVO DE MILAGRO
“En una oportunidad estábamos atando los caballos con mi padre en un arado. Eran unos 7 caballos apareados y de repente se asustaron y dispararon. A mí me voltearon y quedé entre medio de las rejas y las ruedas de afuera del arado que me golpearon la cabeza. Me salvé de milagro porque si me agarraban las rejas me iban a juntar en pedazos, fue un milagro de Dios, nada más que un gran susto”.
También recordó que “hubo momentos muy difíciles en el campo, como en el año 39, cuando todavía era soltero, fueron momentos muy críticos porque la cosecha no valía nada. En esa época sembrábamos lino y trigo, pero no dejaba nada”.
Ignacio fue el primer presidente de la filial de Federación Agraria Argentina, época que recordó fue buena desde que empezamos en el gremialismo. Estaban además Pascual Rivelis y Pocho Raviol, entre otros.
El día antes de su cumpleaños, dijo, “recibí la visita de Pascual Rivelis, quien me acercó un regalo y me hizo una dedicatoria, momento en que recordamos los años que trabajamos en la FAA”, apuntó.
Además de su actividad como productor y gremialista, fue jugador y presidente de Independiente, el club de Jubileo. Incluso “jugamos algunos partidos con el personal de la estancia contra Independiente. Yo jugaba de 4”. En lo deportivo jugó a las bochas para Sportivo y Santa Teresita, donde tuve la posibilidad de ganar unos cuantos torneos, agregó.
Aparte, le gustaba mucho jugar al truco, donde tenía de compañero a Mayoraz, con quien “ganamos varios torneos”. Recordó un partido que ganaron en Sportivo: “Íbamos lejos atrás y empezamos a mentir y lo ganamos”. Cuando jugábamos los torneos de tríos se sumaba el Pelado Navarret.
“Nunca pensé que podía llegar a cumplir 100 años, cuando tenía 50/60 años solo pensaba llegar al 2000, pero llegué a ese año y ya estamos en el 2022 y para mí es algo increíble estar cumpliendo 100 años”, señaló don Ignacio a LA SEMANA. Gracias a Dios pasando bien, porque tenemos todas las comodidades, porque cuando hace frío están las estufas, cuando hace calor están los aire, agregó.
Don Ignacio entiende que para llegar a esta edad mucho tuvo que ver que padeció muy pocas enfermedades. La más complicada fue un ACV hace 11 años, pero no me afectó nada, ni la memoria. Después me operaron de un pólipo en la vejiga, recordó.
Al preguntarle si había algún secreto en la alimentación, don Ignacio dijo que no: “Comemos lo que venga. No tenemos nada de que cuidarnos para comer. Si hay pastas, asado con cuero, ensaladas, todo podemos comer. Ahora vamos achicando las comidas más pesadas, pero vamos bastante bien”.
También dijo estar “re contento con la familia que tenemos, con excelentes personas en toda la descendencia. Cuando nos juntamos todos debemos llegar a unas 70 personas, y en el festejo de los 100 años estaban todos los familiares”.
Por último, mencionó que disfrutó todo lo que hizo a lo largo de estos 100 años de vida, “aunque ahora me cuesta un poco dormir. No sé por qué”, dijo, aunque duerme 6 o 7 horas por día.
Fernando Rodríguez / La Semana.