“A San Cayetano hoy también le pedimos cuidar el derecho de la vida”, dijo el P. José L Bogado

En la tarde de hoy se llevó a cabo la procesión y misa en honor al día de San Cayetano en San Salvador. Una multitud de fieles acompañó la procesión por las calles del barrio donde está ubicada la Capilla y luego de la Misa.

El Padre José Luis Bogado en su homilía hizo referencia no solo a San Cayetano sino también al tema del aborto.

El sacerdote destacó que “aun en medio de la tormenta Jesús está presente y nos invita a reconocerlo y escuchar su voz…”

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“Por eso hoy San Cayetano en muchos lugares del mundo, pero sobre todo aquí en Argentina tiene una fuerza maravillosa, porque la gente pide lo más básico, pan y trabajo. Y en este año le pedimos que también nos conceda el valor como nación, de cuidar el primer derecho fundamental del que nadie se puede ver privado, que es el derecho de la vida”.

“Vida, pan y trabajo. El pan y el trabajo sustentan la vida, pero para que se necesitan pan y trabajo si para los que vienen detrás no se los va a dejar vivir”, enfatizó.

“San Cayetano nos habla ante todo que esas tormentas que hoy atravesamos, el pueblo no se encierra en los cálculos matemáticos de las mesas redondas estadísticas. El pueblo se moviliza y saca el tesoro más grande que tiene adentro, lo que está arraigado a fuego en su alma. El pueblo levanta la mirada a Dios. Pero ese pueblo que peregrina en tantos lugares de Argentina a tantas capillas, parroquias, santuarios para encontrarse con la imagen bendita de este Santo patrono del pan y el trabajo, ante todo lleva en su corazón no solo su propia necesidad, sino la necesidad del otro”, puntualizó el P. Bogado.

Más adelante dijo: “En vísperas de esta noche quiera Dios que nos conceda poder evitar que en Argentina el pueblo ha hecho oír su clamor para que no se aprueba esta ley que no beneficia a nadie. Mucho menos a las mujeres. Ojala que en la madrugada de este día el Señor nos conceda ese gozo. Que es el clamor de multitudes. Pero sobre todo también hermanos que nos conceda descubrir que aunque las tormentas sean grandes no podemos perder la esperanza, esa esperanza que nos mantiene firmes que está puesta en el Señor. La esperanza que tenemos como Nación. Como pueblo libre. La esperanza no está puesta en ningún presidente, ni senador, ni diputado de turno, aunque los elegimos legítimamente.

La esperanza del pueblo argentino hunde sus raíces a fuego en el corazón, en las virtudes, en lo que nos transmitieron nuestros viejos. En ese principio básico que nos dijeron que siempre hay que hacer el bien, que nunca hay que entregarse ni en el modo más oculto hacer aquello que es el mal, ni para uno ni para otro. Eso lo tenemos como herencia y mientras eso este grabado a fuego en nuestro corazón siempre seremos un pueblo, una nación mirada por todo el mundo porque frente a las tormentas no pierde la esperanza.

Este es un pueblo que en las dificultades es capaz de juntarse y en medio de las dificultades tirar la mano al otro.

Para terminar hizo mención a expresiones del Papa Francisco cuando era el cardenal Bergoglio, haciendo mención a San Cayetano el 7d e agosto de 2003. “Mirando a Jesús, mirando a San Cayetano encontraremos el camino para volver a empezar”.

Luego citó el tramo final del entonces Cardenal que señalaba… “Si uno quiere saber si alguien tiene esperanza o está desanimado tiene que mirarle las manos.

Vamos a mirar hoy las manos. Las manos de San Cayetano que tienen al Niño Jesús y a la espiga. Y miramos también nuestras manos, una apretando dos moneditas para la limosna y la otra con la que acariciaremos la imagen, poniendo allí la fragilidad de nuestra familia, nuestra propia fragilidad, nuestras peticiones y nuestros agradecimientos, todas nuestras esperanzas, mojadas con lágrimas… ¡Tantas cosas van en estas manos que cuidan la fragilidad, que parten el pan, que toman gracia y que dan de lo que tienen!: en estas manos está el secreto para volver a empezar, para emprender de nuevo el camino sin desanimarnos, llenos de una esperanza que nunca defrauda.

De la mano del Niño Jesús queremos agarrar fuerte la mano de nuestra familia. Sobre todo en estos tiempos en que se ataca tanto a la familia y se la quiere destruir de tantas maneras diversas. Así, bien apretada y cálida, la mano del Niño convierte en fortaleza nuestra fragilidad. De la mano de San Cayetano queremos agarrar la mano de todos los argentinos, en especial las de los que ya no tienen esperanza, para recibir así, en conjunto, el don del pan y el don del trabajo. Dios nuestro Padre da estos dones a los que quieren incluir a todos. Y si Él nos los ofrece a todos, sin exclusión, nadie nos los puede negar. Son un derecho inalienable. El pan y el trabajo que recibimos juntos y que compartimos hacen a nuestra dignidad, como personas y como Nación. Puede costar más o menos lucha recuperarlos para todos. A veces hay que exigirlos, a veces pedirlos, y compartirlos siempre… Pero con la conciencia de que no es limosna, es justicia.

Con la mano con la que tomamos gracia queremos reconocer que todo Don y toda justicia viene primero de las manos de Dios antes que de ningún hombre, antes que de la mano dura o blanda de ningún gobierno, antes que de la “mano invisible” de ningún sistema económico.

Y al dar nuestras dos moneditas con la otra mano, queremos dar testimonio de que somos libres y soberanos porque somos dueños de dar, de que desde nuestra pobreza y fragilidad, primero damos y después pedimos.

¡Danos la mano, Niño Jesús!, como nos la dan nuestros hijos, que confían en nosotros. Queremos recuperar el coraje de mirar para adelante y darlo todo por ellos. Ellos son la esperanza de nuestro pueblo y no los queremos defraudar.

¡Danos la mano, San Cayetano!, esa mano cargada con la espiga, y que la esperanza del pan y del trabajo de cada día levante nuestros brazos caídos. Queremos ser un pueblo que trabaja como trabajaron nuestros mayores y que esta memoria borre toda falsa ilusión de ganar el pan sin el sudor de nuestra frente.

¡Danos la mano, Padre del Cielo!, que al tomar gracia del Santo, sintamos tu Providencia de Padre, vos sabés bien lo que necesitamos, en vos confía nuestra familia, la familia argentina.  Queremos ser un pueblo que se sabe cuidado en su fragilidad. ¡Que nadie diga que nos abandonas, Señor. Por el honor de tu nombre!

¡Danos la mano, Virgencita, Madre nuestra!. En tus manos está nuestra esperanza. Vos sos la que nos dice: “hagan todo lo que Jesús les diga”. Que en tu lenguaje materno, esta recomendación tierna y exigente nos fortalezca nuestras manos, que se nos vuelvan ágiles e industriosas para trabajar y que se nos llenen de la alegría laboriosa de la caridad. Vos sos la mujer fuerte de nuestra Patria que pone cada día esas dos moneditas que faltan en la alcancía de cada familia, para que a nadie le falte el pan.

¡Danos la mano Señor, a través de tus santos!… Y de la mano de San Cayetano, no nos desanimemos! Que encontraremos el camino para volver a empezar”.

Fotos: Guadalupe.