Amedrentados y censurados: Historias de periodistas entrerrianos perseguidos por hacer su trabajo

Al periodista Carlos Furman le pintaron esvásticas, le balearon la casa, le rompieron la nariz. Cuando fue por atención profesional lo echaron del hospital, todo por denunciar al jefe político de Santa Elena, Domingo Daniel Rossi, y hoy mismo sufre dificultades para pagar servicios elementales, en la pobreza, sobrellevar sus problemas de salud y comprar sus medicamentos. Un caso de cientos, y sostenido por décadas hasta el punto de enfermar a los trabajadores. ¿Dónde está el poder que por acción y omisión permite estos atropellos en Entre Ríos? ¿Quiénes son los ejecutores?

Por Daniel Tirso Fiorotto
Lo de Furman se repite en ciudades grandes y pequeñas. Al periodista Elio Kohan lo echaron de la radio en Colonia Avigdor y luego le dejaron el ojo en compota, por cuestionar al ministro nacional Sergio Bergman. Al periodista Ricardo Bazán lo maltrataron policías en el Iosper por proteger a una afiliada enferma que reclamaba atención. Al periodista Mario Escobar le cerraron todos los canales de expresión en Larroque, ni siquiera pudo pasar música en radio, por no inclinarse ante las arbitrariedades del actual legislador oficialista de la provincia Raúl Riganti, cuando era intendente.

El listado puede seguir, son decenas los casos de periodistas que reconocen censuras directas en sus noticias y notas, cambios en los títulos para tergiversarlos, o directamente son reemplazados en las secciones sensibles por funcionarios que se colocan máscaras de periodistas para construir un relato oficialista. Cuando no han perdido ya sus empleos. Según los testimonios registrados por la Revista Análisis, el trabajo bajo amenaza es constante desde hace años, y continúa. Cada tanto esa tensión provoca un sacudón.

El desagravio no llega

A diferencia de otras censuras, los agravios que sufrió el veterano periodista Mario Alarcón Muñiz poco antes de entrar en problemas de salud alcanzaron alta repercusión en la provincia, por la vasta trayectoria del profesional, su participación en agrupaciones de periodistas y

escritores, y además por la grosería de quitarle espacios en diario, radio y escenarios artísticos.
Pero el descontento manifiesto de sus colegas y de los artistas de la región no alcanzó para que le devolvieran esos espacios, o para que los responsables de la censura pidieran disculpas públicas. “Nunca nadie me pidió disculpas, jamás, ni una mísera nota, nada; es cierto que yo estaba ya concluyendo”, comentó, ante una consulta, y recordó las censuras que sufrió en El Diario, en LT 14 y en los escenarios, donde fue durante décadas maestro de ceremonias y animador de lujo hasta que lo bajaron por orden de gobernantes que no aceptaban sus severas columnas periodísticas. Los censores siguen hasta el día de hoy en altos puestos de gobierno, son legisladores, funcionarios, asesores del gobierno de Gustavo Bordet.

Los episodios de violencia laboral que padeció el autor de Entrerrianías son apenas puntas del iceberg. En el territorio entrerriano el oficio de Mariano Moreno fue reducido a servidumbre, con modalidades de censura generalmente más sutiles pero acumuladas, y potenciadas mutuamente. La censuras sufridas por periodistas en diarios, radios y hasta en facultades públicas darían para un tomo, sólo en estas dos décadas.

La impunidad de los censores se ha manifestado de distintos modos. Se recuerda, por caso, la quema de libros en María Grande, por ejemplo, que fue relativizada por funcionarios provinciales de cultura, y una serie de ataques y resistencias que jalonan el camino del periodismo reciente.

La portentosa destrucción de El Diario de Paraná tampoco alcanzó para que los responsables, encaramados en los gobiernos actuales de la Nación y la provincia, como el ministro de Agroindustria de la Nación, Luis Miguel Etchevehere, y el legislador provincial Sergio Urribarri, den cuenta del vaciamiento y el alto perjuicio que ocasionaron a los trabajadores y los lectores.

Los hechos de censura en ese medio y otros atropellos todavía no fueron recopilados y publicados con nombre y apellido, pero lo que se cuenta en las ruedas de mate y no llega al gran público tiene una magnitud insospechada. Sin embargo, esa es otra punta del témpano, que para el caso simboliza la devastación y no se circunscribe a la capital entrerriana.

De Santa Elena a Avigdor

“Soy periodista censurado por informar y denunciar la corrupción k en Entre Ríos y los necesito para seguir informando lo que los corruptos no quieren, estoy sin trabajo, enfermo y perseguido”, redactó vía twitter el periodista Carlos Elías Furman. Fue un pedido de auxilio. La situación de este trabajador es un emblema del maltrato al periodismo entrerriano en estas décadas, en paralelo a los favores que el poder político ha hecho a los emblemas de la corrupción.

“Denuncié una decena de veces a Domingo Daniel Rossi, el poder lo habilitó a seguir en política, los amigos en la Legislatura reformaron leyes para eso, y ahora ganó las PASO”, comentó Furman el martes pasado. “Vivo en el hospital, tengo problemas de salud y me cuesta mucho conseguir remedios. La radio donde trabajaba cerró y quedé en la calle. Es difícil bancar un espacio porque la mayoría de los comerciantes están amenazados por el poder político, para que no auspicien mis espacios, y Rossi tiene arreglos con legisladores y jueces, es una mafia”, manifestó.

(Más información en la edición gráfica número 1096 de la Revista Análisis del jueves 16 de mayo de 2019) Fuente: Revista Análisis