Antonio Silio: «El ñandú de Nogoyá»

La revista El Gráfico recurrió a su archivo periodístico y cita en su web a la gloria nogoyaense. Relata su regreso a la ciudad luego de haber triunfado a nivel mundial.

De la redacción de El Gráfico:
Ah, van con Silio, no lo había visto. Bueno, sigan, pero procuren ir más despacio…». Acompañando a Antonio Fabián Silio a su natal ciudad de Nogoyá, su cara, muy famosa por todos los pagos entrerrianos, nos salvó de una dolorosa multa. Este policía en la ruta era el primero de un sinfín de personajes que, desde sus reacciones o anécdotas, pintarían la intimidad del atleta argentino más famoso en el mundo.

Nogoyá, a 450 kilómetros de Buenos Aires, se recuesta sobre el arroyo del mismo nombre en la Ruta 12, al suroeste de la provincia de Entre Ríos. Con 18.906 habitantes, tiene la esencia de las pequeñas ciudades provincianas. Desde que entramos, todos los dedos lo apuntaron con alegría: «¡Mirá quién volvió! Porque Antonio, nombrado «Ciudadano Ilustre» por su gente, hacía un año que no dejaba su huella por aquí. Allí nació el 9 de mayo de 1966.

El primero en abrazarlo fue su hermano Ramón -son ocho hermanos, cuatro varones y cuatro mujeres-, quien luego, en el asado, dejaría escapar sus recuerdos: «Antonio siempre fue un tipo muy distraído. Cuando éramos chicos, ayudábamos con el reparto de pan que tenía nuestro hermano Eduardo. Yo iba en la parte de atrás del carro y él tenía que manejar. Un día debe haber pensado que el caballo se conducía solo, porque largó las riendas. De esto me di cuenta cuando el carro ya había volcado, después de chocar con el poste de un alambrado… También repartíamos leche y, por supuesto, le metíamos cubitos para que rinda más. Antonio, con su gran simpatía, les daba el tarro a las señoras y les decía: ‘Tome, recién sacada de la heladera’…»

Ramona, la mamá, preparaba la ronda de mate en el comedor de la casa que le regaló Antonio hace cuatro años. Ella está orgullosa de su hijo, quien la ayuda desde que falleció su marido, Carmelo, y no se animó a desmentir la fama de Casanova que tenía su hijo en la adolescencia: «Lo importante es que hoy es un hombre maduro. En abril me va a dar un nieto, porque Jacqueline -la esposa francesa de Antonio que vive con él en Madrid- está embarazada…»

Un personaje fundamental en esta recorrida biográfica de «el ídolo en su tierra» es un hombre bonachón, nogoyaense también, que alguna vez corrió la legendaria Maratón de los Barrios de EL GRAFICO y compitió mano a mano con Raúl Ibarra, Osvaldo Suárez y Domingo Amaizón: el profesor Roque López.

Él lo forjó como atleta. En una clase de gimnasia, don Roque organizó una carrera de 100 metros entre cinco alumnos con pinta de ser los más rápidos. Entre ellos, uno corrió particularmente mal y terminó último. Entonces, Antonio, con la rebeldía típica de sus 15 años, se enojó por su actuación y quiso irse a jugar al fútbol, su deporte por entonces favorito. «Espere -le dijo don Roque con voz cortante-, vaya y corra los 1.500 metros».

Silio se acercó al sendero que rodeaba a una precaria cancha de fútbol -oficiaba de pista de atletismo- y por miedo a don Roque corrió como nunca nadie lo había hecho en esos pagos. Su triunfo fue tan amplio que se enamoró para siempre del atletismo.

Don Roque admite hoy: «Cuando comenté la marca de Antonio, todos me decían que la pista estaba mal medida. Después, al conocerlo, me empezaron a creer. En mi interior sabía que, si seguía el abecé del atletismo, estaría entre los mejores del mundo…»

Antonio Silio 1

LOS RECUERDOS DEL CAMPEON

Lo primero que Antonio pidió cuando se enteró de esta nota era buscarlo a don Roque: «Es el hombre que siempre me empujó al atletismo y es como un padre para mí. Me acuerdo que guardaba las zapatillas con clavos en su casa. El pibe que pasaba más temprano a buscarlas elegía las mejores. Un día fue Albornoz, un compañero de equipo, a las seis de la mañana y se llevó el mejor par. Durante el torneo don Roque le preguntó por qué no se las ponía: ‘No puedo, señor, me traje dos zapatillas izquierdas’. Nos moríamos de risa, Albornoz siempre fue más distraído que yo…»

Antonio camina tranquilo por la plaza Libertad de Nogoyá, donde hay un monumento que recuerda la fundación de la luego denominada Capital Lechera de los entrerrianos: junio de 1782. Aquí todos los saludan y todos sonríen orgullosos cuando hablan con él: «A ellos les debo mucho. Cuando no teníamos dinero, don Roque juntaba plata entre los vecinos para poder viajar a competir. Los que podían nos daban y, a veces, los que tenían auto con motor gasolero nos llevaban a los diferentes lugares. Como entrenador, don Roque es muy exigente: corríamos por el campo aunque el cielo se cayera a pedazos y siempre decía que era muy importante estar concentrado antes de cada carrera».

Silio terminó el bachillerato en Buenos Aires, donde se radicó para continuar su carrera en 1984. Nogoyá le quedó chica para sus aspiraciones atléticas. Su fama fue creciendo y los entrerrianos lo respaldaban cada vez más: «Me regalaban de todo, hasta un caballo, pero estaba como a cien kilómetros y nunca lo fui a buscar. También me quisieron dar un ñandú. No acepté porque se comen cualquier cosa. Además, la gente siempre está atenta a ver si necesito algo. Será por gestos como éstos que, cuando vuelvo a Madrid, extraño mucho».

Manuel Rivera, su actual entrenador en el club Los Ñandúes de la Capital Federal, sabe que este tema lo afecta a Silio a la hora de viajar: «Es un chico que está muy ligado a su gente, y eso tira mucho…»

 

EL PERFIL DE IDOLO

¨Esa es la Escuela Nacional Normal Superior ¨Doctor Antonio Sagarna¨. Allí hice la primaria», nos muestra Antonio. Entramos al patio cuando los profesores estaban dando la clase de educación física: fue el momento más tierno del recorrido por Nogoyá… «¡Miren, aquí está Silio!», gritó un grupo de alumnos de sexto grado, abalanzándose dispuestos a pasar por arriba de cualquier cosa con tal de llegar hasta Antonio. Lo invitaron a jugar al básquetbol, lo desafiaron a correr y las niñas teatralizaban desmayos después de cada foto con él…

«No me importa ser muy famoso a cualquier precio. Esto te lo digo por el tema de la droga, que siempre está latente… Me interesa más estar 25º en el ranking mundial y no entre los diez primeros haciendo trampa. No podés vivir engañándote…», enfatizó Silio.

La tranquilidad invadía el hogar de don Roque en el almuerzo de despedida. Entonces, el mentor de Antonio Silio comentó a manera de confesión: «Este pibe llegó lejos porque siguió el abecedario. Entrena duro, no anda en cosas raras y por su humildad no sufrió el ‘efecto chimenea’… Claro, no se le llenó la cabeza de humo…»

La imagen de buen tipo de Antonio superó a la del formidable atleta. Ya es un símbolo, porque muchos de esos chicos van a decir con el pecho ancho: «Soy de Nogoyá, donde nació Antonio Silio».

Por MARTIN CASULLO (1994).

Foto: EDUARDO BISCAYART.